La mesa de diálogo entre gobiernos nace coja y enfrenta a los independentistas

Esta es la teoría. Es lo que dice el acuerdo entre socialistas y republicanos. Porque ya empiezan a vislumbrarse problemas que anticipan que la mesa va ser un continuo quebradero de cabeza para unos y otros a lo largo de la legislatura. El pacto establece que los trabajos comenzarán en el plazo de quince días desde la formación del Gobierno. Por lo tanto, antes del 4 de febrero debería celebrarse una primera reunión. Sin embargo, el cambio de criterio de JxCat dificultará el cumplimiento de los plazos.

Quim Torra y Carles Puigdemont recelaron en un primer momento del acuerdo suscrito entre PSOE y Esquerra. Se desmarcaron de forma contundente. Pero temen que los republicanos cobren todo el protagonismo y ahora Torra está dispuesto a liderar las negociaciones por la parte catalana. Quiere hacerlo a su manera. De entrada, exige una reunión previa con Pedro Sánchez que debería servir para fijar el calendario de inicio de la mesa. Sánchez y Torra hablaron el jueves pasado y acordaron verse próximamente una vez se forme el Gobierno. El encuentro aún no tiene fecha.

Y además, el presidente de la Generalitat quiere reunir a todos los actores del independentismo (JxCat, Esquerra, CUP, ANC y Ómnium) para pactar la posición del Ejecutivo catalán en la negociación. El acuerdo es a día de hoy muy complicado teniendo en cuenta la visión tan dispar que tienen sobre la hoja de ruta a seguir los postconvergentes y los republicanos. Unos apuestan por mantener el desafío unilateral al Estado, mientras que Esquerra se ha inclinado por una vía más pragmática, de diálogo, facilitando incluso la gobernabilidad en España.

Si el Ejecutivo catalán no tiene una posición única, no será un interlocutor claro y difícilmente la mesa de negociación avanzará. De entrada, Esquerra ya ha apuntado, para entorpecer los planes de Torra, que en la reunión preparatoria de la parte catalana también deberían participar formaciones no independentistas, lo que ya complicaría aún más el mínimo común denominador.

JxCat recela del protagonismo que está adquiriendo su socio de Gobierno en Madrid, pero los republicanos tampoco se fían. Lo ha verbalizado esta semana Joan Tardà, jefe de filas de Esquerra en Madrid hasta la pasada legislatura. Tardà teme que los postconvergentes, con su voluntad repentina de participar en la mesa, estén maquinando un «remake» del pacto al que llegaron José Luis Rodríguez Zapatero y Artur Mas sobre el Estatuto catalán puenteando al PSC y a ERC.

Los republicanos vinculan su apoyo a la estabilidad del Gobierno de Sánchez a que la mesa vaya avanzando. «Sin mesa, no hay legislatura», afirmó Gabriel Rufián en el debate de investidura. Pero los progresos se antojan muy complicados toda vez que las posiciones entre el PSOE y Esquerra están muy alejadas. No solo en la cuestión de la autodeterminación. Pere Aragonès advierte de que reclamará una «ley de amnistía», el fin de la «represión» y que el «Estado se retire de todas las causas judiciales» abiertas contra dirigentes independentistas.

El calendario judicial no ayudará. Por ello, el primer secretario de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, llamó el sábado, en una entrevista en Europa Press, a la prudencia y a no cometer el error de esperar resultados «muy trascendentes e importantísimos a muy corto plazo».