El 'Prestige', momentos antes de hundirse el 19 de noviembre de 2002. Reuters
20 años del 'Prestige'

«Fue un caso de Estado»

Los abogados vascos que representaron al capitán y el armador analizan su experiencia

Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:24

José María Ruiz Soroa y Santiago Zabaleta no pueden reprimir una sonrisa agridulce cuando recuerdan sus primeras conversaciones sobre el 'Prestige'. El mismo 13 de noviembre de 2002, los dos abogados vascos, especialistas en Derecho Marítimo, tomaron un vuelo a La Coruña para hacerse cargo ... de la representación del armador y el capitán. «Veníamos de una racha de 40 años de accidentes de petroleros en Galicia –sitúa Ruiz Soroa–. Yo había llevado el caso del 'Urquiola', en el 76, y a partir de 1992 llevamos los dos el 'Aegean Sea', aquí llamado 'Mar Egeo'. En el avión comentamos ingenuamente que el 'Prestige' no iba a ser tan gordo: ya lo habían tomado a remolque, estaba estabilizado, había perdido fuel pero no mucho y existían buenas posibilidades de salvarlo. Pero, por incompetencia de la autoridad marítima, acabó siendo muchísimo peor».

Publicidad

Los letrados relatan cómo, ya en Galicia, asistieron al «incomprensible curso de los acontecimientos», en referencia a la decisión de alejar el buque en lugar de brindarle abrigo. Ruiz Soroa y Zabaleta aseguran que, simplemente, se aplicó la fórmula del entonces director general de la Marina Mercante. «José Luis López Sors había tenido una experiencia previa que le marcó, el 'Castor', un petrolero al que se le abrió una grieta a veinte millas de Cartagena en verano del año 2000. Se evacuó a la tripulación y el barco peregrinó por el Mediterráneo hasta que tuvo que cogerlo Malta, porque llevaba esa bandera. Aquello salió bien y definió la política: salvamos tripulantes, pero el buque fuera». Seis días antes de que el 'Prestige' pidiera auxilio, el propio Santiago Zabaleta escuchó cómo López Sors exponía esta postura en una comida en Madrid. «Y, seis días más tarde, la aplicó. Pero el 'Castor' llevaba gasolina, que se evapora, mientras que esto era fueloil, el peor de los cargamentos. El 'Prestige' estaba en el Atlántico, que te devuelve todo lo que eches. Y no era verano».

«Ningún marino gallego lo entendía. En vez de llevarlo a Corcubión, lo pasearon por la costa como si fuese una regadera: hicieron de un accidente una catástrofe». Los dos abogados aseguran que –independientemente de la lealtad debida a sus clientes– hay un par de hechos incuestionables. El primero es que el 'Prestige', herido de muerte, aguantó seis jornadas de remolque por un mar infernal antes de cascarse. «Era viejo pero tuvo una resistencia estructural impresionante. No lo llevaban a ningún sitio, lo movían hasta que se hundiese. Dice la sentencia que en ese trayecto recibió entre 36.700 y 46.000 golpes de mar en el costado dañado». El otro hecho es que el capitán, Apostolos Mangouras, se habría ahorrado un montón de problemas si se hubiese dejado evacuar junto a la tripulación, pero se quedó a bordo con su jefe de máquinas y su primer oficial.

Como un submarino

«En su actuación hay dos momentos clave. El primero es cuando el buque empieza a inclinarse, en medio de una mar arbolada con columnas de agua de diez metros sobre la cubierta: era un submarino, desde el puente no veían el barco sino el mar. Muchos lloraban de miedo. Ahí tuvo la santa tranquilidad de salvar a la tripulación y pensar que podía arreglarlo, lograr que el barco se pusiese adrizado [se enderezase] inundando con agua el tanque del lado contrario. Tardó tres horas pero funcionó. Él se niega a ser evacuado porque ve que hace efecto la medida y confía en su barco, ¡no es un suicida!».

El otro momento determinante fueron las conversaciones sobre el remolque, con el oscuro trasfondo de una negociación entre lo público y lo privado tan habitual en estos casos. ¿Desobedeció Mangouras? «No había ánimo de desobedecer. Hay que entender que ahí no había urgencia: estaba lejos de la costa y se estaba adrizando», insisten los letrados del capitán. En su momento, numerosas asociaciones profesionales se pronunciaron en defensa de su proceder. «Él era un hombre especial: hosco, tímido, reservón, testarudo... Vivió aquello con amargura, se le saltaban las lágrimas al evocar el calabozo».

Publicidad

Mangouras fue el único acusado al que condenó la Audiencia de La Coruña: le cayeron nueve meses por desobediencia grave. El Supremo corrigió después la sentencia y le impuso dos años por delito medioambiental, abriendo así la puerta a las indemnizaciones por responsabilidad civil. Los letrados tachan de «aberrante» esta decisión, ya que a su juicio entró a valorar los hechos, algo que no permite el ordenamiento. «Después, el Constitucional se nos quitó de encima con tres líneas –añaden–. El periplo judicial español ha sido tremendamente tramposo».

«Era un caso de Estado. Se politizó de forma brutal y la Administración se puso a defenderse como fuese y echarle la culpa a Mangouras. Se convirtió en un tema político, poco jurídico», reprochan Ruiz Soroa y Zabaleta, hoy ya jubilados. Y concluyen: «El pensamiento de los tribunales es que aquí hay mil o cuatro mil millones en perjuicios que ha pagado en su mayor parte el Gobierno: 'Si no condeno a alguien, ese dinero no se recuperará. Y, total, este hombre no va a pisar la cárcel, ¿qué más da?'».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad