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Faltan casi 50 días para las elecciones en Madrid, pero han caldeado el casi siempre bronco ambiente del Congreso como si fueran vísperas. Regresaron, si es que se habían ido alguna vez, los epítetos gruesos y las frases chabacanas, un barrizal en el ... que se movieron con soltura el vicepresidente Pablo Iglesias, y el secretario general del PP, Teodoro García Egea, que ejerció de 'alter ego' de Isabel Díaz Ayuso.
El debate entre Pedro Sánchez y Pablo Casado suele ser el plato fuerte de las sesiones de control al Gobierno, pero este miércoles se quedó en aperitivo. El líder de la oposición colocó su mensaje electoral -«el 4 de mayo en Madrid ganará la libertad»- y vaticinó que el Gobierno de coalición está en descomposición y la legislatura tiene los días contados. El abandono de Iglesias, dijo Casado, así lo indica porque «cuando un barco comienza a hacer aguas, empiezan a salir de él». Y se quedó ahí, sin mencionar a los roedores.
Sánchez buscó la ironía, se ve que «estamos en campaña», pero enseguida recurrió a los argumentos de rigor para afear al PP que vuelva a «las malas artes, la corrupción y el transfuguismo» para abortar la moción de censura en Murcia del PSOE y Ciudadanos contra el presidente popular Fernando López Miras. «No hace falta que se cambien de sede -afirmó el presidente del Gobierno- quédense en (la calle) Génova y ahórrense la mudanza porque representan la peor versión del PP, la de la corrupción y la ultraderecha».
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David Gómez Manuel Buitrago
María Eugenia Alonso
Iglesias y García Egea tomaron el relevo con brío y el vicepresidente y candidato de Podemos en las elecciones madrileñas no se anduvo con rodeos para acusar al número dos del PP de «comprar» a los diputados «tránsfugas» de Ciudadanos en Murcia para frustrar la moción de censura. Su curiosidad le llevó a preguntar: «¿Cómo ha conseguido usted la pasta? ¿La ha puesto usted o se la ha dado algún constructor?»
García Egea lamentó lo «poco que nos ha durado» el vicepresidente en el Gobierno y abundó en el símil náutico para resaltar que todos huyen del «barco de Sánchez e Iglesias». También recurrió al sarcasmo de felicitar a su interlocutor por dejar el Ejecutivo y pasar a «la oposición». El mejor camino para ese tránsito, auguró, es Madrid porque al día siguiente del 4-M el destino del vicepresidente será «sentarse a rodear la Asamblea de Madrid», un recordatorio de su respaldo al movimiento 'Rodea el Congreso' que en 2012 protagonizó manifestaciones contra «la casta» política. Entre medias, uno afeó al otro sus filias comunistas, y el otro reivindicó la historia de los comunistas en España. La historia cultural sobre la libertad, el comunismo y el fascismo que va a ser el pan de cada día en la campaña electoral.
A todo esto, las preguntas que motivaron los debates entre Sánchez y Casado y entre Iglesias y García Egea versaban sobre la pandemia, de la que nada se dijo. Las elecciones en Madrid del 4 de mayo han impregnado todo el debate. El PP las encara como un banco de pruebas para unas generales; para Podemos son un examen para aquilatar la experiencia de la coalición gubernamental; para Ciudadanos son un ejercicio de supervivencia, se juega el ser o no ser. Son los tres que más arriesgan y más contribuyen al recalentamiento del medio ambiente político.
La aparición de las primeras encuestas también agudizaron el estado de nervios. Los sondeos apuntan a una cómoda victoria del PP sin mayoría absoluta, que la alcanzaría con más o menos holgura con Vox, que se mantiene. Reflejan asimismo la recuperación de Podemos de la mano de Iglesias y a costa de un retroceso de Más Madrid, el partido de Íñigo Errejón y Mónica García. El PSOE pasaría a ser la segunda fuerza con similar representación, mientras que Ciudadanos, salvo milagro, estaría condenado a desaparecer.
Los liberales son los grandes perdedores de la sucesión de terremotos políticos y ayer grabaron otra muesca en su árbol de las desgracias. Las deserciones llegaron a sus grupos en el Congreso y el Senado, que hasta ahora se mantenían fieles a Inés Arrimadas. En la Cámara baja su diputado por Pablo Cambronero se dio de baja del partido, pero sin renunciar al escaño.
Pasará a formar parte del Grupo Mixto, igual que los senadores Emilio Argüeso y Ruth Goñi, que siguieron los mismos pasos escudándose en un cambio «ideológico» en el partido. Con sus renuncias, Ciudadanos queda con nueve diputados y solo cuatro senadores, con lo que ya no puede tener grupo en la Cámara Alta y también acabará en el Grupo Mixto.
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