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Dos novios, dos clanes. Uno de Puente de Vallecas y otro de Navalcarnero (ambos en Madrid). Una historia de amor, que termina en tragedia como en una obra de teatro de Shakespeare o de García Lorca. La medición de fuerzas entre cada familia tensaban la ... relación. Los novios, enamorados, siguieron con su empeño de matrimonio. Amenazaban con huir juntos. Así que los clanes aparcaron sus malos humores y aceptaron celebrar el «pedimiento». El primer acto de estas 'Bodas de sangre' se escenificó en el Layso, un bar de «buen ambiente» que cerró para la celebración el domingo en la tarde. A las siete comenzaron a llegar los invitados, más de 50 y menos de 100, según las fuentes. Barbacoa y alcohol. En el aparcamiento, los coches de los asistentes, que venían de sus respectivos asentamientos.
Con las horas de fiesta, el suspense iba 'in crescendo' y cerca de medianoche estalló. La chispa, según una hipótesis, era un desacuerdo económico entre clanes. O pueden haber sido varios focos iniciales del incendio. Algún roce durante el festejo. No es muy factible que fuera una desaprobación total al enlace: los novios no habrían llegado tan lejos. Pero era hora de medir fuerzas. El honor, los lazos la hombría, el vigor de las sustancias consumidas. Los novios intentaron calmar los ánimos.
La discusión empezó por la música, asegura Adolfo, propietario del bar en una entrevista de radio. «Uno quería apagarlo y el otro quería seguir tocando un piano que había allí. Empezaron a discutir. Que te empujo, que no me empujes. Que vamos a la calle y lo arreglamos. Ahí es donde pasó todo, todo por una tontería».
La pelea empezó. Primero adentro del local. Después en la calle, cuando los comensales menos involucrados y más sensatos huyeron. Pero les persiguieron. El segundo acto, entre el aparcamiento y la carretera. No está claro quién atacaba o quién defendía. Si Navalcarnero contra Vallecas o al revés. O era un fiero todos contra todos sin tregua. Sí se sabe que varios de los invitados de Vallecas se escondieron en bares y casas aledañas. Otros que escapaban subieron a sus coches, donde hubo cristales rotos, carrocerías apaleadas. Los coches, algunos atrapados, y la jauría detrás. Los novios huyeron juntos. Se cree que a pie, por la carretera M-404. Por esa ruta corrieron otros tantos.
Había ancianos y niños pequeños. Era un extendido domingo por la tarde. Un banquete planificado para el contento hasta la madrugada. Pero terminó con el enfrentamiento. Se volcaron las mesas, comida por el suelo. No había, según la Guardia Civil, evidencia del uso de armas de fuego ni blancas. Pero estaban los coches. Potentes objetos de exterminio, con o sin intención. En el caos, que duró unos diez minutos, un vehículo atropelló a tres personas, entre ellas un niño. Vivían en el poblado de Navalcarnero. Sus propios familiares socorrieron al pequeño y a otros dos adultos al Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles.
No todos escaparon. Quedaba la venganza. Alguno del clan del que provenían los atropellados se quedó en las cercanías tras el volante. Ya habían intentado sacar a uno de un local, donde se había refugiado. Pasó el tiempo y tres personas decidieron que ya era hora de salir del escondrijo y volver a Madrid. Era una pareja de invitados. Ella de 27 años y él de 28 años. Peque y Jessie. Al salir, el conductor que aguardaba los detectó y, cuando ellos caminaban por la M-404, los emboscó. Junto a la pareja también fue atropellada una chica de 18 años, Lucía, que sobrevivió, aunque con dos piernas rotas y pronóstico reservado en el Hospital 12 de Octubre.
En un coche de grandes dimensiones, el conductor embistió a los tres cuando corrían por el arcén de la M-404. Su forma de conducir indica que no fue un golpe fortuito. Había intención: se salió de la calzada para alcanzar a sus víctimas, rompió una alambrada. Entre la oscuridad, el caos y el campo, nadie les vio. Hasta el día siguiente. Las dos mujeres estaban cerca de la vía, y un hombre escuchó el ruego de la superviviente, que gemía y alzaba la mano. Cerca de ella, la compañera muerta.
Horas más tarde, las autoridades desplegadas en la zona encontraron el cadáver del joven, lanzado a diez metros del lugar con la fuerza del impacto del coche. La autopsia determinará si la muerte fue instantánea o la pareja agonizó durante la larga madrugada. Esa mañana un familiar había puesto la denuncia por la desaparición de tres de su familia. Nadie sabía nada de ellos. Estaban en la cuneta. Habían alcanzado alejarse muy poco, unos 50 metros de la cervecería.
La noche anterior, con la llegada de la Guardia Civil se había disuelto la pelea. Y ahora se teme la continuación de la venganza, esta vez del lado de los asesinados. La Guardia Civil se ha desplegado por las zonas de influencia de los clanes e intenta que los patriarcas de ambas familias eviten el ajuste de cuentas. Los novios, jóvenes en la veintena a los que se creía asesinados en las primeras horas, están en paradero desconocido. Un giro final para este drama.
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