Soraya Sáenz de Santamaría, objetivo: volver a La Moncloa

La exvicepresidenta se planteó las primarias como el trampolín para recuperar el Gobierno

Jueves, 5 de julio 2018

Muchos en el PP pensaron que Soraya Sáenz de Santamaría se iría con Mariano Rajoy. No le atribuían ambición política y creyeron que sus planes eran retomar su carrera de abogada del Estado. Era una presunción razonable porque su interés por los asuntos del partido ... había sido nulo en los últimos años, al menos de puertas para afuera. Pero no, en cuanto vio que el gran favorito, Alberto Núñez Feijóo, rehusaba, ella saltó al albero.

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Se rodeó de su equipo, los 'sorayos', con alguna incorporación de última hora, y diseñó una campaña presidencial, pero no para liderar el partido, sino para regresar a la Moncloa. Se presentó como la candidata del PP que podía derrotar al socialista Pedro Sánchez. Las primarias solo eran un trampolín hacia la Presidencia del Gobierno. Incumplía así una de sus máximas, la de no merendarse la cena y hacer cada cosa a su tiempo, pero la situación lo exigía.

Es la favorita para los votantes del PP, y si las primarias fueran abiertas a los simpatizantes del partido, arrasaría. Pero como solo son para los militantes, y además pata negra, tuvo que dar un barniz de partido a su discurso y redoblar los guiños a las bases. «Tengo un grandísimo tirón entre la militancia», se jactó en una entrevista con este periódico. Tenía razón, ayer pasó el corte de la primera vuelta de las primarias, Su primer objetivo.

Dueña, como se ve, de una extraordinaria confianza en sí misma no se arredró para ningunear a Sánchez con un toque farandulero -«soy como Chenoa, cuando él va, yo ya vuelvo»- o recurrir a la farmacia -«para dolor de cabeza el que le vamos a dar a Pedro Sánchez. No va a haber paracetamol en el mundo».

Todo servía para hacerse con el beneplácito de la militancia después de años de desdén hacia todo lo referido al partido. «Soy Soraya, la del PP», subrayaba en la campaña con orgullo 'pepero' para huir de las comparaciones con otros líderes europeos, en especial del francés Emmanuel Macron. Tenía que borrar un pasado reciente más de tecnócrata que de dirigente político. Sus desmarques de los episodios que olieran a corrupción en el PP fueron clamorosos. Nunca echó una mano para capear la tormenta. Siempre se refugió en el respeto a las investigaciones judiciales y en que desde el Consejo de Ministros no se comentaban los asuntos del partido.

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Becaria independiente

Y eso que tiene detrás una trayectoria orgánica notable. Se plantó en la Moncloa en 2000 con un brillante currículum bajo el brazo. Cautivó al fallecido Francisco Villar, entonces mano derecha del líder del PP, y se transformó en una eficiente becaria sin carné de partido. Lo debió hacer muy bien porque Rajoy la incluyó en un oscuro puesto 18 de las listas de Madrid para las elecciones de 2004. Antes se tuvo que afiliar. No consiguió el escaño pero la renuncia de Rodrigo Rato corrió el escalafón y llegó al Congreso.

Ese mismo año fue promocionada a secretaria de Política Autonómica del PP y se bregó en los intensos debates del Estatuto de Cataluña. Mérito que la llevaron en 2008, para sorpresa general, a ser designada, de nuevo por voluntad de Rajoy, portavoz en el Congreso. Tres años después vino la Vicepresidencia del Gobierno y su encierro en el despacho, del que ha salido, según la definición de su íntimo rival José Manuel García-Margallo, con el sambenito de «viuda de la Moncloa». Sobrenombre que puede serle útil para recuperar la casa del finado.

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