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Cuatro meses después de que la tensión entre Marruecos y España por la entrada en el país del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, alcanzara su cenit con la entrada de más de 8.000 ciudadanos marroquíes en Ceuta, ambos países maniobran para zanjar la ... crisis diplomática. Ayer en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, mantuvo un primer contacto desde su llegada al Gobierno en julio con su homólogo marroquí, Nasser Burita.
El encuentro se produjo en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas, a petición del responsable de la diplomacia española, aunque se tuvo que celebrar por teléfono porque el marroquí no viajó a Nueva York debido a la situación de interinidad de su Ejecutivo, en funciones desde las elecciones del pasado 8 de septiembre.
Ambos han acordado mantener un encuentro en persona «próximamente, dado que no ha sido posible hacerlo durante la Asamblea de la ONU a la que no ha asistido el Ministro marroquí», según explican fuentes diplomáticas. Un gesto que muestra el giro que ha dado la situación desde mayo, cuando Madrid y Rabat cerraron todos los canales de comunicación y se cruzaron mutuamente reproches.
En su discurso de toma de posesión de la cartera ministerial, Albares recordó a «nuestro amigo Marruecos», asegurando que uno de los principales objetivos será reforzar las relaciones con el país vecino. La prensa marroquí interpretó entonces la salida del Gobierno de su antecesora, Arancha González Laya, como un gesto positivo de España frente a su país. Un mes después, el actual titular de Asuntos Exteriores insistió en la importancia de «crear un marco de relaciones» para evitar que estas crisis se conviertan en crónicas.
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