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Manel Castellví fue este jueves el primer mando de los Mossos d'Esquadra en declarar como testigo en el juicio del proceso secesionista en Cataluña. El interrogatorio al jefe de la Comisaría General de Información en el momento de los hechos llegó tras ... la andanada acusatoria lanzada, de forma previa, por los responsables autonómicos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional.
Estos oficiales, el teniente coronel Ángel Gozalo y el comisario Sebastián Trapote, confirmaron al tribunal la «pasividad» operativa de la policía catalana para facilitar el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Un testimonio que respaldó el profuso relato contado el martes por el coronel Diego Pérez de los Cobos, director del operativo puesto en marcha el 1-O por orden judicial.
En suma, el escenario configurado al que se enfrentó este jueves Castellví en el Tribunal Supremo era bastante desfavorable, dicho suavemente, para sus intereses personales, primero, y luego para los del cuerpo policial al que aún pertenece (en enero pasado pasó a segunda actividad, una suerte de prejubilación).
Visiblemente nervioso, con un tono de voz agudo, el comisario de los Mossos navegó constantemente entre dos aguas en una declaración de dos horas y media -que tendrá su continuación el próximo lunes- protagonizada por sus continuos titubeos argumentales. Haciendo un símil cinegético, el fiscal Javier Zaragoza, el interrogador, es un especialista en no dejar escapar a la presa cuando huele la sangre. Y desde el primer minuto del cara a cara, el acusador dio sobradas muestras de que ya le había puesto el lazo al testigo y de que lo iba a llevar al terreno que más le convenía antes de asestarle el golpe definitivo.
Esa vulnerabilidad de Castellví surtió efecto en los minutos de descuento del interrogatorio. El que fuera hombre fuerte del mayor Josep Lluís Trapero relató una reunión celebrada dos días antes de la consulta, el 28 de septiembre de 2017. En ella estaban Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Joaquim Forn. «¿Les dijo que la votación no podía celebrarse?», le preguntó Javier Zaragoza. «Efectivamente», contestó Castellví, al que le costó dar con las palabras precisas, quizá sabedor de que su testimonio en ese momento podía ser clave para incriminar a los procesados por un delito de rebelión.
Y el testigo, levantando las manos de forma taxativa, empezó a tirar de carrete. «Les dije: 'miren, el 1 de octubre a las nueve de la mañana se va a dar una situación en las que habrá unas personas de una manera determinada, pasiva o no, colegios ocupados, fuerzas estatales y mossos en el colegio... y eso son dos dualidades antagónicas. Unos van a acceder a ese colegio y los otros se opondrán a esa acción, y eso es un conflicto», afirmó. «Salí un poco frustrado, porque las consecuencias es que si la escalada de violencia aumenta, todos corren mas riesgo».
«¿Y qué le dijeron ante este riesgo de violencia?», interpeló Zaragoza frotándose las manos. «Terminé la exposición explicando lo que usted ha dicho. Antes de que hablara el presidente (Puigdemont), se puso de manifiesto la contraria posición (de los Mossos) a unos comentarios que había dicho algún miembro del gobierno de dar una cierta imagen de normalidad el 1-O. También se comentó, acto seguido, el escenario que se abría el 1 de octubre porque aplicaríamos el mandato de la magistrada (del Tribunal Superior de Cataluña de impedir el 1-O en centros públicos). El conseller Forn no habló, pero sabía cuál sería el posicionamiento de la prefectura. Junqueras casi no habló, aunque entendía nuestra posición. Digamos que la sensación es que el Govern, aunque no lo dice él, tiraría adelante, que iba a celebrarse el referéndum, ése era el espíritu», añadió Castellví.
Entonces se hizo el silencio, y éste continuó. «Por parte del presidente (Puigdemont), que finalizó la reunión, dijo que comprendía la situación y que se ponía en nuestro lugar, pero que había un mandato del pueblo para llevar a cabo el referéndum y una decisión del gobierno de llevarlo a cabo. Su respuesta nos dejó... Yo salí frustrado», dijo.
Finalmente llegó un golpe de autocrítica del testigo por la falta de previsión de la policía catalana, a cuyos mandos la Fiscalía sitúa en el centro de la estrategia rebelde. «La convocatoria sería pacífica, de resistencia pasiva sin violencia. Éramos conscientes de que se iba a producir la escalada, pero sin esa magnitud, y ahí quizá hemos fracasado. El dispositivo de los tres cuerpos fue insuficiente, pero no soy el comisario de Planificación (de los Mossos)», atribuyó el testigo, que finalizó diciendo que sus agentes usaron «la fuerza» el 1-O y que cerraron 139 locales. Sobre el papel del mayor Trapero, no le atribuyó ninguna responsabilidad política.
El exmayor de los Mossos Josep Lluís Trapero declarará como testigo en el juicio del 'procés' el próximo jueves. Trapero está pendiente de juicio en la Audiencia Nacional, donde está acusado de rebelión y se enfrenta a 11 años de prisión. Su nombre ha estado en boca de todos esta semana, ya que fue señalado por José Antonio Nieto o Diego Pérez de los Cobos como pieza clave para que el referéndum se celebrara por su alineamiento con el Govern. Sin embargo, dada su condición de investigado podría acogerse a su derecho a no declarar. También han sido llamados la semana que viene Carles Viver, Josep Maria Jové y el exsenador Santi Vidal.
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