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Ni bajo el sol del Caribe ni en plena sierra de Portugal. Juan Carlos I optó por refugiarse bajo las alas de sus 'hermanos', los jeques árabes, una vez que tomó la decisión de abandonar España por tiempo indefinido. Desde entonces se encuentra en Emiratos ... Árabes. Un destino que se perfilaba como el más seguro, tras la publicación de la hoja de ruta de un jet privado que el pasado 3 de agosto voló de Vigo a Abu Dabi y la aparición de una fotografía que situaba al padre de Felipe VI en el aeropuerto de la capital emiratí. Pero tuvieron que pasar dos semanas hasta que llegó la confirmación oficial.
Apenas cuarenta palabras -un tuit largo- para que la Casa Real respondiese a la incógnita sobre el paradero del emérito pero que no ha logrado despejar las dudas sobre sus intenciones, ni por qué se ha tardado tanto tiempo en dar a conocer su localización. Cuando la Casa del Rey anunció su salida del país, también aseguró que los tiempos a partir de ese momento los manejaba don Juan Carlos. Sería él mismo, cuando estimara conveniente, quien dijera dónde se encontraba. Su salida, añadieron, corresponde a una decisión personal y se circunscribe a su vida privada, toda vez que renunció a la institucional en junio de 2019, y que ya no cuenta con asignación pública.
Amistad de oro. El rey emérito ha optado por protegerse bajo las alas de los poderosos hermanos Zayed
El mutismo llegó a generar incomodidad en la Moncloa y en la Zarzuela, forzosos conocedores de su destino, con las consiguientes críticas a la falta de transparencia. En su comparecencia tras conocerse la marcha, el 4 de agosto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó primero que no conocía el paradero del anterior monarca, aunque luego enfatizó que correspondería a la Zarzuela divulgarlo. La seguridad de don Juan Carlos está a cargo del Estado y viaja con un servicio de escolta compuesto por al menos cuatro guardias civiles asignados al Servicio de Seguridad de la Casa Real. Como reconoció el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, «no se tardaría ni un segundo en encontrarlo».
El Ejecutivo respiró aliviado cuando se hizo público el paradero del emérito, el menos apropiado y el más difícil de explicar, que muchos interpretan como una provocación y un golpe de autoridad del que fuera jefe del Estado durante casi cuatro décadas. Un escenario en el que se sitúan algunas de las sospechas sobre donaciones sin justificar y la posibilidad de que estén vinculadas con contratos que lograron empresas españolas como el AVE a la Meca y que han puesto al padre de Felipe VI bajo lupa judicial.
Para Juan Carlos de Borbón este destino es un refugio. Está completamente blindado. Los Emiratos Árabes le proporcionan intimidad y le dan seguridad. No hay movimiento ni de prensa ni de nadie que se escape del control de las autoridades. De sobra es conocida la amistad del emérito con el príncipe heredero, Mohamed bin Zayed, de 59 años. Es el que gobierna de facto el país desde que su hermano, Jalifa bin Zayed, sufriese un derrame cerebral en 2014. Él y su hermano Mansur bin Zayed, que ha sido su anfitrión en varias ocasiones, hicieron una invitación extensiva al monarca para que fuera cuando quisiera al campeonato de la Fórmula 1, en el circuito de Yas Marina.
Allí fue donde en noviembre de 2018 coincidió con el príncipe heredero de Arabía Saudí, Mohamed bin Salmán, presunto autor intelectual del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabía Saudí en Estambul. La imagen de ambos saludándose generó otro quebradero de cabeza en la Zarzuela. Tan solo cuatro meses antes, habían visto la luz las grabaciones que el comisario jubilado José Manuel Villarejo hizo a Corinna Larsen y en las que la empresaria alemana habló, entre otras muchas cuestiones, de la supuesta fortuna que Juan Carlos I oculta en Suiza desde hace años.
La Casa Real no ha especificado cuánto tiempo permanecerá el padre del Rey en ese país del golfo Pérsico, ni si será su destino definitivo, aunque tal y como han ido revelando algunos amigos del anterior monarca por la comunicación que han tenido con él en estas semanas, es un paréntesis hacia un paradero aún desconocido. Un parentésis que, en todo caso, dura más del deseado por la Zarzuela y el Ejecutivo, que han visto como se complicaba por momentos la gestión de la crisis y se ponía en riesgo el objetivo de salvaguardar a la Corona del escándalo provocado por las irregularidades financieras del que durante décadas fue su principal valedor.
MATEO BALÍN | Madrid
España y Emiratos Árabes Unidos firmaron en 2009 un convenio destinado a potenciar la cooperación bilateral en la lucha contra la delincuencia. El marco jurídico recoge de forma recíproca la extradición de toda persona a quien se reclame para su enjuiciamiento cuando el delito sea punible en ambas legislaciones o para la imposición o cumplimiento de una condena.
Entre los motivos de denegación se incluye aquella entrega que tenga consecuencias graves para la persona reclamada, por razón de su edad o estado de salud, y el hecho de que el delito fuera cometido fuera del territorio del Estado que lo requiere.
En el caso de la investigación al rey emérito, este último requisito cerraría la puerta a la entrega inmediata de don Juan Carlos desde Abu Dabi, donde se encuentra ahora, a un tercer país, en este caso Suiza, donde la Fiscalía de Ginebra le investiga por un delito de blanqueo agravado de capitales.
Es más, ambos países carecen de un marco de extradición similar al de España, por lo que el obstáculo sería doble en el caso de que el fiscal suizo Yves Bertossa cite al exjefe del Estado para sus pesquisas.
Fuera o no Emiratos Árabes el destino (final o temporal) elegido por don Juan Carlos para evitar cualquier reclamación de las autoridades judiciales suizas, en el único comunicado remitido por su abogado tras anunciar la Casa Real que abandonaba nuestro país solo hubo una mención a este extremo: «Permanece en todo caso a disposición del Ministerio Fiscal para cualquier trámite o actuación que se considere oportuna», dijo en referencia solo a la Fiscalía española.
El ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, salió entonces a la palestra para reafirmar que, de ser reclamado, contestaría de manera inmediata. «Si la Justicia lo buscara, el rey comparecería enseguida. Estoy convencido de que cuando lo llame, comparecerá. Hay que dejar que la Justicia cumpla con su papel constitucional». La última palabra de una extradición la tiene aquí el Consejo de Ministros y el emir de turno en el estado federal de Emiratos Árabes.
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