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Juan María Olano, Floren Aoiz y Karmelo Landa, representantes de HB en julio de 1997.
La izquierda abertzale ante el crimen de Miguel Ángel Blanco: Silencio cómplice y primeras grietas

La izquierda abertzale ante el crimen de Miguel Ángel Blanco: Silencio cómplice y primeras grietas

Herri Batasuna optó por cerrar filas para evitar que las voces críticas que surgieron fuesen a más

d. guadilla

Miércoles, 13 de julio 2022, 01:08

El secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco generó una mayoritaria ola de dolor en la sociedad vasca. Y esa indignación golpeó con fuerza a quienes habían desoído el llamamiento para que ETA no acabase con la vida del concejal del PP en ... Ermua. La Ertzaintza tuvo que proteger las sedes de HB de la ira popular. Por primera vez, la izquierda abertzale se vio acorralada y algunas voces internas empezaron a cuestionar una estrategia de violencia que, sin embargo, aún tardó otros quince años en desaparecer. «Digamos que aquello no fue como la caída del Muro de Berlín, que de repente se derrumbó y nadie se lo esperaba. Pero, evidentemente, todo lo que sucedió aquellos días abrió un debate muy intenso». A corto plazo nada cambió, pero algo se movió.

Las palabras de un veterano miembro de Herri Batasuna resumen el efecto que tuvo en toda la izquierda abertzale la ejecución de Blanco. Aquel asesinato no fue un hecho aislado. Llegó en un contexto muy determinado y dentro de una estrategia. Según un exmilitante de HB que para aquel entonces ya se había distanciado de las directrices oficiales, «es lamentable decirlo, pero sorprendió más la reacción ciudadana que la acción en sí».

Sólo dos años antes se había aprobado la ponencia 'Oldartzen' que apostaba por extender el «sufrimiento». Su debate arrancó a finales de 1994 y en enero de 1995 ETA ya había asesinado a Gregorio Ordóñez. A partir de ese momento la banda dejó claro que los concejales, cargos públicos e incluso exdirigentes del PP y PSOE eran su objetivo. En sólo dos años intentó matar a José María Aznar y acabó con la vida de Fernando Múgica. También asesinó a empresarios, a Francisco Tomás y Valiente, a un vendedor de bicicletas, al psicólogo de Martutene, secuestró a José María Aldaya, a José Antonio Ortega Lara, extendió la kale borroka... Se trataba de aplicar el terror para doblegar al Gobierno. La respuesta del Estado fue contundente. El Tribunal Supremo procesó a 23 miembros de la mesa nacional de HB por haber cedido a ETA el espacio electoral para emitir su 'alternativa democrática'. «El objetivo de la izquierda abertzale era aumentar la tensión al máximo», apunta un excargo público que vivió en primera línea aquellos momentos. En este clima, ETA secuestra a Miguel Ángel Blanco.

Durante las 48 horas que duró el secuestro, HB mantuvo silencio. Frente a las llamadas de la mayoría de la sociedad vasca pidiendo clemencia para el edil del PP, el núcleo duro de la izquierda abertzale permaneció callado. Hubo excepciones. Algunos presos de la banda y concejales aislados solicitaron su liberación. También lo hizo Patxi Zabaleta, parlamentario de HB. Pero fueron versos sueltos. La izquierda abertzale cerró filas. La respuesta de la mesa nacional llegó tras la ejecución de Blanco con una nota de prensa en la que denunciaba el «linchamiento social» que sufría.

Protesta ciudadana ante la Herriko de Santutxu.

Antiguos miembros de HB sostienen que hubo intentos por evitar el crimen, que se hicieron llamadas... Pero públicamente no hubo ningún gesto. Todo lo contrario. La estrategia fue «la de mantener prietas las filas». Pero aunque en ese momento no pareció moverse nada, empezaron a surgir grietas internas. Meses después, históricos miembros de ETA como José Luis Álvarez Santacristina 'Txelis', Kepa Pikabea y Joseba Urrusolo Sistiaga firmaban un documento en el que abogaban por el fin del terrorismo. Todos fueron expulsados de la organización.

Pero a corto plazo nada cambió. Menos de dos meses después, ETA asesinaba a un policía nacional, en octubre a un ertzaina y en diciembre mataba a José Luis Caso, edil del PP en Rentería. En septiembre de 1998 se firmaba el Pacto de Lizarra, llegaba la tregua y se abría la esperanza. Pero una vez más se truncó. El 18 de octubre de 2000, la Guardia Civil detenía a Ibon Muñoa, concejal de HB en Ermua cuando Blanco fue ejecutado. Nunca pidió su liberación. En realidad, estaba alojando en su casa a los miembros de ETA que mataron al concejal del PP, su compañero en el Ayuntamiento.

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