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Jueves, 29 de septiembre 2022, 01:23
En vísperas de la conmemoración del quinto aniversario del referéndum unilateral del 1-O, el secesionismo salvó este jueves una bola de partido, pero está casi roto. Tras el cese del vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró, decretado por el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ... Junts movió ficha y evitó la quiebra inmediata, como pedían los duros del partido. De momento, no habrá divorcio a las bravas. Pero puede haberlo de manera inminente. Porque la dirección juntera adoptó la decisión de convocar la semana que viene una consulta entre su militancia para decidir sobre si sigue o no en el Ejecutivo catalán. La ejecutiva del partido de este lunes decidirá la pregunta que trasladará a las bases y la consulta se celebrará el 6 y 7 de octubre. Este es el tiempo que podría quedarle al pacto ERC-Junts.
Además, los postconvergentes dan 72 horas a Pere Aragonès para seguir negociando por si es posible reconducir la situación. Si llegaran a un acuerdo, la militancia juntera seguirá siendo la que tendrá la última palabra. Y por tanto, la consulta continuará convocada, aunque la pregunta podría cambiar en función de cómo transcurran las conversaciones entre las dos fuerzas independentistas este fin de semana.
Junts, que no prevé sustituir a Puigneró como vicepresidente y consejero, reclama a Aragonès lo mismo que en el debate de política general que acabó como el rosario de la aurora: que varíe su rumbo en la agenda soberanista y cumpla el acuerdo de legislatura. Le exigen concreciones, términos y garantías de que creará una dirección estratégica del independentismo, que reorientará la mesa de diálogo con el Gobierno de Sánchez y que se avendrá a formar un frente común entre ERC y Junts en Madrid. Aragonès ignoró estas reclamaciones durante el debate de política general y la respuesta que recibió fue una amenaza de cuestión de confianza que le costó el cargo a Puigneró por no haber informado al president sobre las intenciones de los postconvergentes. Para el presidente de la Generalitat, su número dos actuó de manera desleal.
Plebiscito interno. Los de Borràs decidirán este lunes la pregunta que formulará a su militancia el 6 y 7 de octubre
La dirección juntera estuvo este jueves casi todo el día reunida, nueve horas, prueba de que la división en el seno de la formación es profundaac. Acabó optando por salvar el partido, con una decisión salomónica y por unanimidad, que trató de contentar a todas las partes en la formación. Si Junts se quedaba en el Gobierno de Aragonès, ignorando el cese de Puigneró, tal y como defendían algunos consejeros, la formación corría el riesgo de saltar por los aires, por la presión de los más rupturistas, como Laura Borràs o Carles Puigdemont.
El secretario general, Jordi Turull, de perfil más pragmático, era partidario de permanecer en el Gobierno semanas atrás, pero con los días se ha ido convenciendo de que ha llegado la hora de divorciarse de los republicanos. Ello a pesar de que, como él mismo admitió este jueves, esto implique dar por acabado el 'procés', el proyecto independentista puesto en marcha en 2012 y que se sustentó en la alianza entre ERC y Junts (antes Convergència y PDeCAT).
Ambas formaciones se dieron una última oportunidad en mayo de 2021, con la investidura de Pere Aragonès, pero el matrimonio ya no da más de sí, no se aguanta y este jueves empezó a tramitar los papeles del divorcio. El papelón este sábado de unos y otros en la manifestación convocada por el Consejo de la República, la ANC y Òmnium para recordar el 1-O se presenta de época. Como cuando las parejas que se han separado acuden juntos al cumpleaños de uno de sus hijos. Forman un matrimonio de conveniencia, que funcionó cuando tenían un objetivo común: el 'procés'. Pero después de octubre de 2017, no hay proyecto común ni estrategia, solo intentan mantener viva la chispa de la unidad independentista, que se agotó hace cinco años.
Dos imágenes resumen dónde está el independentismo. Hace un lustro, sus líderes se reunían en el Palau de la Generalitat para diseñar el choque contra el Estado. El miércoles, la cita en la sede del Gobierno autonómico fue para intentar evitar el cisma.
Si se consuma la salida tras la consulta, se abrirá un periodo de incertidumbre en la política catalana. Aragonès tendrá que nombrar nuevos consellers y tendrá que gobernar en solitario, echando mano de los comunes, el PSC y, por qué no, también de Junts para aprobar iniciativas parlamentarias. El presidente de la Generalitat sí tiene claro que de momento no convocará elecciones.
Aragonès dejó en manos de Junts la decisión sobre su permanencia en el Ejecutivo. Cesó al vicepresidente Puigneró y de esta forma apartó al sector más radical de Junts del Gobierno, esperando que la división en el partido pudiera resolverle la crisis. Confió en que consejeros junteros como Jaume Giró o Victoria Alsina apretaran para seguir en el Gobierno. Vio que sus socios le amenazaban con una cuestión de confianza y, antes de encontrársela encima, provocó la crisis. La jugada es arriesgada. A Aragonès no le ha temblado el pulso. Como cuando decidió dejar a Junts fuera de la mesa de diálogo. ERC está a las puertas de completar su giro pragmático: primero abjuró de la vía unilateral, se alió al PSOE y ahora podría poner fin al bloque secesionista.
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