«Estoy más feliz con mi nueva vida». Tres meses y veinte días después de abandonar la política, Albert Rivera reapareció este lunes para anunciar que será el nuevo presidente ejecutivo del despacho de abogados Martínez-Echevarría, que cuenta con sede en Madrid y Portugal, ... y que pretende ahora iniciar una etapa de expansión con el exlíder de Ciudadanos al frente. «Es un nuevo reto. Voy a defender la justicia desde otro lugar», aseveró el exdirigente liberal, que compatibilizará su nuevo puesto con la docencia y su participación en foros internacionales y conferencias.
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A nadie se le escapa que la irrupción en escena de Rivera coincide con un momento clave en el futuro de la formación que lideró durante trece años y que, en apenas una semana, elegirá entre Inés Arrimadas o Francisco Igea para asumir las riendas. Continuidad frente a renovación. Un duelo cargado de tensión sobre el que el expresidente naranja, que trabajó en el departamento jurídico de La Caixa antes de saltar al ruedo político, evitó pronunciarse aunque si deslizó su apoyo a quien fuera su pupila. «No hace falta ser un lince para saber lo que pienso de Inés», señaló el abogado, que no hizo ninguna mención sobre el vicepresidente de Castilla y León, el mismo que se rebeló en el pasado contra su decisión de levantar un cordón sanitario en torno a Pedro Sánchez y el PSOE.
Arrimadas, que en 2017 ganó las elecciones catalanas contra pronóstico y cuyo papel en los comicios andaluces, su tierra natal, fue fundamental para los resultados que obtuvo Juan Marín, ha incluido a 31 miembros de la antigua ejecutiva en su candidatura a liderar Ciudadanos. «Mi voto es secreto aunque pueda ser un secreto a voces», remató Rivera, que sigue militando en las filas naranjas pero ahora como un afiliado más.
El exdiputado catalán tampoco quiso pronunciarse sobre las últimas decisiones de la formación liberal, en manos de una gestora hasta el cónclave del 14 y 15 de marzo, ni sobre la alianza electoral con el PP en el País Vasco y Cataluña, a la que como líder siempre se opuso. «España suma pero la corrupción resta», insistió un día sí y otro también para rechazar la oferta del líder de los populares, Pablo Casado, de concurrir en coalición a las urnas el 10 de noviembre.
Rivera evitó opinar sobre una decisión que Arrimadas no le consultó y prefirió manejarse con «prudencia» porque no pretende ser «un expresidente que tutela ni un jarrón chino», en referencia a la metáfora que acuñó Felipe González sobre el papel que juegan los exjefes del Ejecutivo una vez que abandonan la Moncloa.
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El que fuera líder naranja reapareció sin hacer ningún tipo de autocrítica sobre las decisiones que pudieron llevar a la formación liberal a desplomarse en apenas seis meses de los 57 hasta los diez escaños en las pasadas elecciones generales. Eso lo deja, quizá, para su libro de memorias 'Un ciudadano libre' que verá la luz el 15 de abril. Tan sólo reconoció «los errores» que le llevaron a la dimisión doce horas después del batacazo electoral del 10-N, aunque no se arrepiente de su etapa política. «Ciudadanos lo ha sido todo para mí. Me siento muy orgulloso. Le deseo lo mejor al partido», remarcó Rivera.
El exdiputado reconoció además que no ha sufrido la crisis de insomnio que atenazó a Sánchez y reiteró que jamás existió la posibilidad de construir un gobierno con el PSOE. «Es una ensoñación. Esa película no ha existido», zanjó Rivera, antes de reconocer que, desde su retiro, duerme «a pierna suelta».
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