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Pedro Sánchez cimentó su victoria frente a Susana Díaz, en 2017, en un discurso empoderador de las bases. Las elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, sin embargo, han vuelto a poner de manifiesto el enorme poder del secretario general y lo ... lejano de aquella batalla. El jefe del Ejecutivo no solo ha tomado las riendas de la candidatura del PSOE frente a la popular Isabel Díaz Ayuso sino que lo ha hecho desde la Moncloa, con su jefe de gabinete, Iván Redondo, profesional de la comunicación política sin carnet del partido, en la sala de máquinas.
La incomodidad que ese tutelaje ha generado entre las filas del PSOE de Madrid ha quedado en cierto modo silenciada por lo excepcional de la situación (unos comicios convocados inesperadamente por la presidenta madrileña), la debilidad casi endémica de la propia estructura regional, el peso que da estar en el Gobierno y la trascendencia nacional de la cita. Al fin y al cabo, como admiten en la dirección madrileña, la intervención (del secretario general de este y de los anteriores) en las listas no es nueva. La diferencia, argumentan, es que nunca había sido tan «pública» y tan masiva.
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El líder de los socialistas madrileños, José Manuel Franco, incluso se sintió obligado a pedir este viernes perdón por el hecho de que los nombres de las personas que encabezarán la candidatura que Sánchez presentará este sábado en un acto con Ángel Gabilondo se conocieran antes por los medios de comunicación que por su propia ejecutiva. No es ya que no haya habido primarias para elegir al cabeza de cartel. La dirección regional dio su respaldo explícito a la opción de Ángel Gabilondo. Es que los puestos más preeminentes de las listas también han sido cosa no ya de Ferraz sino de Moncloa.
Entre esos nombres se encuentra la secretaria de Estado de Migraciones, Hana Jalloul, como número dos; la presidenta del Senado, Pilar Llop, como tres, o Irene Lozano, la exdiputada de UPyD y actual presidenta del Consejo Superior de Deporte, fichada en 2015 por Sánchez con gran estruendo interno. Ahora, desde los sectores del PSM más en sintonía con la dirección federal se da plena justificación a este asalto. «Estamos ante un proceso anómalo, el gobierno que salga de las urnas será para solo dos años y nosotros tenemos que demostrar que hay un equipo con experiencia de gestión capaz de tomar las riendas desde el primer día», dicen. Pero otras fuentes admiten su malestar.
Sánchez ha acabado demostrando que su fe en Redondo es infinitamente mayor que su fe en la democracia interna y en los propios cuadros del PSOE y ha puesto en sus manos el diseño de una estrategia que, dicen en el Gobierno, está pensada para el medio plazo. Jalloul y Llop serían, de acuerdo a ese planteamiento, apuestas de largo recorrido y Gabilondo, un candidato de transición.
El hecho de que la estrategia se lleve desde Moncloa ha dado además pie a alguna muestra de descoordinación. Como hizo en la campaña para las generales del 10 de noviembre de 2019, con escaso éxito, y en las catalanas del 14 de febrero, con mejor resultado, Redondo ha optado por apostarlo todo a conquistar al votante desencantado de Ciudadanos, y en ese marco se encuadra el «con este Iglesias, no» de Gabilondo que el lunes pilló en claro fuera de juego al secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos.
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