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El carácter autonómico de las elecciones en Galicia y País Vasco no resta ni un ápice la importancia que ambas citas tienen para la dirección nacional del PP. De Alberto Núñez Feijóo, la única mayoría absoluta que a día de hoy conservan los populares, ... depende la fortaleza territorial del partido. Sólo esta circunstancia es suficiente para marcar en rojo el 5 de abril en el calendario de los conservadores. Pero las múltiples lecturas internas que se derivan de los comicios tanto gallegos como vascos dan a ambas convocatorias una mayor dimensión a tener en cuenta en la sede central de Génova.
Las miradas apuntan con especial interés a Galicia. Perdidas en 2015 las tradicionales mayorías absolutas del PP en territorios como la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana o Castilla y León, el feudo gallego adquiere una trascendencia simbólica para los populares, además de real. Revalidar lo que la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, ha calificado de «heroicidad» es vital para la formación conservadora. Reforzaría la posición del partido frente al Gobierno de Pedro Sánchez. Sobre todo, ahora que Pablo Casado encomienda a sus barones ejercer de «dique de contención» y que hay asuntos por negociar como la financiación autonómica.
Las encuestas no son tan generosas como el PP desearía. La de Sondaxe para 'La Voz de Galicia' a finales de enero sitúa a los populares en una ajustada mayoría absoluta de 38 diputados. En la dirección gallega juegan con el margen de esos tres escaños de más que obtuvieron en 2016 –41 parlamentarios–, pero los sondeos les dejan poco terreno para cometer errores con la izquierda en ascenso.
En este contexto se enmarca la propuesta de Inés Arrimadas para que PP y Ciudadanos concurran de manera conjunta a los comicios. En principio, esa suma evitaría que los votos de los liberales restaran opciones de representación a los populares. Pero la alianza también podría cambiar el enfoque discursivo de Núñez Feijóo, con tintes «galleguistas» y ambición transversal, hacia otro centrado en impedir la llegada del nacionalismo, BNG, a la Xunta, que es lo que plantea la sucesora potencial de Albert Rivera.
Precisamente, la orientación de la estrategia del presidente de Galicia se considera en otras direcciones territoriales del PP la clave del éxito. Fuentes populares creen que el perfil de Núñez Feijóo no sólo ha contribuido a «no abrir espacios a un nacionalismo conservador» al estilo «de CIU», sino que ha servido para mantener al heterogéneo centro derecha bajo sus siglas. Y, de momento, las encuestas no auguran que Ciudadanos o Vox vayan a romper ese logro.
Su discurso, además, que entienden moderado y centrado, vuelve a someterse a las urnas. Y visto así, de la victoria de Núñez Feijóo depende también, en parte, el peso de una forma de entender la política dentro del PP.
Desde que Casado tomó el relevo de Mariano Rajoy en 2018, el presidente gallego ha representado a los sectores del PP partidarios de templar el discurso, dejar de pugnar con Vox en el extremo derecho y no perder de vista el centro electoral. Son los mismos que ven en el crecimiento de las generales del 10 de noviembre, cuando el líder de los populares evitó en campaña los excesos dialécticos, la prueba de que sus tesis son válidas. La continuidad de Núñez Feijóo, por lo tanto, tiene también consecuencias en clave interna, donde es visto como un contrapeso a la cúpula.
Asunto distinto, y abierto siempre a especulaciones, es si una victoria amplia en Galicia también generaría una nueva oportunidad para Núñez Feijóo en la política nacional. La cuestión es si el dirigente gallego, que ya sorprendió al partido al rechazar postularse como sucesor de Rajoy, alberga ese propósito y si, llegado el caso de un nuevo fracaso de Casado, estaría abierto a dar la batalla.
En las quinielas hasta 2018 siempre figuró como potencial sustituto de Rajoy. También aparecía Alfonso Alonso, que hoy se enfrenta a unas malas perspectivas electorales en el País Vasco. Allí los populares han ido perdiendo sufragios en cada convocatoria electoral. Y de los nueve parlamentarios que lograron en 2016, la última encuesta de EITB Focus les otorga entre cinco y seis. Estos datos explican el interés en este territorio por una coalición con Ciudadanos que mitigue los efectos de la fragmentación. Esa suma, además de un intento por revertir la tendencia a la baja y aguantar, podría sentar el precedente de futuros movimientos para la refundición de la derecha que se propone Casado.
Alonso, además, se juega su propio futuro. Los titubeos de la dirección al designarle candidato han dejado más al descubierto que nunca las «dudas» que, según fuentes populares, despierta el dirigente vasco en el equipo de Casado. Fue apoyo de Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias y busca ahora dotar a su proyecto de un perfil «propio».
Algunos cargos del PP vasco no ocultan que la línea de la actual dirección nacional, tendente, apuntan, a una «visión centralista» y más próxima en lo que a Euskadi se refiere a los postulados que en su día mantuvo María San Gil, no ha contribuido a reforzar las opciones del partido. En todo caso, suenan tambores de renovación y Alonso no tendrá más opción que echar el resto.
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