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Julián Mollejo
Domingo, 29 de marzo 2020, 07:36
A pesar de su pasión blanca, tanto en lo futbolístico como en lo procesional –es un activo miembro del Paso Blanco de la Semana Santa de Lorca– , el popular Fernando López Miras, presidente de la Región de Murcia, ha optado por una estrategia más bien ... rojiblanca en la lucha contra el coronavirus: defensa a ultranza, numantina, sin concesiones, primando los sacrificios por encima de otros valores. Su apuesta por endurecer el actual confinamiento, incluido un amago de rebelión ante el Gobierno de Pedro Sánchez, le ha dado protagonismo nacional y granjeado las simpatías de otros mandatarios autonómicos, además de situarle a la vanguardia del PP en sus críticas a la gestión de la pandemia realizada desde La Moncloa.
No ha sido el único en plantear el cese de toda actividad económica no esencial –en la videoconferencia de esta semana con Pedro Sánchez lo hicieron seis líderes regionales, incluidos algunos del PSOE, como el castellanomanchego Emiliano García-Page–, pero sí ha sido el único en tener la osadía de dar un paso más.
Tras conocer un informe preocupante de la Consejería de Salud sobre la expansión futura del coronavirus, aprobó a comienzos de semana una orden en la que establecía el cese de toda actividad no estratégica en la Región de Murcia, aún a sabiendas de que no podía hacerlo, ya que precisaba la autorización del Ministerio de Sanidad, y de que, lógicamente, la respuesta sería negativa, como ya se lo había adelantado el propio Sánchez.
El Ministerio tardó minutos en desautorizarlo, pero al día siguiente recibió el apoyo público del presidente de su partido, Pablo Casado, quien aprovechó para elevar el tono reprobatorio contra el Gobierno, críticas que arreciaron 24 horas después en boca del secretario general del PP, Teodoro García Egea, natural de la Región de Murcia y valedor de López Miras. Con todo ello, el debate sobre la conveniencia de adoptar medidas más drásticas de confinamiento cogió vuelo en la opinión pública y dentro del propio Gobierno, lo que obligó a significados ministros a tratar de rebatir al presidente murciano: «No estoy dispuesto a asumir más muertes en mi región si podemos evitarlas; prefiero el desgaste económico, antes que la pérdida de vidas humanas».
La determinación mostrada en los últimos días no fue, sin embargo, la que llevó a López Miras a la presidencia de la Región de Murcia. Lo suyo fue un auténtico 'dedazo'. Licenciado en Derecho y con formación de postgrado en Administración y Dirección de Empresas, este lorquino de 36 años inició su andadura política a los 18 en Nuevas Generaciones. Tras una breve experiencia laboral en la banca, a los 25 años empezó a ocupar cargos públicos, primero como director gerente del área de salud de Lorca y después como secretario general de la Consejería de Hacienda, para más tarde ocupar un escaño en el Parlamento autónomo, donde se convirtió en el hombre de confianza del por entonces presidente regional, Pedro Antonio Sánchez.
Tras varios meses convulsos a causa de la implicación de Pedro Antonio Sánchez en varios casos de supuesta corrupción, éste dimitía y proponía a López Miras como sucesor. Su investidura se produjo en abril de 2017, lo que le convirtió, con solo 33 años, en el presidente más joven de una comunidad autónoma.
Sus inicios fueron titubeantes, no solo por la provisionalidad que transmitió a su llegada a la presidencia, ya que durante meses se le vio como un mero guardián del sillón de su mentor mientras éste intentaba liberarse de las causas judiciales, sino también por las dudas que generó en el PP dada su escasa experiencia política.
Su mandato, no exento de errores propios, ha sido un camino empinado lleno de baches y piedras, con la crisis ambiental del Mar Menor, las continuas restricciones al trasvase Tajo-Segura y los problemas económicos de la comunidad dada la mala financiación autonómica que recibe. Para colmo, con él como candidato, el PP perdió por primera vez en 24 años unas elecciones autonómicas en la Región de Murcia, aunque pudo mantener la presidencia gracias a un paciente ejercicio de diálogo con Ciudadanos y Vox.
Tampoco lo ha tenido fácil después dentro del Gobierno de coalición que lidera, a causa de las reiteradas diferencias con sus socios naranjas y de polémicas como la generada por la implantación del 'pin parental', una exigencia de la ultraderecha para favorecer su investidura que originó una controversia nacional y su primer gran encontronazo con el Gobierno de Pedro Sánchez.
El Ministerio de Educación recurrió en los tribunales la aplicación del veto y logró que el Tribunal Superior de la Región de Murcia ordenara la suspensión provisional de la norma hasta que se determine si este consentimiento paterno supone algún menoscabo para el derecho a la educación de los alumnos.
Todo ello ha curtido a Fernando López Miras y le ha llevado a enfrentarse con resolución a la peor de las crisis, la del coronavirus. Fue de los primeros en suspender las clases en la enseñanza en su comunidad, ordenó la cuarentena para todos los viajeros procedentes de Madrid y País Vasco, y más tarde decretó el confinamiento de los 500.000 habitantes de todos los municipios del litoral tres días antes de que Pedro Sánchez aplicara la misma medida en España a través del estado de alarma, que él, como muchos otros, sigue considerando insuficiente.
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