Es curioso, todo el mundo está convencido de que la formación de un nuevo Gobierno es urgente pero nadie se da prisa para conseguirla. El acuerdo logrado estos días entre el Partido Popular y Ciudadanos es sin duda un paso adelante, a primera vista importante, ... aunque en la práctica ya se verá. Todo está prendido con alfileres. Lo más concreto y positivo es que por fin, el 30 de agosto, dentro de doce días, habrá sesión parlamentaria de investidura. Algo es algo.
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Algo es algo porque la fecha es el punto de partida para unos plazos muy concretos. Si triunfa, el nuevo Gobierno podrá echar a andar sin más rodeos. Si fracasa todavía habrá dos meses para que los partidos sigan negociando bajo la espada de Damocles de unas terceras elecciones cuyo principal disgusto para sus líderes es que algunos quedarían desbancados del intento mientras que los votantes tendrían quizás el aliciente de optar entre otras caras.
El acuerdo entre Mariano Rajoy y Albert Rivera aporta algún aspecto más que no debe pasar inadvertido. Aunque el PP intenta disfrazar las condiciones leoninas que Ciudadanos ha impuesto, la realidad es que ha tenido que aceptar lo inimaginable: desde exponerse a una investidura a cara de perro, sin garantías de éxito como quería evitar, hasta asumir una investigación parlamentaria bochornosa, pasando por una purga sin precedente entre los miembros afectados por la corrupción.
El aspecto más complejo con todo es que se trata de un acuerdo que al final puede quedarse en nada. Bueno, quizás, sí: en la aceptación de medidas que Rajoy consideraba inimaginables e inaceptables. Por lo demás, todo sigue dependiendo del PSOE y más que del PSOE de la obstinación de su secretario general en el rechazo. Pedro Sánchez está en un callejón sin más salida que las terceras elecciones y muchos de los suyos saben que eso hay que evitarlo.
Pero evitarlo no es tan fácil para Sánchez después de meses y meses oponiéndose, después de dar la imagen pública de que no le hacía ascos a la Presidencia aupado por Podemos y los independentistas y de ver que Rajoy, que era y es quien necesita su ayuda, le ninguneaba, se empecinaba en cargarle el muerto de su propio fracaso y de estar viéndose desautorizado por otros próceres y dirigentes del partido, incluso con mayor solera socialista algunos de ellos.
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Una vez que hay fecha, la duda que se abre es si finalmente se saldará con algún tipo abstención 'técnica' del grupo del PSOE o si, por el contrario, seguiremos condenados algún tiempo más a este juego de trapichantes, que más que vocación y voluntad política, la imagen pública que ofrecen es la de caracoles sin rumbo o perdices mareadas. El tiempo, que a pesar de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera sigue pasando, nos lo dirá, sí.
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