En el entorno de Yolanda Díaz se afanaron después en desdeñar la importancia del gesto. Mientras todos los ministros, incluidos los de Podemos, aplaudían el pasado martes los anuncios desgranados por Pedro Sánchez en el debate sobre el estado de la nación, la vicepresidenta segunda ... escribía sin parar. Los socialistas defienden pletóricos que en la última semana el jefe del Ejecutivo ha logrado dar la vuelta a esa sensación de que el suyo era un proyecto agotado y ha engrasado la coalición. Tienen razones para afirmarlo, pero la imagen de la también ministra de Trabajo inclinada sobre su bloc de notas en medio de un ambiente de euforia en su bancada añade aristas a ese discurso.
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La situación en la que el Ejecutivo llegó a una cita parlamentaria que Sánchez consideraba clave para remontar el vuelo tras las elecciones andaluzas no fue precisamente ideal. Apenas dos días antes de su intervención ante el pleno, el presidente del Gobierno se desayunó con una entrevista de Díaz con sabor a puñal en el diario 'El País': «A este Gobierno le falta alma», decía. El viernes anterior, la vicepresidenta había lanzado por fin Sumar, el «proceso de escucha» sobre el que pretende construir una candidatura para las generales. Y ese martes, en una de expresión de enfado poco habitual en ella, había reclamado la reunión de la comisión de seguimiento del pacto de coalición tras sorprender al resto del Consejo de Ministros por su tono al censurar el aumento del gasto en Defensa.
Díaz pidió que el encuentro fuera «urgente», aunque un día después se mostró confiada en llegar a un entendimiento en un 'tú a tú' con Sánchez. Lo cierto es que, a pesar de que el presidente y la vicepresidenta sí hablaron el lunes antes del debate, la cita no sirvió para coser nada. Ni el jefe del Ejecutivo le contó las medidas que iba a plantear un día después ni ha habido cambio alguno en el compromiso que adquirió con la OTAN sobre el gasto militar, como quedó de manifiesto en una resolución pactada el jueves por el PSOE con el PP. Y de la convocatoria sobre el pacto de coalición sigue sin haber rastro. Ni fecha orientativa. «Nada», admiten en el PSOE.
El entusiasmo del que, sobre todo inicialmente, hizo gala la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, con el «giro» escenificado por Sánchez con medidas como los impuestos a las grandes energéticas y a la banca ha persuadido a los socialistas de que tampoco hay razones para apresurarse a buscar huecos en la agenda. El socio minoritario de la coalición ni siquiera presentó en el pleno del Congreso resoluciones sobre el gasto en Defensa.
Podemos tampoco ha presionado en exceso para que la reunión tenga lugar. Fue Díaz quien la demandó, no Belarra, y el partido, que mantiene una relación compleja con la política gallega desde que esta dejó claro que no quería protagonismo de los partidos en su proyecto, ha decidido que sea la vicepresidenta quien se guise el asunto.
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Nada de lo anterior significa que Podemos no vaya a dar la batalla por otro reparto del gasto en los Presupuestos ni que haya abandonado la máxima de visualizar los conflictos para forzar al PSOE a aceptar sus propuestas. Ya lo advirtió esta semana la portavoz adjunta en el Congreso, Sofía Castañón. La diferencia es que, a las puertas de un curso electoral, también la vicepresidenta segunda se ha subido a ese carro. O así lo perciben en el Gobierno.
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