De promover unas elecciones anticipadas allí donde se sentía poderoso –Castilla y León– para poner en marcha el tictac de salida de Pedro Sánchez de la Moncloa a reventar en una crisis interna sin precedentes que hace tambalearse al partido como un funambulista sobre el ... abismo y que, al tiempo, revierte el paso de la legislatura al convulsionar la derecha como alternativa al Gobierno PSOE-Unidas Podemos. Esta es la radiografía de la desconcertante mutación experimentada por el PP en apenas quince días de un febrero funesto: los que median entre haber podido endosar a Sánchez una derrota quién sabe si decisiva tumbándole la reforma laboral –frustrada por el error al votar de Alberto Casero, mano derecha de Teodoro García Egea–, el endiablado escrutinio castellanoleonés y, finalmente y lo peor, el estallido con ferocidad inaudita del pulso que libran Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso.
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Con los populares aún enfebrecidos ante el espectáculo de 'política gore' protagonizado por ambos líderes, que se reunieron en secreto el viernes reconvenidos por los barones, la evolución de la crisis está trufada de interrogantes. Si derivará hacia el descabezamiento de uno de los dos contendientes, con piezas para el sacrificio en escalafones inferiores –arrecian las críticas contra los modos de García Egea y el 'casadismo' señala a Miguel Ángel Rodríguez, el hombre fuerte de Ayuso–. O si, llegados a este punto de autodestrucción, solo cabe una catarsis, vía congreso extraordinario o no, en la que emerge, recurrente, la figura referencial del gallego Alberto Núñez Feijóo.
El ascendiente ganado por Ayuso desde su rutilante victoria electoral de hace nueve meses supone un riesgo para Génova –constatan en el partido– a la hora de medir las fuerzas entre la militancia del líder del PP y la baronesa madrileña. Con un agravante añadido para la dirección: su ya declarada rival no es solo una representante partidaria, ostenta un cargo institucional refrendado por la ciudadanía del que resulta extremadamente complicado removerla salvo que ella renuncie.
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María Eugenia Alonso
De ahí que el detonante del reventón –la acusación de presunta corrupción en una compra de mascarillas que involucra a su hermano Tomás– trascienda la batalla intestina para sembrar dudas sobre la honorabilidad de Ayuso en el ejercicio de la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Es decir, allí donde más puede dolerle vinculándola, de paso, con el pernicioso lastre de las corruptelas que arrastra el PP madrileño.
La descarnada lucha por el poder interno, siempre con Madrid –casi un partido dentro del partido– en el epicentro, está desnudando la fragilidad del liderazgo de Casado. Y lo hace, además, en un contexto particularmente delicado, en pleno banderazo –acelerado por los propios populares al anticipar los comicios en Castilla y León– hacia las elecciones autonómicas y municipales que culminarán con las generales de finales de 2023, si Sánchez no las adelanta. Una hipótesis que los socialistas siguen descartando «porque no es el momento aún». Pero que adquiere una nueva perspectiva a la luz del temporal que sacude al PP; del grado de descomposición que alcance la formación conservadora si no le hallan remedio –y pronto–; y de las expectativas al alza que pueda pescar Vox, efervescente tras su airosa cosecha en Castilla y León, gracias al río muy revuelto de los populares.
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Aunque el insólito divorcio escenificado desde el miércoles por la noche ha opacado el debate político de fondo, la guerra por el poder que enfrenta a Casado y Ayuso se alimenta de su disonancia, desde posiciones ideológicas no tan distantes, sobre qué hacer con Vox. Horas antes de que su duelo dinamitara al PP, ambos evidenciaron sus discrepancias al defender –el presidente– la búsqueda de un Gobierno en solitario en Castilla y León que excluya a la derecha radical y reivindicar –la baronesa– los pactos sin complejos con los de Abascal.
Con la semilla de la ruptura sembrada en sus entrañas y en puertas de la muy espinosa negociación de Alfonso Fernández Mañueco para retener la Junta castellanoleonesa, el PP tiene razones para temer el intento de 'sorpasso' de Vox como sus zozobras se enquisten sin una vía de salida. Los populares miran con aprensión el precedente de Francia, donde el declive de la derecha clásica carcomida por la corrupción, unido a otros factores sociopolíticos, acabó encumbrando a la ultra de los Le Pen.
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Y mientras Vox se dispone a jugar a fondo sus bazas en Castilla y León para agudizar las disensiones en un PP roto, Sánchez puede sacar del cajón el debate del Estado de la Nación tantas veces requerido por Casado y tan inoportuno en este instante para sus intereses. Una inconveniencia que la portavoz de los populares en el Congreso, Cuca Gamarra, trató de espantar ayer en Radio Nacional por la vía de negar la mayor –llegó a urgir la convocatoria para visualizar que «hay alternativa» al Gobierno– y subrayar la «unidad inquebrantable» de su grupo parlamentario.
A la espera de acontecimientos, el turbulento devenir de la legislatura vuelve a cambiar, una vez más, de raíl con la crisis del PP. Unas turbulencias en el primer partido de la oposición que van a solapar «el infierno», en descripción de uno de sus socios, que le aguarda a Sánchez con las negociaciones de las leyes pendientes con los ministerios de Podemos y sus aliados de ERC, PNV y Bildu.
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