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Barcelona
Jueves, 6 de febrero 2020, 19:22
La Generalitat recurrió a la liturgia más solemne para llenar de simbolismo la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra. El presidente del Gobierno fue recibido con los honores y el protocolo que se emplea con un jefe de Estado extranjero. Torra salió a ... la entrada del Palau de la Generalitat, justo a las doce, cuando sonaban las campanas del Arzobispado, el edificio contiguo a la sede del Gobierno catalán.
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Aguardó a su invitado debajo de la pancarta a favor de la libertad de opinión y expresión que luce en la fachada de la sede del Ejecutivo catalán. Apretón de manos, semblantes serios y ambos entraron juntos al Palau, donde el jefe de los Mossos dio la bienvenida a la casa. Alfombra roja, revista a la guardia de honor de la Policía catalana vestida de gala y una breve conversación, mientras Torra ejercía de anfitrión en el viejo edificio gótico. «Bueno, ya lo conoces», le dijo al líder socialista. Era la segunda vez que lo visitaba, la primera como presidente. Estuvo en marzo de 2016, como secretario general del PSOE.
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Nada más saludarse, Sánchez se interesó por la mujer del anfitrión, operada esta semana de un cáncer. Tras detenerse frente a una escultura de Josep Llimona, 'La réplica del desconsuelo', Sánchez y Torra subieron la escalinata gótica hasta la sala de los diputados. Butacas individuales y bandera española y 'senyera', de fondo. Todo bajo la mirada del Sant Jordi de un cuadro.
En esta ocasión no hubo flores, como en la reunión del palacio de Pedralbes el 20 de diciembre de 2018, cuando la Generalitat puso unas flores amarillas independentistas y la Moncloa colocó a toda prisa entre ellas una planta de pascua colorada. Hora y media de reunión, y comparecencias por separado. Primero Pedro Sánchez, como invitado, y detrás Torra, como anfitrión. Tres preguntas para cada uno y una extra para la prensa extranjera. La comparecencia tuvo lugar en la Galería Gótica, el espacio reservado del Palau de la Generalitat para las grandes ocasiones, las que buscan una solemnidad y trasladar que Cataluña es una nación milenaria, como gusta decir a los nacionalistas. El atril, además, se colocó cerca de la entrada del despacho de Carles Puigdemont, vacío desde el 27 de octubre de 2017.
Después de atender a los medios de comunicación, Sánchez salió en coche desde el patio de carruajes. Fuera, la plaza Sant Jaume estaba vacía porque estaba blindada por la Policía. A lo lejos se escuchaba algún pitido y gritos a favor de la libertad de los presos del 'procés'.
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Con tanta solemnidad también hubo algún patinazo por parte de Sánchez. En la revista a la guardia de honor de los Mossos, cometió un fallo de protocolo al no pararse ante la 'senyera'. Otro despiste fue no llevar ningún presente al dueño de casa, que, en cambio, le regaló dos libros con alguna intención, 'Inventing human rights', de Lynn Hunt, y 'Libertad y sentido', de Lluís Solà.
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