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«Tenemos una dirección jugando permanentemente a no perder. Una dirección que trabaja más para afianzar su control del partido que para ganar las elecciones. Y así no podemos seguir». La reflexión la firma, entre la indignación y el desconsuelo, un cargo público del PP ... que pone palabras al sentir que anida en las filas del partido en sus horas más críticas. Un sentir que, con independencia de lo que parezca internamente el proceder de Isabel Díaz Ayuso, compromete ya sin escapatoria posible a la presidencia de Pablo Casado.
El líder del partido ha convocado para este lunes a su comité ejecutivo, una reunión de su plana mayor a la que ha venido resistiéndose desde que la noche del miércoles el partido saltara por los aires. Presionado por los barones, con el gallego Alberto Núñez Feijóo como portavoz referencial, para que aplique un torniquete cuanto antes a la sangría y con el 'ayusismo' manifestándose a las puertas de Génova -algo que no se veía desde la quiebra en 2008 de Mariano Rajoy con dos emblemas de la lucha contra ETA como José Antonio Ortega Lara y María San Gil-, Casado libra la suerte de su liderazgo en apenas una baldosa. Como un chotis de resonancia amarga.
A estas alturas, con el voltaje incontrolado que ha alcanzado la crisis, el sacrificio disfrazado de renuncia de su número dos, Teodoro García Egea, parece resultar ya del todo insuficiente. Insuficiente porque el seísmo sacude al conjunto del partido y trasciende las inquinas que ha ido acumulando el secretario general en su discutido manejo de los equilibrios y las cuitas internas; pero también porque Casado ha ligado su suerte tan estrechamente a la de su 'brazo armado' que apartar a García Egea vendría a significar tanto como enfilarle a él mismo hacia la salida de la presidencia en la que lleva apenas un trienio.
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María Eugenia Alonso
Ofrecer la cabeza de su segundo en bandeja de plata podría servirle a Casado para calibrar la reacción interna. Pero se antoja un movimiento tardío cuando la crisis ha detonado con tal virulencia como para cuestionar su propia continuidad al frente de la formación conservadora.
Sobre el papel, y al margen de lo que pueda decidir sobre García Egea u otros miembros de su equipo en el disparadero, el abanico de opciones de Casado se reducen a enrocarse evitando adoptar medidas traumáticas -una alternativa más inviable a cada día que pasa: la impresión que cunde es que si el líder no se pronuncia con contundencia, los barones y otros cargos del partido alarmados al extremo lo harán por él-; o bien abrir una espita para que el PP pueda respirar con la convocatoria de un congreso extraordinario que evite desangrarse de aquí al ordinario previsto para julio. Esa convocatoria corresponde formalmente a la junta directiva nacional.
La tesis extendida en el partido es que si Casado opta por esta salida postulándose para continuar lleva las de perder frente al tirón de Ayuso, por una parte, y frente a quienes creen que el partido solo contendrá la debacle si el presidente y la baronesa dan sendos pasos hacia atrás. Aquellos que defienden la 'tercera vía' trazan una solución que pasaría por la celebración de ese cónclave de urgencia sin Casado, con Ayuso en una posición secundaria y con una suerte de «lista de unidad» que entronizara en el congreso a un nuevo presidente respaldado por el consenso interno ahora dinamitado.
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