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Las dos primeras sesiones del pleno de investidura aporta ya suficiente información para saber por dónde irá la legislatura: será bronca. De un lado, tenemos un nuevo bloque de izquierda con el independentismo catalán. Sánchez e Iglesias parecían dos colegas de la mili que ... se encontraban después de años sin verse. Ni rastro de los garrotazos, desprecios mutuos y desconfianzas que habían presidido sus relaciones hasta que las elecciones del 10 de noviembre les obligaron al susto del pacto urgente para evitar la muerte política de nuevas elecciones.
Queda por saber cómo se ventilarán las tensiones entre ambos. Iglesias está en la idea de acabar con lo que él definió como régimen del 78 y participa en ese sentido del mismo discurso que ERC y EH Bildu, partido este que pretende justificar ahora la existencia de ETA en democracia porque, dicen, pervivía un régimen autoritario. Sánchez no puede llegar a tanto, salvo que quiera suicidarse él y destrozar a su partido, una parte del cual no traga con el acuerdo de Gobierno y ve en él riesgos de quiebra del sistema democrático tal y como lo conocemos hasta hoy. La agenda social del futuro gobierno es ambiciosa pero, de momento, pasa desapercibida en el debate.
En el lado de la derecha, Casado hizo un discurso de Cayetana Álvarez de Toledo, sembrado de insultos y descalificaciones personales a Sánchez, que en algún momento desbordó la radicalidad de Vox. No le van a dar al nuevo gobierno ni un segundo de paz y van a competir los tres partidos de la derecha por ver quién es el más radical en la defensa de España frente a lo que consideran ya una especie de golpe de estado permanente perpetrado por los nacionalistas catalanes y vascos con la aquiescencia de un socialista al que tildan de felón.
Las palabras de grueso calibre y la crispación están garantizadas, dure lo que dure la legislatura y se atizarán para que esta sea lo más breve posible. Tanto el PP como Vox se sienten portavoces del estado de indignación que en toda España provoca la tensión desatada por los nacionalistas en Cataluña y piensan que eso les puede llegar a dar incluso votos socialistas.
Creo que hay una sensación de vértigo en buena parte de la ciudadanía, de irritación y hartazgo que debería aliviarse con el desarrollo de una legislatura sosegada, cosa que no parece que vaya a ocurrir a tenor de lo visto en estas dos sesiones con enfrentamientos inéditos en un Congreso en el que ha habido jornadas de alta tensión en el pasado.
La presencia de EH Bildu en el Congreso, con grupo propio, y su apoyo a Sánchez, que éste ha agradecido, es ya uno de los caballos de batalla para PP, Vox y Ciudadanos. Hemos asistido ya a un alto voltaje, a severas descalificaciones y a una crispación que han inaugurado la legislatura. Parece que será muy difícil hablar de paro, de precariedad, de pensiones, de jóvenes sin empleo. Una pena.
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