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Pablo Casado no ha variado de posición. De momento, dejará en manos de Alfonso Fernández Mañueco las negociaciones para formar en Castilla y León un Gobierno en solitario, sin Vox. Pero eso no quiere decir que vaya a imponer un cordón sanitario al partido de ... Santiago Abascal en toda España, como le propuso el martes Pedro Sánchez a cambio de la determinante abstención del PSOE en el debate de investidura. El líder del PP hizo este miércoles oídos sordos al ofrecimiento del presidente del Gobierno. Sin embargo, desde su partido dejaron claro que no seguirán al dirigente socialista en un discurso que creen falaz.
Sánchez aprovechó de nuevo la sesión de control en el Congreso para repetir al líder de la oposición lo que ya había dicho la víspera en el Senado: que está dispuesto a salvarle de la «trampa» en la que se ha metido con el adelanto electoral de Castilla y León si, primero, le pide expresamente ayuda; en segundo lugar, explica públicamente por qué la ultraderecha no puede entrar en un Gobierno, y, por último, aclara que no solo quiere aislar a la ultraderecha en esa comunidad autónoma porque ahora le convenga, sino que está dispuesto a romper con Vox «para siempre y en todos los territorios».
En realidad, la repetición de esa oferta -con la que el jefe del Ejecutivo trata de sacudirse toda la presión que han puesto sobre sus espaldas los alcaldes socialistas de Valladolid y León, Óscar Puente y José Antonio Díez, para que el PSOE sea proactivo a la hora de impedir la entrada de Vox en el próximo Ejecutivo castellanoleonés- llegó cuando a Casado no le quedaba ya tiempo de intervención. Pero el líder del PP podría haber utilizado su turno para abordar un asunto planteado ya la víspera. Y no lo hizo.
Negociación. Mañueco comenzará el lunes con Tudancala ronda de contactos para su investidura.
Credibilidad. Rufián se suma al escepticismo con la oferta del jefe del Ejecutivo, que tilda de «argumentativa».
La gestión del resultado del 13 de febrero resulta muy espinosa para la dirección del partido conservador. Los comicios dejaron a Vox como único socio viable para alcanzar la mayoría absoluta y Abascal ha sido diáfano respecto a su intención de no dejar pasar esta oportunidad para entrar, por primera vez, en un Gobierno autonómico. Pero para Casado ese escenario resulta en estos momentos incómodo, fundamentalmente, porque cree que daría munición a Sánchez para movilizar al electorado de izquierdas en las próximas citas con las urnas; la más inminente, aunque aún sin fecha, la de Andalucía.
Casado, pues, sorteó la cuestión y, aunque en su cara a cara con el jefe del Ejecutivo coló de rondón la pulla de que las del pasado domingo son las terceras elecciones que pierde el PSOE en lo que va de legislatura, prefirió centrar su intervención en otro asunto: el rechazo de los socialistas a la proposición de ley popular para ofrecer «mayor protección» a las víctimas del terrorismo frente a los beneficios penitenciarios de los presos y los 'ongi etorri', los homenajes a los excarcelados de ETA. En la Moncloa alegan que solo ese hecho ya pone en evidencia que el líder del PP fracasó en su intento de hacer de Castilla y León el lugar perfecto para escenificar un cambio de ciclo a favor de su partido.
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La propuesta de Sánchez para imponer un cordón sanitario a la extrema derecha, sin embargo, sí fue respondida por el portavoz del PP, el también alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida, fuera del Congreso. «El problema de España no es que Vox entre a un gobierno, sino el Gobierno de Pedro Sánchez -adujo-. No me parece tan importante para el futuro de España que Vox entre como que Sánchez siga siendo presidente del Gobierno con apoyo de Bildu y ERC, con los que quiere concluir con el régimen constitucional del 78».
Los populares esgrimen que la posición del líder del PSOE como adalid de la moderación y defensor de la democracia no resulta «creíble». Fuentes de la formación argumentan que si Sánchez considera tan perjudicial que el partido de Abascal tenga un papel en el Ejecutivo castellanoleonés podría «dar los pasos» pertinentes para evitarlo. Paradójicamente, no solo desde el PP se puso en solfa que el presidente del Gobierno esté dispuesto a una abstención de su partido. También el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, se mostró convencido de que el ofrecimiento es un mero «recurso político y argumentativo».
En el PP dan por sentado que la ultraderecha no se lo pondrá fácil.«Vox tiene el derecho y el deber de formar parte del Gobierno y si ese derecho no se respeta, votaremos en contra», insistió este miércoles Abascal. Antes de claudicar, sin embargo, Mañueco busca cierto rearme. El lunes iniciará con el líder del PSOE en la región, Luis Tudanca, una ronda de contactos destinada a atraer, fundamentalmente, a los partidos locales y provinciales para acercarse lo máximo posible a los 41 escaños que representan la mayoría absoluta de las Cortes y mejorar así su posición de fuerza en la negociación. «Si Vox quiere convertirse en un partido útil -alegan los populares- tendrá que ceder, pero el PP no cruzará la línea de sus principios».
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