Una estrategia común. Los abogados defensores abandonan el hotel Almirante Bonifaz para dirigirse al Gobierno Militar de Burgos y asistir a la lectura de las sentencias. EFE

Abogados con guion

50 años del proceso de Burgos: el juicio que dio alas a ETA ·

Los defensores del Proceso de Burgos siguieron las instrucciones de los presos para publicitar la causa vasca en el mundo, conscientes de que la sentencia ya estaba cocinada

Sábado, 28 de noviembre 2020

El hotel Almirante Bonifaz de Burgos, un cuatro estrellas que lleva el nombre de un estratega militar que triunfó en tiempos de Fernando III el Santo, se convirtió en el cuartel general del equipo de abogados que defendió a los procesados en el ... histórico Consejo de Guerra. En este caso, la estrategia la diseñaban los presos y estaba encaminada a 'meter ruido', a utilizar el juicio como plataforma para conseguir que la causa vasca tuviera resonancia en el mundo exterior. En su análisis, plantear una defensa profesional al uso no tenía mucho sentido cuando se daba por sentado que la sentencia estaba ya cocinada por el tribunal militar. De hecho, esta actitud provocó que alguno de los letrados que se habían comprometido se echaran luego atrás. Parte de sus honorarios se pagaron con una cuestación popular.

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El papel más relevante del grupo lo protagonizó José Antonio Etxebarrieta, hermano de Txabi, el primer asesino de ETA y su primer mártir, muerto en un tiroteo en Benta Haundi (Gipuzkoa) tras matar al guardia civil José Antonio Pardines en Aduna. El abogado se encargaba de los contenidos de 'Zutik', el boletín interno de la organización pese a que sufría un trastorno neurológico galopante, una mielitis transversa, que interrumpía la conexión entre los nervios de la médula espinal y el resto del cuerpo. En Burgos se movía apoyado en muletas, lo que no le impedía llevar la coordinación del equipo de juristas junto a Miguel Castells y Juan María Bandrés.

Etxebarrieta de encargó de la defensa de Xabier Izko de la Iglesia, la 'pieza mayor' a batir por el tribunal militar, porque era al que se acusaba de ser el autor material del asesinato del inspector Manzanas. Bandrés defendió a Jokin Gorostidi, y Castells a Mario Onaindia. Años después, Bandrés acabaría en Euskadiko Ezkerra y Castells en Herri Batasuna. Ambos fueron requeridos en labores de mediación entre el Gobierno y ETA, y en el caso del primero en algunos secuestros.

En aquel otoño-invierno de 1970 la idea era formar un grupo de abogados que representara a todos los pueblos de España, y que se habían significado en la lucha antifranquista. En Galicia no reclutaron a nadie, pero en Cataluña aceptó Josep Solé Barberá, fundador del PSUC y él mismo condenado a muerte e indultado tras la Guerra Civil. Defendió a Josu Abrisketa, el único que siguió militando en ETA. En Madrid aceptó Gregorio Peces Barba, que fue presidente del Congreso de los Diputados y uno de los padres de la Constitución española de 1978. También fue nombrado Alto Comisionado para el Apoyo de las Víctimas del Terrorismo. Defendió a Víctor Arana.

Era un panel diverso, muy plural, con gente de distintas ideologías, incluido el ámbito cristiano. Etxebarrieta enroló a Francisco Letamendía 'Ortzi' y a Pedro Ibarra, que en aquellos momentos gestionaban un despacho laboralista en Bilbao, y que cubrían la cuota vizcaína en un grupo con mayoría guipuzcoana. Al primero le correspondió la defensa de Itziar Aizpurua y al segundo, la del sacerdote Julen Kaltzada. Otros abogados fueron Ramón María Camiña, que defendió al cura Jon Etxabe; Elías Ruiz Ceberio se encargó de Teo Uriarte; Juan Miguel Moreno Lombarderoatendió la defensa de Enrique Gesalaga; a Ibon Navascues le correspondió Xabier Larena; o Pedro Ruiz Balerdi, que defendió a Unai Dorronsoro. La única mujer en el grupo fue Gurutze Galparsoro, que se dedicó a Ione Dorronsoro.

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El equipo se distribuyó a los encausados en función de la experiencia judicial de los abogados y del montante de las penas. Desde el minuto uno se vio claro que la estrategia a seguir tendría un marcado acento político para poner la causa vasca en el mapa internacional y colocar al régimen franquista contra las cuerdas. Había que aprovechar la presencia de observadores internacionales y de corresponsales de prensa extranjeros. Los abogados ofrecían todos los días una rueda de prensa en el hotel Almirante Bonifaz, que siempre estaba muy concurrida y animada. Agentes de la policía secreta se camuflaban entre los periodistas y en ocasiones sacaban fotografías de los presentes con cámaras diminutas, según han relatado informadores que cubrieron aquel acontecimiento histórico.

La vista sumarísima se desarrolló durante siete jornadas y el tribunal militar tardó en dictar sentencia 19 días. El 27 de diciembre se convocó a los abogados para firmar el acta del juicio, a lo que se negaron. Algunos no pudieron llegar a la hora citada porque ese día cayó sobre Burgos y su comarca una copiosa nevada. El 28, Día de los Inocentes, se comunicó la sentencia. Los condenados a la pena máxima estaban convencidos de que les iban a matar. No fue así. La víspera de Nochevieja el Consejo de Ministros aprobó los indultos.

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José Antonio Etxebarrieta, letrado de Xabier Izko de la Iglesia, charla con Gisèle Halimi. EFE

Gisèle Halimi, la conexión con Sartre

Una de las figuras del juicio fue la abogada Gisèle Halimi, nacida en Túnez pero de nacionalidad francesa, enviada por la Federación Internacional de Derechos Humanos. En los ambientes judiciales internacionales era conocida porque había defendido a militantes del Frente de Liberación Nacional de Argelia y participado en la Comisión Russell para investigar la actuación del ejército de Estados Unidos durante la guerra en Vietnam.

La jurista fue expulsada de España a finales del mes de diciembre. Antes tuvo tiempo para entablar una buena relación con José Antonio Etxebarrieta, que le ayudó a documentarse para escribir el libro 'Le procés de Burgos'. El mayor impacto del libro estuvo en el prólogo, que corrió a cargo del filósofo Jean-Paul Sartre. El intelectual, sumo sacerdote del Mayo francés y promotor también del Tribunal Russell, bendecía 'el hecho nacional vasco' y abrazaba la causa de ETA, lo que le hizo muy popular en Euskadi. Halimi estaba casada en segundas nupcias con Claude Faux, secretario de Sartre y era muy amiga de su pareja, Simone de Beauvoir.

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