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Imagen del atentado que mató al dirigente socialista Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez Elorza, en Vitoria en el año 2000. e. c.
«Los escoltas tenían un nombre y una familia»

«Los escoltas tenían un nombre y una familia»

El documental 'Las buenas sombras' da voz a los familiares de los 13 guardaespaldas asesinados por ETA y los GRAPO

Martes, 15 de marzo 2022

«Nuestro dormitorio estaba frente al ascensor, se escuchaba el ruido. Pero pensé 'miedo, para qué te quiero, tengo que vivir mucho tiempo en San Sebastián». A Pepi Gutiérrez le mataron a su marido, Antonio Gómez García, el 26 de marzo de 1982. Ella tenía ... apenas 20 años y un bebé de tan solo cuatro meses. Nunca había relatado su historia, el quebranto de por vida arraigado en las entrañas después de que ETA le destrozara la cabeza a balazos y se llevara su existencia por delante junto a la de Enrique Cuesta, delegado de Telefónica en Gipuzkoa. Antonio, que se hizo polícía porque cerró la empresa en la que trabajaba como tornero en Santa Coloma de Gramanet, era el guardaespaldas de Enrique. Cada uno de ellos, con su nombre, su familia, sus ilusiones, su presente y su futuro truncados por la violencia más atroz. Rafa, el otro guardaespaldas de Cuesta, se salvó porque ese día libraba. Purgó «la culpa» que no era suya en forma de depresión durante años. Pepi, la viuda que nunca salió a pasear por las calles donostiarras por el temor inyectado en vena a lo que pudiera pasar, conoció La Concha muchos años después de la mano de Cristina Cuesta, la hija del hombre asesinado al que su esposo, asesinado con él, protegía de la despiadada diana de los terroristas.

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