En bus al lugar más seguro del mundo

Para subir a esta lanzadera es necesario pasar dos controles policiales. Primero, un perro capaz de detectar explosivos olfatea a trabajadores y miembros de la prensa. Cámaras, portátiles, mochilas... Nada escapa al olfato de estos canes. Después, una vez superada la larga fila -hay más de 2.000 periodistas acreditados y otros tantos azafatos, cocineros, camareros y demás gente del staff-, los agentes de la UIP de la Policía Nacional vuelven a revisar las pertenencias. DNI y Pasaportes se miran con lupa, literalmente. Todo para obtener el visto bueno y poder acceder a la lanzadera azul que es un autobús de la Empresa Municipal de Transpotes del Ayuntamiento de Madrid con un letrero especial para la ocasión.

Nada se deja a la improvisación, España se juega su imagen y los viajeros, tras un viaje de un cuarto de hora por calles desiertas, llegan a la entrada de recinto ferial, hoy más vacío que otras veces ya que la cumbre solo se desarrolla en dos de los 9 pabellones de IFEMA, aunque todo el atrezzo -con un coste que asciende a 35 millones de euros- ocupa 54.000 metros cuadrados. La sensación es la de penetrar un castillo fortificado porque dentro espera al visitante otro control, más exhaustivo que el de cualquier aeropuerto y en el que se pide a los periodistas que enciendan sus dispositivos electrónicos por si hubieran ocultado explosivos en el lugar de la batería.

Entre los periodistas, hay coreanos, estadounidenses, turcos, italianos, portugueses... Todos parecen algo abrumados mientras caminan por las instalaciones cerradas del primer tramo de IFEMA. Hasta el centro de prensa, esperan unos diez minutos a pie, entre policías y restaurantes cerrados que en otro tipo de eventos, más amigables, estarían repletos de visitantes.

La sala que albergará a los periodístas es mastodóntica, con salas de montaje para las cadenas de televisión y sets para las principales, como el de Televisión Española, que le ha ganado la partida a otras emisoras estadounideses como la CNN o la CNBC, que cuentan con espacios más modestos. En las mesas corridas para la prensa escrita, dos elementos que de no estar allí harían la cobertua más dificil: enchufes de sobra, clave del wifi y café gratis, la sagrada trinidad al completo.

La simple idea de volver a Mar de Cristal para buscar un lugar para comer queda después de esta larga travesía totalmente descartada. Solo queda el comedor del centro de prensa que no es ajeno a la inflación. En su carta, bocadillos y sandwich cuestan entre siete y ocho euros. Si se opta por un menú completo el precio es de 20,35 euros, pero si se eligen platos sueltos se debe pagar por el salmorejo 7,70 euros y 8 euros por una ensaladilla rusa.

Algo parece, de repente, estremecer la calma tensa que rodea a la cumbre. Una marabunta de cámaras y micrófonos rodea la puerta de entrada de la gran sala. Son el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, rodeados de una comitiva masiva. El primero hace de cicerone al segundo y le muestra el recinto que albergará una cumbre que ambos tachan de «crucial».