Secciones
Servicios
Destacamos
Diego Carcedo
Domingo, 8 de mayo 2016, 19:37
La muerte de Fernando Álvarez de Miranda reaviva en estos días el ejemplo del diálogo entre las fuerzas políticas que hizo posible la Transición. Era, además de europeo militante, un demócrata de convicción y, durante muchos años de dictadura, defendió y ensayó la búsqueda del ... entendimiento entre las fuerzas políticas enfrentadas. Y sus disgustos le costó: en 1962 participó de forma muy activa en la reunión del Movimiento Europeo que el Régimen calificó de forma despectiva y acusadora 'Contubernio de Muchich', el primer intento serio, después de tantos años de posguerra, de unir en una estrategia conjunta a la oposición clandestina del interior y la que seguía actuando desde el exilio Nada nada más regresar a Madrid fue acusado junto a otros participantes y deportado a la isla de Fuerteventura, considerada por el franquismo como el penal más duro con que contaba.
Más información
Cuando, tas la muerte del Caudillo, la situación empezó a normalizarse y la libertad fue emergiendo en la vida pública, Alvarez de Miranda, un cántabro con sólida formación jurídica, se convirtió enseguida en una figura política de primera fila. Su protagonismo en muchos momentos fue eclipsado por su discreción y sentido de la eficacia que exigía las altas funciones y responsabilidades que le tocó asumir. Monárquico juanista, ideológicamente demócrata cristiano y conciliador nato, fue de los primeros en ceder en algunos planteamientos personales para lograr la creación de la UCD, el partido que aglutinó a fuerzas muy diferentes desde liberales hasta ex franquistas en un objetivo común.
Fue un defensor de lo que encerraba la Unión del Centro Democrática, sufrió mucho cuando el partido empezó a hundirse, pero resistió hasta el final como miembro de su Comisión Liquidadora. En una interesante conversación con él en El Salvador, donde fue embajador algún tiempo, recuerdo una conversación mantenida con él en 1988, en que le escuché con cierta sorna: Al final he sido el encargado de apagar la luz y cerrar la puerta. Pero su gran aportación a la normalización democrática ya la había culminado con creces: había sido en 1977 el primer presidente del Congreso, en una legislatura corta pero complicada. Bajo su Presidencia los constituyentes redactaron la Constitución y él fue el primero en firmarla cuando la sociedad la aprobó en referéndum.
También fue varios años Defensor del Pueblo y, hasta el final de sus días, un referente constante del ejemplo de su vida pública: el de un hombre inteligente, brillante como jurista, bondadoso, afable en el trato personal y abierto a hablar, a negociar, a pactar siempre, convencido de que así funcionaría con eficacia un sistema democrático. El nombre de Fernando Álvarez de Miranda y Torres tiene un lugar en la historia de España por más que él nunca haya reivindicado honores ni pretendido que su papel en tan difícil etapa política fuese equiparado, como sin duda merece, con el de los demás protagonistas de la Transición. Es triste que su muerte le haya sobrevenido en unas fechas en que su ejemplo no siempre esté siendo secundado.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.