colpisa / afp
Sábado, 19 de octubre 2019, 15:06
Aceras con adoquines levantados, asfalto fundido y olor a quemado. Barcelona despertaba el sábado impactada por la violencia de la víspera, que causó 182 heridos y 83 detenidos en toda Cataluña, y con una nueva manifestación separatista convocada para la tarde.
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Tras cinco ... noches de disturbios por la sentencia del 'procés', la violencia estalló por la noche en la turística ciudad y otras urbes como Girona, Tarragona y Lleida. En toda Cataluña, los servicios de emergencia atendieron 182 personas y las fuerzas de seguridad realizaron 83 detenciones, informaron fuentes sanitarias y del ministerio de Interior.
Manifestantes destrozaron y saqueado varios comercios, entre ellos una sucursal de La Caixa y una tienda de ropa, donde se dieron los enfrentamientos más graves, con 152 atendidos tras horas de batalla entre violentos y policías, que dispararon balas de goma y espuma, lanzaron gases lacrimógenos y usaron por primera vez un camión lanza agua para abrirse paso a través de las barricadas.
Denunciando la contundente actuación policial, el colectivo de independentistas de izquierda radical Arran ha convocado una manifestación a las 18,00 horas de hoy en la plaza Urquinaona de Barcelona, epicentro de los disturbios del viernes.
«Esto no puede seguir así. Barcelona no se lo merece», ha dicho este sábado la alcaldesa de esta ciudad, Ada Colau, partidaria de celebrar un referéndum sobre la independencia en esta región. «Da mucha tristeza todo esto y nos hace un flaco favor», decía Assumpció Seguí, una jubilada independentista de 75 años en la plaza Urquinaona, zona cero de los disturbios de la noche anterior.
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Entre muchos curiosos y periodistas, operarios de limpieza seguían recogiendo los escombros del día anterior e intentaban arrancar los restos fundidos de las barricadas que habían quedado pegados en el asfalto. En el suelo todavía quedaban cristales, piedras, latas y algunos proyectiles y botes de humo usados por la policía. Marquesinas de autobús, semáforos y comercios dañados completaban el paisaje.
«Llevamos más de una hora recogiendo escombros para poder abrir», lamentaba Ramiro Díaz, prejubilado de 59 años, junto al establecimiento de lotería de su mujer, con los cristales rotos y adoquines y piedras en su interior. «Esto es inadmisible, no se puede consentir (...) La gente tiene ya hasta miedo», añadió.
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