Cristian Reino
Jueves, 8 de agosto 2024, 20:33
Siempre dice que no hay nada comparable a haber sido ministro de Sanidad durante la pandemia más grave en un siglo. Todo lo demás le parece casi pan comido. Incluso correr una maratón con 56 años. Fue en 2022, en Valencia, y bajó de las cuatro horas. Tras estar cuatro años en la oposición, llega su oportunidad de gobernar Cataluña. Ganó las elecciones con claridad y sorteó no sin dificultades los últimos metros hasta alcanzar la meta. Los últimos obstáculos antes de convertirse en presidente, con los votos de su partido, ERC y los comunes, fueron la consulta de las bases del partido republicano y, sobre todo, la aparición estelar de Carlos Puigdemont. Pero este jueves en el que se temía que podría suspenderse la sesión de investidura se acostó ya como el tercer presidente de la Generalitat socialista desde la recuperación de la democracia, tras Pasqual Maragall y José Montilla.
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Sus adversarios, incluidos los republicanos que propiciaron con sus votos su elección, le acusan de ser el líder del PSC menos progresista y menos catalanista. El más españolista, le imputan, por sus declaraciones en el pasado a favor del 155 y por haberse manifestado en las protestas de Sociedad Civil Catalana, junto al PP, Vox y Ciudadanos contra el 'procés'. También porque acostumbra a hablar tanto en catalán como en castellano. Si en 5 años, como dice ERC, el concierto económico ya opera a pleno rendimiento, ya no se le podrá calificar como el dirigente del PSC menos catalanista de la historia, sino que será aún más nacionalista que los Maragall, Mascarell, Castells o Nadal y habrá cumplido el viejo sueño de los convergentes Pujol, Mas y Puigdemont.
Nacido en la Roca del Vallès, en la provincia de Barcelona, en 1966, licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona y máster en Economía por el IESE, católico y 'periquito', lo que en Cataluña da un carácter especial, ha hecho casi todo en política: ministro de Sanidad, alcalde de La Roca del Vallès, director general de Infraestructuras en la Consejería de Justicia de la Generalitat y concejal de La Roca, además de primer secretario del PSC o secretario de organización y jefe de la oposición en el Parlamento de Cataluña durante cuatro años.
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Llega su momento y el objetivo que se puso en campaña -pasar página a la etapa del 'procés', un periodo que considera una «década perdida» para Cataluña- no está claro que lo pueda cumplir, si gobierna de la mano de ERC y se ajusta al programa que ha firmado con los republicanos.
Puede ir de pasar página al 'procés' a abrir el melón del concierto económico, un modelo que rechazaba para Cataluña, de la misma manera que echaba pestes de la amnistía y el referéndum. La amnistía es ya una realidad y la consulta se queda en el tintero como la próxima exigencia de los independentistas, que los socialistas pueden rechazar, pero ya sin crédito tras haber negado por activa y por pasiva la amnistía y el concierto.
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El acuerdo suscrito con ERC deja la gran paradoja de que en 2025 el Gobierno y la Generalitat, ambos en manos socialistas para entonces, tendrán que negociar en la comisión mixta Estado-Govern la puesta en marcha de la soberanía fiscal para Cataluña en la que ninguna de las dos partes ha creído nunca. Illa, como presidente de la Generalitat, tendrá que exigir avances al Gobierno por imposición de ERC y no porque lo recoja su programa de gobierno. Esquerra ya le advierte de que estará muy atento para que cumpla.
Fue la cara visible del PSC en la manifestación del 8 de octubre de 2017 convocada por Sociedad Civil Catalana contra el 1-O y contra la declaración unilateral de independencia, la del millón de personas. Sin embargo, estos años se ha sentido más a gusto pactando con los independentistas, desde las cuentas del Govern de Aragonès hasta medidas para blindar el catalán o el reparto de poder en alguno de los principales organismos autonómicos como TV3. Igual que Pedro Sánchez, estaba en contra de la amnistía y la ha acabado por asumir, en un giro pragmático que tuvo premio en las urnas con 42 diputados (sobre 135). Asegura que no habrá referéndum sobre la independencia en Cataluña, pero también decía que la amnistía era anticonstitucional.
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Hizo la mili y llegó a alférez, en el cuartel del Bruc. Empezó a correr en 2018, tras dejar de fumar. Suele salir a las cinco de la mañana, antes del amanecer. Le ayuda a mantenerse en forma y a ordenar las ideas del día.
La primera tarea que tiene sobre la mesa es la de que el Govern empiece a centrar sus esfuerzos en resolver los problemas de la gente. El día a día, la política de las cosas, como la sanidad, la educación, la sequía, la desigualdad, la seguridad o la inmigración. «Queremos unir y servir a los catalanes, poniendo los servicios públicos como primera prioridad del autogobierno», dijo en campaña. Pero comienza muy maniatado por los compromisos con ERC tanto en Barcelona como en Madrid.
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En campaña solo reveló quién será su consejera de Interior, Nuria Parlón, actual alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, que dimitió de su cargo en la ejecutiva del PSOE tras el apoyo de los socialistas al 155, en 2017, y el director general de la Policía catalana, que será José Luis Trapero, jefe de los Mossos durante el 'procés'. ERC le ha impuesto que incluya en su gabinete una consejería de Política Lingüística.
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