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Una ilustración de Dolores Delgado. Iván Mata
Perseguida por las sombras del pasado

Perseguida por las sombras del pasado

Perfil de Dolores Delgado ·

La fiscal general del Estado no logra desprenderse de la eterna sospecha de que actúa a las órdenes del Gobierno que la aupó

Domingo, 14 de junio 2020, 00:18

Su trabajo nunca se analizará de forma objetiva. Pero eso ella lo sabía y lo asumió cuando aceptó el cargo el 13 de enero, desmintiendo a quienes la daban por defenestrada por sus polémicas como ministra de Justicia. Es consciente de que se hará ... una segunda lectura de todo lo que haga. De que un mínimo suspiro será diseccionado. Pero es el precio que tiene que pagar por su pasado. La simple sombra de haber usado el trampolín del Ministerio de Justicia para convertirse en fiscal general del Estado -y sin estaciones intermedias- comporta riesgos reputacionales evidentes. Y, probablemente, de por vida.

Dicen que ha aprovechado los meses de confinamiento y perfil bajo (tomó posesión del cargo el 26 de febrero, poco antes de que los juzgados entraran en letargo para combatir al coronavirus) para asumir que nunca más será 'Lola' Delgado, la fiscal que metió a la yihad en el Código Penal español cuando se convirtió en la primera especialista en el islamismo radical en el mundo judicial patrio. En su entorno explican que empieza a ser consciente de que jamás volverá a ser considerada como una jurista imparcial. Que aquella 'Lola' de la Audiencia Nacional a la que convocaban los foros jurídicos de todas las tendencias se ha ido para siempre. Que para la posteridad será Dolores Delgado García, la «fiscal y política», como ya la define Wikipedia. O, simplemente, la fiscal de Pedro Sánchez, que solo meses antes de hacerse con las riendas del Ministerio Público andaba de mitinera del PSOE, codo con codo con el otro togado 'independiente' socialista, Fernando Grande-Marlaska, que estos días también anda en la picota, acusado de utilizar las instituciones del Estado para favorecer al Gobierno que le nombró.

La sombra de la eterna sospecha de la parcialidad será ya su compañera de viaje, una losa muy pesada para alguien que, como Delgado, decía hace solo unos meses en una cena anterior a su nombramiento -y al coronavirus- que cuando acabara esta «aventura» quería volver a los estrados, a pesar de que le había cogido el gusto al gusanillo de la política.

Los que la quieren -y en ese grupo no solo se cuenta su amigo, padrino y 'mecenas' Baltasar Garzón- insisten en que lo de esta semana es «injusto». Que lo que ha pasado no es más que la «profecía autocumplida», esa predicción que, una vez realizada, es en sí misma la causa de que se haga realidad. Que hiciera lo que hiciera iba a pasar. Que a las primeras de cambio la iban a acusar de usar la Fiscalía como una extensión del Ejecutivo. Y así ha sido. Pero la casualidad -y la reactivación de la vida judicial tras el parón de la Covid- ha hecho que sea por partida triple: resucitar la investigación contra Juan Carlos I por las 'mordidas' del AVE a La Meca; rebajar la acusación contra Josep Lluís Trapero por el 'procés' a sedición o desobediencia; y pedir el archivo de la causa contra el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por haber permitido la celebración del 8-M poco antes de decretarse la alerta sanitaria.

Esa ha sido su carta de presentación. Todo concentrado en unas pocas horas. O, lo que es lo mismo, munición pesada para sus detractores. La primera semana 'efectiva' en el cargo de Delgado ha reafirmado, hasta casi blindarlas, las tesis de sus oponentes. A saber: que acusa al 'emérito' por el empeño de un sector del Gobierno de coalición (evidentemente el de Podemos) por no dejar pasar más -ahora que puede- los supuestos desmanes económicos del exjefe del Estado; que lo de dar la posibilidad al exjefe de los Mossos de librarse de la cárcel, aunque sea congruente con lo que sentenció el Supremo en el 'procés', en realidad es parte del acuerdo de investidura de Sánchez con ERC; o que lo de oponerse a investigar al Ejecutivo por su responsabilidad en la transmisión del virus por autorizar el 8-M es solo por salvar al Gobierno que le propuso para el cargo de liderar el Ministerio Fiscal.

Cazada por Villarejo

Dolores Delgado ha reaparecido con la 'nueva normalidad' pero marcada por los fantasmas de la vieja, en particular por el espectro del excomisario José Manuel Villarejo. Es curioso -dicen los que no la aprecian- que las famosas grabaciones del exmando policial a Corinna amenacen con arruinar la vida de Juan Carlos I pero que esas mismas cintas que la Fiscalía usa para acabar con el rey emérito no tengan ningún efecto sobre Delgado. Y eso que los micrófonos ocultos de Villarejo registraron -y luego toda España escuchó en septiembre de 2018- cómo la actual fiscal general del Estado no solo llamaba «maricón» a Marlaska, sino que se jactaba en una comida con el comisario y en la que estaba presente Baltasar Garzón de haber visto (y no denunciado) cómo compañeros de carrera se iban con chicas menores en Colombia.

El nombre de Delgado ha vuelto en los últimos días a la palestra, solo cuatro meses después de que los meros trámites burocráticos de su examen de idoneidad por parte del Congreso y del Poder Judicial desataran una tormenta sin precedentes tras conseguir que la práctica totalidad de la carrera judicial y fiscal se manifestaran en contra de su nombramiento por su falta de imparcialidad.

La ministra de Justicia que sacó a Franco del Valle de los Caídos o que se negó a amparar al juez Pablo Llarena en su persecución internacional a Carles Puigdemont -reconocen en su entorno- nunca logrará sacudirse ya esa sombra de la sospecha de parcialidad. Las palabras en la pasada campaña electoral de Pedro Sánchez presumiendo de la «dependencia» de la Fiscalía General del Gobierno desde luego no le van a ayudar.

Declaraciones ajenas, pero también propias, van a hacer difícil que la ciudadanía reconozca a la vieja 'Lola' imparcial en la nueva fiscal general del Estado. Y es que Delgado, aunque en la 'nueva normalidad' esté obligada a llevar mascarilla y a ponerle mordaza a sus opiniones, sigue siendo esclava de sus palabras. Como aquellas que vertió tras la declaración como testigo de Mariano Rajoy en el juicio a la primera época de 'Gürtel' en verano de 2017. Entonces, Delgado, sin tapabocas alguno y antes de cualquier sentencia, se concedió rienda suelta en Twitter: «Insoportable esta corrupción sistémica. Lo de hoy ha sido patético, triste e indignante».

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