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La lápida. En ocasiones, alguien deja objetos sobre la tumba. «Hace unas semanas encontramos una boina roja de un ertzaina». BRAIS LORENZO
«Miguel Ángel, tú no tenías que estar aquí»
25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco

«Miguel Ángel, tú no tenías que estar aquí»

La familia del edil trasladó sus restos a Galicia ante los ataques que sufría la tumba en Ermua. Aurelio y Pacita, dos de los tíos de Miguel Ángel Blanco, son los custodios

Óscar Beltrán de Otálora

Miércoles, 13 de julio 2022, 01:01

Aurelio y Pacita, dos de los tíos de Miguel Ángel Blanco, son los custodios de los retos mortales de su sobrino en la aldea gallega de Faramontaos, un minúsculo pueblo situado a media hora en coche de Ourense. Es una aldea comunicada por estrechas carreteras en las que los rebaños de ovejas todavía obligan a parar a los vehículos y los corzos se pasean cerca de las cunetas con calma de jubilados. Hace diez años la familia del concejal asesinado decidió trasladar los restos del joven desde Ermua a Galicia, harta de los constantes ataques al nicho de la víctima de ETA. Se habían cansado de que el crimen no pareciese suficiente a los violentos y sus acólitos continuasen con la humillación y el desprecio. Desde entonces, es un lugar de peregrinaje para quienes quieren recordar lo que sucedió hace un cuarto de siglo.

«Hace unas semanas encontramos una boina roja de ertzaina encima de la tumba, con una carta y unos fotos que el agente había querido dejar allí como recuerdo. Nosotros recogemos todo para dárselo a la hermana, a Mari Mar», explica Aurelio Garrido. A sus 80 años y tras una delicada operación, el tío de Blanco se pasea desde su casa en el centro de la aldea hasta el cementerio de Faramontaos, situado a la entrada del pueblo. Allí está enterrado Miguel Ángel Blanco pero también los padres del edil, Miguel Ángel y Chelo, que fallecieron hace dos años, con apenas veinte días de diferencia. La tumba está decorada con una pequeña foto del edil y un crucifijo dorado. «Hicimos el traslado desde Ermua casi en secreto, hablando con muy poca gente porque no queríamos hacer ningún ruido. En cuanto se supo, hubo varios homenajes y vino mucha gente, pero en los últimos años las visitas han bajado un poco», agrega.

Aurelio, tío de Miguel Ángel, ante la tumba donde descansa. BRAIS LORENZO

Aurelio habla sin ningún rencor sobre el motivo del traslado de los restos de su sobrino. Se encoge de hombros cuando se le pregunta por los ataques y los insultos y prefiere recordar lo feliz que era su sobrino en Faramontaos. «Él aquí se relajaba y le veíamos contento. Se pasaba el día por los montes y tenía muchos amigos. Nos solía decir: vengo mal y regreso a Ermua como nuevo. Y no es que nos visitara de vez en cuando. En verano, en Semana Santa e incluso en Navidades se presentaba en Faramontaos, aunque fuese para pasar unos pocos días». La esposa de Aurelio, Pacita, le recuerda como un joven muy bueno, el mejor amigo de sus hijas: «le querían como al hermano que nunca tuvieron».

Hace 25 años, cuando se produjo el secuestro y el asesinato, el matrimonio llegó a creer que la movilización de millones de personas llegaría a salvar a su sobrino. «Le diré una cosa», relata Pacita, «desde aquel día no creo en el de arriba como creía antes. Hace poco vino una monja a visitar la tumba y nos contó como se pasaron todos aquellas días orando para que no le matasen. ¿De qué sirvieron todos los rezos?, me pregunto desde entonces». Aurelio, más parco, recuerda que su hija salió para Ermua nada más conocer el secuestro. «Cuando apareció Miguel Ángel con los tiros en la cabeza no le querían dejar entrar en la habitación en la que estaba mi sobrino. Ella les gritó y les dijo que iba a verle sí o sí y al final pasó adentro. Lo único que pudo hacer es agarrarle de la mano mientras agonizaba y ella aseguro que Miguel Ángel le apretó con fuerza la mano. Esos recuerdos nos quedan».

Apuñalados en Caracas

Los tíos de Miguel Ángel Blanco ya habían conocido la violencia, aunque fue en Venezuela, donde vivieron más de una década como emigrantes. «Yo me marché a Caracas cuando tenía diecisiete años para no hacer la 'mili' y allí trabajé en una lavandería. Un día me acuchillaron para robarme la recaudación y la puñalada me afectó al pulmón y al hígado. Estuve muy mal», recuerda Aurelio. «A mí me atracaron tres veces, una de ellas con una pistola en el pecho. En cuanto pudimos nos volvimos a Ourense», añade Pacita. Con lo que había ahorrado en Venezuela abrió dos lavanderías en su tierra natal -«las bautizamos Lavomat, el mismo nombre que tenía el negocio que teníamos en Caracas». Lo que no imaginaban es que la violencia volvería a alcanzarles, esta vez, de la mano de uno de los atentados más crueles de la historia de ETA.

Ahora, mantener viva la memoria de su sobrino es uno de las misiones del matrimonio de jubilados. Hace años llegaron a ceder al Ayuntamiento de La Merca un monte de su propiedad, próximo a la aldea de Proente, para que allí se levantase un parque en memoria de Miguel Ángel Blanco. En los próximo días se inaugurará este monumento. «Es una escultura muy grande, blanca, de más de nueve metros de altura. Y lo que espero es que se vea desde todas las aldeas de la comarca. Que la gente mire al horizonte, la vea y recuerde».

Monumento en memoria de Miguel Ángel en faramontaos (Ourense), en construccioón BRAIS LORENZO

En Faramontaos no es díficil salvar del olvido a Miguel Ángel Blanco. Muchos de los vecinos que aún acuden al pueblo jugaron con él y recuerdan cómo se iban juntos a la discoteca de A Manchica o cruzaban la frontera en Viernes Santo para ir a comer bacalao a Portugal. «Mire, era el chaval más bueno que ha habido aquí en el pueblo», asegura Ramona Lorenzo Pardo, una de sus amigas de la infancia que le rememora mientras pasea por las caminos de Faramontaos. «Tenía una bondad... No sé cómo decirlo. Si veía a algún anciano del pueblo lo dejaba todo para hablar con él y hacerle compañía un rato». «Muchos días pasó por el cementerio para ver su tumba y siempre le digo lo mismo: Miguel Ángel, no te merecías lo que te hicieron. Tú no tenías que estar aquí».

Peregrinaje a la tumba de Faramontaos

Los restos de Miguel Ángel Blanco se encuentran desde hace cinco años en Faramontaos, una pequeña aldea de Ourense de la que es originaria la familia del joven asesinado por ETA. El traslado se produjo de una forma discreta, después de que los allegados acabasen hartos de que los radicales uniesen al crimen la ofensa y se dedicasen a atacar la tumba de Miguel Ángel, mancharla con pintadas y destrozar las flores que colocaban allí quienes se negaban a olvidarle.

Blanco tuvo entonces un segundo entierro en Faramontaos, en un minúsculo cementerio situado junto a un bosque a la entrada del pueblo. Pese a la discreción, el apartado rincón se convirtió en una visita obligada para aquellos que recordaban el crimen y el horror que se produjo hace 25 años en el País Vasco.

La familia ha recogido en estos años todo tipo de recuerdos que han dejado en la tumba quienes peregrinaban hasta allí con Miguel Ángel Blanco en la memoria: dibujos de niños, banderas, cartas, cruces.... y sobre todo muchas flores. El destino quiso también que los padres del edil de Ermua, Miguel y Chelo, fallecieran con apenas quince días de diferencia en marzo de 2020. Desde entonces los tres descansan en paz en Faramontaos.

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