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Varios participantes en la cacerolada diaria en la calle Núñez de Balboa, en Madrid. José Ramón Ladra
Núñez de Balboa, a la conquista de España

Núñez de Balboa, a la conquista de España

La protesta del barrio de Salamanca de Madrid salta a otras ciudades y a zonas de clase obrera, donde dispara la tensión al despertar a la extrema izquierda

Álvaro Soto

Madrid

Domingo, 24 de mayo 2020, 00:42

Núñez de Balboa se levanta cada día con un agravio nuevo que anima la protesta. El último, el pacto del PSOE con Bildu para derogar la reforma laboral. «A nosotros nos tratan como si fuéramos de la 'kale borroka', y luego son ellos los ... que pactan con los terroristas», explica Germán González, que ha llegado a esta calle del barrio de Salamanca de Madrid tras atravesar la Castellana con su bicicleta y su bandera de España anudada al cuello. «Me han parado los municipales y me han dicho que o dejaba de ondear la bandera y ponía las dos manos en el manillar o me denunciaban. ¿Hay derecho a esto? En Cataluña queman contenedores y no les hacen nada. Y a nosotros...».

Han pasado ya dos semanas desde que los primeros vecinos de esta zona pudiente de Madrid comenzaron a protestar contra el Gobierno. El domingo 10 de mayo, un grupo de ellos se concentró en la calle y en los días siguientes muchos más se sumaron, de modo que para cumplir las medidas de distancia social, decidieron caminar por las aceras, arriba y abajo. Los llaman los 'Cayetanos', un nombre que gusta mucho entre las familias bien. A las 20 horas los 'Cayetanos' empiezan a salir y a las 21.30 ya no queda nadie. La Policía los vigila de cerca, pero aquí todos saben que los únicos golpes que habrá se los llevarán las cacerolas, que retumban con eco entre los edificios de esta estrecha vía. Son jóvenes, parejas y gente mayor y dicen que no tienen líderes ni grupos de whatsapp que alienten el movimiento. Cuando se pregunta por los organizadores, nadie sabe nada. Responden que todo es espontáneo y que lo que les une es que están hartos del Gobierno. Una mujer dice que esto no va de izquierdas o de derechas, pero al momento afirma: «Quieren convertir España en Venezuela para meternos de cabeza en el comunismo».

«La protesta de Núñez de Balboa se enmarca en un contexto de polarización muy alto de carácter afectivo. El confinamiento provoca irritabilidad y además, somos el país de Europa con más rechazo cruzado entre votantes de diferentes partidos. El caldo de cultivo de la crisis sanitaria y el apoyo de Vox y de sectores del PP terminan de explicar este movimiento», afirma el politólogo de la Universidad Carlos III Pablo Simón, que también relaciona la protesta de Núñez de Balboa con otras similares Estados Unidos, Italia o Alemania. «No es algo privativo de España, no somos especiales», subraya. «A mí me llama la atención que se utilicen las cacerolas, un símbolo asociado tradicionalmente a las protestas de la izquierda», completa Ramón Adell Argilés, profesor de Sociología de la UNED. «Es un movimiento político que busca acabar con el Gobierno», agrega.

'Gobierno, dimisión', corean los manifestantes, pero la calle Núñez de Balboa atrona de verdad cuando gritan '¡Libertad, libertad!'. En este rincón de Madrid se piensa que la libertad en España está amenazada. «Nos han encerrado dos meses en casa para cambiar las leyes y apropiarse del poder», cuenta H. L., una mujer que prefiere no dar su nombre completo, igual que otros concentrados, que no se muestran especialmente simpáticos hacia los periodistas. Una manifestante lleva escrito en su pantalla protectora 'Basta ya de manipulación'. «Dicen que somos pijos, privilegiados. Pero mucha gente vive en el barrio de Salamanca porque heredó el piso, no porque gane mucho dinero. Aquí también se pasa muy mal», asegura Manolo García, vecino de la calle. «En España todo el mundo juega a la caricatura: pijos y perroflautas. Hay que ser cautos a la hora de trazar los perfiles», corrobora Pablo Simón.

En los últimos días, la protesta ha saltado del barrio de Salamanca a otras ciudades españolas, pero también a zonas obreras, rompiendo los análisis de brocha gorda. Moratalaz, al este de Madrid, es el barrio de la capital con más contagios por habitante: casi uno de cada cien residentes ha sufrido el coronavirus. Muchos han muerto. Aquí se escucharon el lunes pasado las primeras cacerolas. El martes, los grupos de izquierda del barrio les hicieron frente verbalmente. El miércoles, un manifestante antigobierno fue agredido. El jueves, la Policía tomó la Avenida de Moratalaz y el viernes, los dos grupos, los de las cacerolas (unas 50 personas) y los de los carteles que dicen 'El fascismo es un virus' (unas 200), se insultan a 20 metros de distancia separados por un cordón policial. Pero hay un momento de extraña confraternización: unos y otros gritan a la vez: «Sa-ni-dad, pú-bli-ca». En las zonas con menos renta, todos valoran los servicios sociales.

Simpatizante de un colectivo de izquierdas que protesta contra las personas que piden la dimisión del Gobierno. José Ramón Ladra

«Yo estoy aquí porque Madrid está siendo atacada por el Gobierno. Con peores datos, el País Vasco ha pasado de fase antes que nosotros. Me llaman 'facha' por estar en contra del Gobierno, pero yo sólo quiero libertad para poder hablar y expresarme libremente», dice un joven mientras golpea una sartén. «Son unos hipócritas», responde Jorge Jiménez, portavoz de Distrito 14, la firma que agrupa a los movimientos antirracistas, antidesahucios y feministas de Moratalaz. «Esta gente estaba a favor de la privatización de la sanidad y de los recortes», continúa Jiménez. Sobre la agresión del miércoles, apunta: «Dos manifestantes de los nuestros se iban a casa cuando el de rojo (la víctima) les tiró una lata. Fue un acto de autodefensa».

Ambos lados acusan al contrario de alentar las dos Españas, tan infaustas en la historia. El profesor Ramón Adell muestra su preocupación ante el riesgo de que salte la chispa del enfrentamiento civil: «Eso sería un error. La mayoría de los españoles están en la unidad, pero sí puede haber un crecimiento de la violencia».

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