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El proyecto de Presupuestos Generales del Estado llegará después del verano. Dejado atrás lo peor de la pandemia, el Gobierno ha retomado su hoja de ruta y trata ahora de forjar una mayoría que le permita sacar adelante unas cuentas para el próximo año. Pedro ... Sánchez desea romper ya con los Presupuestos diseñados por el PP en 2018 y lograr unos propios que le garanticen, al menos, dos años más de legislatura. Pero entre sus planes no entra retrasar el calendario y dejar que pasen las elecciones autonómicas catalanas, todavía sin fecha, para jugar con la complicidad de Esquerra Republicana. «Este país necesita unas cuentas públicas y las necesita ya», señaló este lunes la portavoz gubernamental, María Jesús Montero.
La intención del Ejecutivo es presentar los Presupuestos «en tiempo y en forma» y empezar a negociarlos en el momento en que se concrete el reparto de los fondos europeos para hacer frente a la crisis del coronavirus –a España le corresponden 140.000 millones entre transferencias y créditos– y sea más preciso el dato de caída del PIB. Sólo entonces, cuando el «esqueleto presupuestario» esté armado, el Gobierno comenzará a pulsar a los grupos.
La apuesta de Sánchez es contar con el apoyo de los partidos que en enero votaron a favor de su investidura con el añadido de Ciudadanos. Una combinación difícil porque la presencia de los liberales incomoda a Unidas Podemos y a Esquerra. «Con nosotros o con la derecha», recuerda el portavoz republicano en el Congreso, Gabriel Rufián. El juego a dos barajas impacienta a los independentistas que, presionados por el ambiente preelectoral en Cataluña, instan al Gobierno a escoger socio y cumplir el compromiso de reabrir la mesa bilateral de diálogo que asumió a cambio de su abstención en la investidura. «Quien no quiere negociar nunca encontrará el momento oportuno», remarcó el vicepresidente del Govern y coordinador de ERC, Pere Aragonès, que exigió nuevamente cerrar cuanto antes la fecha para su segundo encuentro.
En la Moncloa aseguran que «no tiene problema alguno» en cuadrar agendas con el Ejecutivo catalán para reunirse, una vez pasen los comicios vascos y gallegos del 12 de julio. «El presidente ya anunció que no tendría inconveniente en reunirse en julio», dijo Montero, que llamó a los republicanos a que participen de unas cuentas que están más allá de agendas políticas.
Fuentes del Ejecutivo reconocen que el clima político en Cataluña no facilita la búsqueda de acuerdos y ven con preocupación el planteamiento excluyente que hace el partido de Oriol Junqueras. De ahí que Sánchez no renuncie a explorar la vía naranja. El partido de Inés Arrimadas admite su voluntad de pactar los Presupuestos con el Gobierno y no pone líneas rojas pero reconoce que el acuerdo será muy difícil si el Gobierno retoma la «mesa de la infamia» y concede «privilegios a los presos» del 'procés'. «Eso nada tiene que ver con unas cuentas públicas», aseguró la titular de Hacienda, que agradeció a Ciudadanos su respaldo en las sucesivas prórrogas del estado de alarma y en el decreto de la 'nueva normalidad' pero también le pidió que abandone «los vetos cruzados».
En el Gobierno mantienen todas las puertas abiertas, incluso para el PP, al que Montero llamó a «no autoexcluirse» de la negociación presepuestaria. «Seguimos aspirando –apuntó– a que la totalidad de las fuerzas, incluido el principal partido de la oposición, participen de las cuentas». Sánchez y su gabinete consideran que, en un momento en el que la sociedad reclama consensos, los populares deberían «arrimar el hombro».
Según la titular de Hacienda, el Ejecutivo «tiene la mano tendida» y que Pablo Casado se queje de que van dos meses sin llamadas del presidente «es agarrarse a una excusa para no negociar unas cuentas que son urgentes para reconstruir el país, crear empleo, servicios públicos de calidad y modernizar el tejido productivo». Pero el PP no se muestra proclive a acercar posiciones con el Gobierno en el plano económico. Al menos, de momento.
CRISTIAN REINO | Barcelona
El Gobierno y la Generalitat siguen jugando al gato y al ratón a cuenta de la mesa de diálogo sobre Cataluña. El Ejecutivo central ya hace días que ha confirmado su voluntad de que la próxima reunión de este foro para abordar una salida a la cuestión catalana tenga lugar el mes de julio, como le exige ERC, pero unos y otros se miran de reojo, con las elecciones catalanas y la negociación de los presupuestos en el horizonte.
El Ejecutivo central pone el dedo en la llaga de la división en el independentismo para evitar concreciones. La ministra portavoz, María Jesús Montero, reiteró este martes que el presidente del Gobierno no tiene ningún problema en convocar la mesa para la segunda quincena de julio, una vez hayan pasado las elecciones vascas y gallegas. Aunque, al mismo tiempo, trató de trasladar la presión al campo independentista. «El president Torra tiene que decidir si quiere reunirse en julio», dijo, sembrando dudas. El presidente del Gobierno, en La Vanguardia, afirmó el domingo que quiere que la mesa se celebre este mes pero ve un «contexto difícil en Cataluña ya que se está generando una situación claramente preelectoral».
ERC, mientras, presiona para que la convocatoria no se vaya más allá del verano. «Basta ya de excusas», dijo Pere Aragonès. Esquerra es quien más interés tiene y ve maniobras dilatorias como guiño a Ciudadanos. Haber conseguido sentar al Ejecutivo a negociar sobre la cuestión catalana es su principal aval para seguir defendiendo en campaña electoral un secesionismo más pragmático y alejado de la vía rupturista de Puigdemont. La Moncloa intentó situar el balón en el tejado del Palau de la Generalitat, pero la parte catalana despejó la pelota de inmediato. «Es la Moncloa quien tiene que decidir si quiere reemprender la mesa», según la portavoz, Meritxell Budó. El Govern acusó a Sánchez de poner en riesgo la mesa de negociación. E incluso no garantizó que la reunión se celebre en julio. En este punto, los intereses de JxCat y ERC no tienen nada que ver. ERC necesita que la mesa siga viva, como bandera electoral, todo lo contrario que los postconvergentes, que ya anticipan que el diálogo entre Madrid y Barcelona será un fracaso desde el argumento de que no hay nada que negociar y que la única vía posible es la unilateral.
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