Melchor Sáiz-Pardo
Jueves, 7 de julio 2016, 11:19
¿Qué pasó realmente en aquella casa de la calle Mirador en un barrio acomodado de Rivas Vaciamadrid? ¿Por qué el Juzgado Mixto número 3 de Arganda del Rey ha dejado libre y sin medida cautelar alguna al padre que, según la Guardia Civil, secuestró ... y encerró a su hijo durante dos años en condiciones infrahumanas y al borde de la inanición? ¿Por qué nadie tomó medidas contra el presunto secuestrador cuando hace tres años su mujer y sus dos hijas fueron liberadas de una reclusión similar?
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El caso Rivas se ha llenado de incógnitas solo horas después de dejar a todo el mundo boquiabierto. La noticia, en principio, no tenía aristas. La Policía y la Guardia Civil, de forma coordinada, habían culminado con éxito la operación. Habían liberado en tiempo récord a un joven de 19 años al que su padre había mantenido secuestrado en su propia casa durante dos años. Los agentes encontraron al adolescente en tal grado de desnutrición, deshidratación y desorientación que los servicios paramédicos que participaron en la operación tuvieron que asistirle de inmediato.
Víctima de continuas palizas
La víctima apenas pesaba 43 kilos y narró a los agentes que llevaba dos años de cautiverio con continuos maltratos físicos y psicológicos. Palizas diarias. Recluido todo el día en un habitáculo, sin apenas comida y con el agua racionada. Sus lesiones y un lamentable estado de salud confirmaron su versión. La víctima detalló que hacía catorce meses que su progenitor ni siquiera le dejaba poner un pie en el rellano de la escalera.
La casa, desde luego, parecía una mezcla entre una cárcel y un estercolero. El domicilio estaba blindado con rejas, aluminios y maderas, que hacían imposible una fuga y tampoco dejaban entrar la luz. En el interior, el caos. Estaba repleto de trastos inservibles, de muebles viejos recuperados de vertederos y de basura. «Basura por doquier», según los guardias civiles que le liberaron y que relataron a este periódico que eran casi imposible moverse por el interior del inmueble entre tanto desperdicio.
Esos mismos agentes explicaron que la investigación se inició hace solo unos días, cuando la víctima envió un mail a la dirección atencionfamiliaymujer@policia.es, alertando sobre su situación. En ese correo electrónico, el joven cautivo facilitaba el mail y el teléfono de contacto de su hermana.
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Ahí comienzan las incógnitas. La hermana de la víctima confirmó punto por punto la versión del joven. Es más, dijo ser plenamente consciente de que su hermano llevaba dos años encerrado por su padre, pero admitió que nunca se planteó denunciarlo. Y eso, a pesar de que la propia mujer, junto a otra hermana y su madre habían sido víctimas de un cautiverio similar por parte del cabeza de familia hace tres años. Una reclusión que solo acabó cuando la madre logró fugarse y denunciar los hechos ante la Guardia Civil. Las tres mujeres acabaron en un centro de acogida de la Comunidad de Madrid, mientras que el hijo optó voluntariamente por quedarse en la casa con su padre, de religión hinduista, que entonces tampoco fue detenido.
Más interrogantes
Pero los interrogantes del caso no acaban ahí. Solo horas después de que el Ministerio del Interior informara de la operación de liberación del joven, el Juzgado Mixto número 3 de Arganda del Rey, el mismo que había autorizado el registro, acordó la puesta en libertad sin medidas cautelares del presunto secuestrador, aunque acusado de detención ilegal y malos tratos en el ámbito doméstico.
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El supuesto agresor, que se enfrentó violentamente a los agentes que le detuvieron tras ver el estado en el que mantenía retenido a su hijo, regresó ayer a mediodía a su domicilio de Rivas Vaciamadrid ante el asombro de sus vecinos, con los que mantenía constantes choques. El supuesto secuestrador les acusaba de envenenar su agua, de someterle a radiaciones y de haber ordenado a la mafia rusa que le acosara.
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