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YOLANDA VEIGA
Jueves, 5 de octubre 2017, 09:11
Ni un 'bona nit' ni una concesión en el gesto. El Rey Felipe VI dirigió el martes un contundente mensaje a la nación en el que emplazó a los poderes del Estado a «asegurar el orden constitucional». Siete minutos de alocución... y un gesto «revelador», ... muy significativo del momento que se está viviendo, la mayor crisis desde el 23-F. César Toledo, experto en comunicación no verbal, analiza al detalle la gestualidad del Rey durante el discurso que ofreció este martes, una emisión vista por más de 12 millones de espectadores.
El dedo «acusador»
«Lo que más me llamó la atención del discurso de Felipe VI fue ese dedo índice acusador. Es un gesto absolutamente inusual en él y lo utilizó cinco veces en seis minutos, algo muy revelador. El Rey señaló exclusivamente a alguien, a quien cree responsable de la crisis catalana, y le señaló con mucha dureza. Ese índice señalador tiene una contundencia más allá de las palabras y aunque el discurso estaba muy medido, parece una expresión espontánea. Eso le dio mucha credibilidad a su discurso, viéndole nadie dudaría de que lo que estaba diciendo es lo que cree, de que no está dando un mensaje que convenga, sino un mensaje que él está convencido de que es verdad. Sus palabras, pese a ser directas y contundentes, estaban medidas, pero ese gesto no lo estaba tanto. Parece que le sale de manera natural, porque además se le 'dispara' unos segundos antes que las palabras. Hay una coherencia absoluta entre la mano y el mensaje que pronuncia».
Tristeza
«En ningún momento se permitió un atisbo de sonrisa. La emoción principal que transmitió a través de los gestos Felipe VI fue la tristeza. Se notó en esas pequeñas arrugas en la frente que se forman cuando se elevan las cejas. A pesar de que estaba muy contenido, de que estaba leyendo en un telepronter, de que el escenario era muy encorsetado... los ojos denotaban tristeza, dolor. También ansiedad. Como a cualquiera que está nervioso, se le secaba la boca, tuvo que mojarse los labios en alguna ocasión, señal de que estaba estresado. Otro detalle que dejaba entrever ese nerviosismo es que se removía en el asiento».
El «error» en la escenografía
«El plano era tan corto y el respaldo del sillón era tan alto que el mínimo movimiento se notaba. El Rey se removió en la silla, lo que daba una sensación no solo de nerviosismo sino que inconscientemente el espectador percibe cierta inestabilidad. Fue un error elegir un sillón con ruedas y giratorio. Por algo no se utilizan nunca en los platós de televisión, precisamente para evitar que se deslice cuando la persona se mueva. Fue la única equivocación en la escenografía, el único detalle que se descuidó... la silla».
¿De pie o sentado?
«De pie siempre se comunica mejor que sentado. Pero en lugar de eso eligieron un sobrio escenario con el monarca a su mesa. La pretensión era ofrecer una imagen de autoridad, de distanciamiento. El Rey no quería hacer ninguna concesión a la interpretación, quería dar un mensaje institucional, que la gente entendiera que no estaba hablando una persona, sino la máxima autoridad del Estado. Salvo el detalle de la silla, todos los elementos eran adecuados, el cuadro de Carlos III detrás, las banderas españolas y europea en el plano, que es lo nomal... La vestimenta, con traje y camisa blanca y corbata granate, también fue la adecuada».
Puños cerrados
«En un momento del discurso el Rey habla del 'Estado' y se le hincha el pecho. Otra evidencia de que él está orgulloso de su país y convencido del mensaje que está trasmitiendo a la audiencia. En otro momento cierra los dos puños para darle más fuerza a las palabras. Ambos son gestos que Felipe VI ha ido aprendiendo. Desde que fue proclamado hasta hoy su comunicación gestual ha mejorado mucho. Al principio su gestualidad era bastante fría, pero ha evolucionado e incorporado gestos que ya son habituales en él, como ese de cerrar los puños para enfatizar sus palabras».
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