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Mercedes Gallego
La Habana
Viernes, 15 de noviembre 2019, 07:22
Una corona de laurel y una mirada perdida en el horizonte resume el sobrio homenaje que rindieron ayer los Reyes de España a los 332 marines españoles que perdieron la vida el 3 de julio de 1898, junto a 600 soldados que murieron en tierra. ... Fue uno de los actos de heroísmo naval más sobrecogedores de la historia, con los barcos españoles desfilando uno tras otro hacia una muerte segura en la Bahía de Santiago de Cuba, donde los estadounidenses los hundían uno a uno con su fulminante artillería.
«Allí el mundo cambió», reflexionó el ministro de Asuntos Exteriores Josep Borrell, que les acompañó en esta mirada al pasado. El fin del imperio español a manos de un país que ni siquiera tenía historia marcó un punto de inflexión, «fue el momento en que EEUU empieza a pintar en el mundo, a nuestras costillas», lamentó Borrell.
Toda España quedó conmocionada por esa derrota que impregnó de una visión pesimista y taciturna a la Generación del 98. Casi un siglo y cuarto después, la reparación histórica de los monarcas españoles pasa desapercibida en un mundo revuelto por las turbulencias políticas del momento. Hundidos en el mar quedan los pecios españoles que avanzaron disciplinados y solemnes hacia una muerte con honor bajo las órdenes del almirante Cervera, que había advertido a sus superiores de que esa guerra no podía ganarse. España no quiso vender su joya de la corona y prefirió librar esa guerra imposible. Unos dos mil marines españoles alcanzaron la costa a nado gracias a que el almirante de Medina Sidonia no quiso librar la batalla en alta mar para salvar el mayor número posible de vidas. La Bahía de Santiago de Cuba quedó convertida en un cementerio naval sin lápida hasta que los cubanos los conmemoraron en 1998, un siglo después. La placa con los nombres de los fallecidos en ese suicidio patrio era todo lo que quedaba para el recuerdo.
El tributo de los Reyes, con un toque de corneta y una oración, pretende cerrar las heridas y encargarse de esa «asignatura pendiente», dijo el ejecutivo español. En el Castillo del Morro de San Pedro de la Roca depositaron una placa a los soldados caídos, para partir justo antes de que el cielo se abriese con diluvio torrencial. «Su heroísmo y sacrificio permanecerán siempre en nuestra memoria. Descansen en Paz«.
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