Francisco Apaolaza
Jueves, 27 de octubre 2016, 10:19
Con el cambio de rumbo del PSOE, la mañana en el Congreso es de los equilibristas. Ha abierto el fuego parlamentario Antonio Hernando, que ha demostrado que puede pasar por espacios milimétricos, como un pulpo. El portavoz del grupo socialista ha tenido que ir de ... procesión y repicar las campanas en un ejercicio de contorsión política: alejarse de Rajoy sin quemar al PP ante el que se abstendrá el sábado, defenderse como heredero de la tradición socialista, mantenerse en cabeza de la oposición y decir lo contrario de lo que ha venido diciendo en los últimos meses.
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El ejercicio de acrobacia no debió de ser suficientemente brillante para Pedro Sánchez, que ha pasado el 80 por ciento de la intervención de su compañero mirando el móvil y el resto mirando las pinturas del techo de la cámara. No se ha dejado ni una. Técnicamente, Sánchez ha roto la disciplina de aplauso, pues de las cuatro ovaciones que ha dado su partido al sagaz Hernando, se ha ahorrado los cuatro. Solo ha aplaudido al final, lenta, desganada e irónicamente. Los díscolos Susana Sumelzo, César Luena, Margarita Robles y Odón Elorza ni siquiera aplaudieron el final.
En Podemos, en cambio lo están pasando en grande. Irene Montero, Ramón Espinar, Errejón e Iglesias están dando un recital de risas, gestos, carcajadas y burlas como si en lugar del Congreso de los Diputados estén en la última fila del autobús escolar. Ana Pastor ha advertido de que no se votará antes de las seis y media de la tarde.
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