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Pedro Sánchez y sus estrategas pensaban que las reacciones a la sentencia del 'procés' tendría un impacto indudable en la campaña para las elecciones del 10 de noviembre y que la gestión del asunto desde el Gobierno impulsaría al PSOE. Las últimas encuestas, por ... el momento, no indican tal cosa. La contienda partidista ha impedido la unidad de acción de las fuerzas centrales –socialistas, PP y Ciudadanos– y el principal beneficiado de los acontecimientos en el ámbito nacional parece ser Vox. Pero el jefe del Ejecutivo en funciones sigue pensando que los votantes acabarán entendiendo su postura y, de vuelta al ruedo electoral tras una semana sin mítines, reivindicó su actuación.
Sánchez, que participó en un acto de partido al mediodía en Huelva y en otro a última hora de la tarde en Cádiz, reprochó a Pablo Casado y a Albert Rivera que le hayan dejado solo después de haberle prometido un apoyo similar al que él proporcionó a Mariano Rajoy en 2017. «La lealtad les duró lo que tardaron en salir de La Moncloa», afeó. Dicho esto, aseguró que España tiene la «fortuna» de que sea el PSOE quien esté al mando porque «representa la templanza, que supone –dijo– ser firme y proporcional en la respuesta».
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El secretario general del PSOE argumentó que tanto Quim Torra como Carles Puigdemont se estarían frotando las manos en este momento si Casado fuera presidente, Abascal ministro del Interior y Rivera ministro de Justicia e insistió en que el secesionismo desearía que la derecha estuviera en el Gobierno porque sus actuaciones siempre le refuerzan. Los socialistas sostienen que ir tan lejos como demandan sus rivales políticos y aplicar ya la Ley de Seguridad Nacional, el 155 o el estado de excepción, sólo serviría para enardecer más a una parte de la sociedad catalana y hacer el caldo gordo a los extremismos.
Sánchez, que desde hace días ignora las peticiones del presidente de la Generalitat para celebrar un encuentro, también insistió en que si Torra quiere hablar, primero tiene que hacerlo «con los catalanes que no piensan como él» y que si quieren hacer llamadas las haga «a la convivencia, al rechazo a la violencia y a la solidaridad con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado», para quienes pidió un aplauso.
El Gobierno está a la espera de lo que pueda debatirse en el Parlament, pero de momento fuentes de la Moncloa subrayan que no hay acuerdo que impugnar.
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