Secciones
Servicios
Destacamos
Este extraño mes de agosto nos trae unas serpientes de verano nunca vistas. Otros años se denominaba así a los inventos periodísticos para rellenar espacios informativos cuando las vacaciones vaciaban de noticias importantes las redacciones. Sin embargo las serpientes de este año son de verdad ... y además llevan meses de preparación. La primera ha sido la salida del rey emérito de La Zarzuela (de facto de la Casa Real) para que sus comportamientos dignos de ser investigados judicialmente por presuntamente ilegales no contaminen la Jefatura del Estado encarnada por su hijo Felipe VI. Para el próximo mes de septiembre se espera que lleguen al Tribunal Supremo las primeras actuaciones de la justicia suiza sobre los gestores opacos, Dante Canónica y Arturo Fassana, donde aparecen involucrados y citados Juan Carlos I y su antigua novia Corinna porque, ¡¡quién lo iba a decir!!, ni Suiza es ya lo que era. Según mi impresión personal e intransferible parece evidente que se ha desarrollado una operación durante meses que comenzó a primeros de marzo por un acta ante notario y un comunicado que desvinculaba totalmente a Felipe VI de las finanzas de su padre y que siguió privando a Juan Carlos I de cualquier agenda oficial, o dicho de otra manera, desapareciéndolo de la vida pública. En junio la Fiscal General del Estado nombró un fiscal especial del Tribunal Supremo que centralizará todas las actuaciones sobre Juan Carlos I cuando llegue la documentación suiza. En julio, se han filtrado a los principales periódicos nacionales y estos han difundido con grandes caracteres las informaciones más notables que comenzarán a llegar oficialmente de Suiza en Septiembre y que para entonces ya estarán parcialmente amortizadas. Finalmente, en agosto, se ha producido la salida por adelantado del rey emérito facilitando que la muy desagradable digestión política esté ya efectuada cuando en otoño comiencen en España las actuaciones judiciales sobre las finanzas de Juan Carlos I. Todo esto se ha producido con conocimiento y a la vista de todo el mundo, aunque en los mentideros madrileños, ahora algunos exclamen, como el policía de Casablanca, ¡qué escándalo, aquí se juega!
Las explicaciones proporcionadas por el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, han sido muy claras: no quiere que una crisis institucional (y mucho menos una constitucional) se sume a las gravísimas crisis sanitaria y económica en las que estamos sumidos, además de la crisis catalana que amenaza con volverse crónica por necedad irrecuperable de los dirigentes independentistas. La posición del presidente del gobierno parece muy sensata y justificada porque, en primer lugar, considera que el gobierno está para solucionar los problemas existentes no para crear nuevos problemas a los españoles. Es un comportamiento con sentido de la responsabilidad que tiene muy acreditada la prioridad de la ética de las consecuencias sobre cualquier otra, tal y como la formuló Max Weber hace ahora 101 años. La reacción de los nacionalistas, de una parte de la izquierda y de una parte de la derecha demuestran lo acertado de la actuación de Pedro Sánchez. Los independentistas catalanes aprovecharon la salida de España de Juan Carlos I para convocar un pleno del parlamento catalán y reincidir en las botaratadas a las que están acostumbrados, cuando no lo habían reunido por la situación sanitaria en Lérida o la del sector turístico en toda Cataluña. Una parte mayoritaria de la derecha se ha visto sorprendida por una auténtica «operación de Estado» del mejor carácter constitucionalista tras dos años negando al PSOE precisamente la fidelidad a la letra y al espíritu de la Constitución vigente. Estaban demasiado ocupados en derribar al gobierno como para pensar en el Estado. Después del recital de deslealtades que ha sido su actitud durante la pandemia, han dejado claro una vez más que no se comportan como un partido de Estado porque se lo impide su sentido de la propiedad sobre España. Por su parte un sector minoritario de la izquierda ha querido ver una oportunidad para desacreditar a la monarquía parlamentaria, incluso al «régimen del 78». Hay quién está aprendiendo que no se puede estar a la vez para fortalecer el estado de bienestar y debilitando el Estado. O, dicho de otra manera, no es posible soplar y sorber a la vez.
La segunda noticia del verano se sigue llamando COVID-19. Se ha producido lo que muchos nos temíamos y es que, antes de una segunda ola, se produjeran rebrotes por relajación de la disciplina ciudadana en algunas comunidades autónomas. En primer lugar, debe dejarse claro que la principal responsabilidad está en los ciudadanos porque tras meses de confinamiento estábamos suficientemente advertidos de que el virus seguía ahí y no se podía volver a la vida anterior sin más. También debe destacarse la irresponsabilidad de algunos en sectores como el del ocio nocturno, o el de la recolección de fruta y verduras por inmigrantes. Pero tampoco tienen disculpa alguna administraciones como el gobierno catalán que ha tardado semanas en cerrar una empresa frutícola con docenas de trabajadores contagiados; o como el de Madrid que ha mentido sistemáticamente con las cifras durante el estado de alarma y lo sigue haciendo hasta el extremo de seguir sin los rastreadores a los que se comprometió hace dos meses. El colmo de la indecencia se lo lleva el ayuntamiento de Lepe, uno de los principales exportadores de frutas en España, que se dedica a obstaculizar la construcción por el Ejército de un campamento para alojar con algo de dignidad a los trabajadores temporeros, recogedores de fruta en ese municipio.
La tercera noticia es la crisis del sector turístico hasta extremos muy difíciles de soportar por la economía española. Al temor de los turistas en general se han sumado las medidas sanitarias de muchos países de origen. Pero también la actitud oportunista de Boris Johnson que ha aprovechado la crisis sanitaria para obstaculizar el turismo a España de millones de británicos, uno de los más importantes mercados para nuestra industria del sol. Se trata en realidad de una medida económica que solo persigue retener divisas y paliar los catastróficos efectos del Brexit en la economía británica. Pronto tendrá que adoptar una devaluación drástica de la libra y entrará en la consabida huida hacia delante de todos los demagogos nacionalistas.
Los que ya tenemos una cierta edad podemos asegurar que, totalmente sumergidos en la incertidumbre, nunca como en este verano se había producido tal distancia entre la realidad y el deseo colectivos, dicho sea con permiso de Cernuda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.