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Pues al final no había plan. Ni «plan Sánchez» como decía Rivera, ni gobierno frankenstein como creían los populares. Sánchez el reticente, el ausente. Hasta el punto que se dejó ir la investidura pasmado ante la lluvia de reproches de sus posibles socios frustrados por ... su falta de complicidad y empatía. Eran los accionistas de un bloque unido por el viejo slogan de echar a la derecha, echar a Rajoy, que reclamaban ahora solo su trozo de pastel.
Pero el presidente en funciones después de tres meses de lanzar mensajes de usar y tirar a Podemos, leves tanteos con los nacionalistas vascos y comprarle las anchoas a Revilla solo ofrecía, de verdad, perdonarles la vida y no repetir las elecciones. Repetir y arrasar. Repetir y quedarse mano a mano con la derecha. Fulminar la nueva política (Podemos y Ciudadanos). Esa era la única oferta real. Sus dos gurús, Ivan Redondo y José Félix Tezanos, le garantizaban que gobernar con los populistas de Podemos aseguraba una legislatura corta y una fuerte división en el PSOE. Y repetir las elecciones era mayor riesgo para los que partirán desde la oposición que para los que controlarán la agenda desde Moncloa. Esa es la teórica, claro. Porque hay una lluvia fina sobre los electores que, puede convertirse en cansancio y abstención. De la precariedad que encarna Sánchez. De su provisionalidad como sistema de gobierno que siembra la incertidumbre. De Sánchez como político de poco fiar. O soberbio como desde Coalición Canaria o el PNV se le reprochó en el funeral de la segunda sesión de investidura.
«Usted no es el Rey» llegó a zaherirle Albert Rivera. Que alguien le recuerde que no tiene mayoría, pensaban en sus propias filas los del banco azul que ya se ven medio año más mano sobre mano cubriendo el expediente con los presupuestos prorrogados del 2016 de Mariano Rajoy. Rajoy. Esa es la clave. Ya no está. Anda tirándose de cabeza en aguas baleares ajeno a todo. Ya no es el fantasma que unía al bloque. A la banda. Ahora se necesitaba un plan, un proyecto, una coalición. Y Sánchez o no lo tiene o no lo quiere. Y le pasará factura.
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