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La gestión de la crisis del coronavirus tensó este domingo de nuevo la relación entre el Gobierno y la Generalitat. El desmarque de Quim Torra, que rechazó el decreto de estado de alarma por «recentralizar» competencias y llamó a los catalanes a ir más ... allá del dictado de Pedro Sánchez y a autoconfinarse, derivó a última hora del domingo en un aviso del Ejecutivo. La ministra de Defensa aseguró no concebir la posibilidad de que el presidente de Cataluña no asuma las directrices del mando único, pero en caso de que llegara a ocurrir, Margarita Robles advirtió: «Si ese posicionamiento se diera, es alguien que tiene que quedar al margen de la vida pública».
En las horas previas, el Gobierno había relativizado las críticas del dirigente catalán. Concluida la videoconferencia entre Sánchez y los presidentes autonómicos, la Moncloa emitió un comunicado dando por hecho la «unidad de acción». Los asistentes al encuentro, de uno u otro color político, coincidieron en que efectivamente había una voluntad compartida de «cerrar filas». No tanto porque no existan discrepancias sobre cómo contener la progresión de la pandemia de coronavirus, sino por la «gravedad» y la «trascendencia» del reto por delante.
Pero, a última hora del domingo, se supo que el presidente de la Generalitat se desmarcaba del comunicado conjunto en el que se aboga por abordar esta situación excepcional «desde la unidad de todos». En el texto, además, las administraciones se comprometen a una comunicación «fluida y eficaz» sobre todo aquello que tenga que ver con la pandemia.
Pese a la rotundidad de Torra, algunos de los participantes del foro situaron sus reproches en el terreno del «discurso político» y entendieron que, más allá de la expresividad, habrá un acatamiento práctico en Cataluña del decreto de estado de alarma tal y como se ha aprobado. Pero la decisión de no suscribir la declaración final, llevó al Gobierno a mandar un mensaje, puede que preventivo.
Robles confesó su «preocupación» y, en la primera rueda de prensa telemática de los ministros al mando de la crisis, recordó que se trata de una cuestión de salud. «Si hay algún responsable público -dijo- que hace un planteamiento puramente político de esta situación, no merece ser llamado responsable político».
El tono de Torra, coincidieron las fuentes consultadas, no fue, en todo caso, el general de la videoconferencia, que a partir de ahora será semanal. Especialmente significativo les pareció a varios de los presentes que el lehendakari no condicionara su «total colaboración», pese a la disconformidad con que se asuma el mando de la Ertzaintza y el servicio vasco de salud.
También la mayoría de presidentes autonómicos del PP optó por poner el acento en la «lealtad», pese al discurso más crítico de la dirección del partido. «No es el momento de ver lo que se podría haber hecho y no se hizo, sino de ver qué podemos seguir haciendo juntos», subrayó el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo.
Varios de ellos, como el representante de Castilla y Léon, Alfonso Fernández Mañueco, pidieron medidas más contundentes de confinamiento social. Y la demanda de retringir al máximo la actividad comercial, acabó en la decisión del Gobierno de cerrar también las peluquerías. El ministro de Sanidad advirtió, en todo caso, a la Comunidad de Madrid, que había avanzado su intención de actuar por iniciativa propia, que esa decisión compete al Ejecutivo.
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