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La eurodiputada Clara Ponsatí, de Junts per Catalunya, parece la típica abuelita que mima a sus nietos y les da caramelitos de fresa. Habla como si nos estuviera contando el cuento de Caperucita y de pronto dice en TVE que la independencia de Cataluña bien ... valdría alguna vida humana. Sostiene doña Clara que ella está en contra de la violencia, por supuesto, pero que todas las grandes empresas de la humanidad han costado sacrificios, qué le vamos a hacer.
Hay que reconocerle a la señora Ponsatí el cuajo de decir todo esto mientras vemos morir a los ucranianos bombardeados. Si yo fuera Putin, ahora mismo la invitaba al Kremlin. No es fácil encontrar un alma gemela y Vladimir tiene que estar cansado de que solo le baile el agua el friki del eritreo. Desde el punto de vista de la imagen internacional, no le vendría mal a Putin sentar a la abuelita Clara a su mesa e incluso podrían sacar la calculadora y echar unas cuentas a ver cuántas muertes resultan admisibles, sabiendo que todas las naciones históricas exigen un tributo y más vale no quedarse cortos. Si no les salen las sumas, deberían llamar a Otegi, que no siempre anduvo por ahí con el disfraz de Mandela y quizá recuerde cómo hacían ellos este tipo de cálculos.
Por mi parte, las apelaciones al «coste de vidas» en general me dejan un poco frío. Me tomaría mucho más en serio a doña Clara si dejara de hablar en abstracto y ofreciese su propia vida en el altar de la patria. Cuando, envuelta en la estelada, la veamos sacrificándose a sí misma con enorme emoción y gran efusión de sangre, entonces comprobaremos sin lugar a dudas que su compromiso es serio y que esta señora está como una regadera.
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