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Francisco Apaolaza
Sábado, 11 de febrero 2017, 13:38
Hay en la entrada del Palacio de Vistalegre una escultura enorme de un toro y, aunque los tendidos están decorados con unos velos morados, se escucha a un tipo que toca un tambor de vez en cuando y parece que está cambiando de tercio. La ... mañana en el congreso de Podemos tiene algo de fraternidad traicionada y por debajo de los abrazos y las sonrisas discurre un río de sombras, de tensiones y de reproches, como de reunión de comunidad de vecinos.
Quedaba lejos de la mañana aquel abrazo fraterno de Vistalegre I, con Bescansa echando la lagrimilla. Esta entrada fue distinta. Iba primero Íñigo Errejón, delante de un pelotón de gente. En Podemos, cuando suben al escenario lo hacen con un paso largo, con la zancada juvenil con la que salen los viernes los chavales del insti. El partido no quiere que nadie sospeche que en dos años se ha hecho viejo y sin embargo, Pablo Iglesias camina como si en los hombros llevara el peso del mundo o un paso de misterio de Semana Santa. Entró solo, cuando ya estaba todo el mundo en el escenario, preso de los focos y con un aire tan solemne que parecía ausente, ensimismado, casi enfadado y oscuro. Era un boxeador camino de la pelea.
Cuando lo ve la gente, enloquece. En las gradas corean a Cañamero y a Alberto Rodríguez, el hombre de las rastas, y piden música con el mismo ímpetu con el que pedían un pasodoble para Curro Vázquez en esa plaza en 2001. Todos aquí levantan mucho las manos y hay gente que cree que esa es la herencia gestual que queda del 15-M. Algunos piensan que es lo único que queda.
En el duelo podémico de Carabanchel, Pablo Iglesias disparó primero. Lo aplaudieron a morir. A Errejon lo aplaudieron un poco menos y en el griterío asomaban algunos pitos. Había división de opiniones. El grito del día es Unidad, pero se lo gritan a Errejón. La mayor ovación fue para Urbán, que es el que no tiene ninguna posibilidad, quizás porque los anticapitalistas, que son el tendido siete de Podemos, tienen más presencia en Madrid y mayor poder de movilización. Incluso en las manos que levanta el público y su guerra gestual predominan los puños de Iglesias frente a las victorias del número dos. Si se fía el resultado del congreso a las reacciones del público de Vistalegre, la faena se la van a hacer a Errejón.
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