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Lara Arias
Jueves, 13 de marzo 2025, 20:55
A media hora de Valladolid, en uno de los pueblos colonizados, creados por el Instituto Nacional de Colonización en la época de posguerra para contribuir al desarrollo agrario, se encuentra La Santa Espina. En él se ubica una de las muestras más singulares de la comarca, la Exposición de Mariposas, insectos y distintos artrópodos, una colección que no deja indiferente a nadie. Esta exhibición reúne más de tres mil ejemplares de los cinco continentes que, durante más de cincuenta años, el Hermano Pantaleón Palacios (La Salle) fue recogiendo, adquiriendo e intercambiando en distintas regiones del mundo.
En el año 2008, el Hermano tomó la iniciativa de crear una exposición permanente de mariposas en el interior del Monasterio de La Santa Espina, una muestra que se convirtió en un referente para los amantes de la naturaleza y la entomología. Esta colección ofrece a los visitantes la oportunidad de contemplar la diversidad y belleza de estas criaturas en un entorno único.
Sin embargo, en el verano de 2022 y tras 134 años de presencia en el monasterio, los Hermanos de La Salle pusieron fin a su labor en La Santa Espina. Con su marcha, la emblemática exposición tuvo que trasladarse a un nuevo espacio, encontrando su actual hogar en La Casa de la Naturaleza del pueblo. Desde allí, se sigue preservando y divulgando el legado del Hermano Pantaleón y asegurando que su pasión por las mariposas continúe inspirando a futuras generaciones.
La Santa Espina, un pequeño municipio que apenas llega a los 100 habitantes, cuenta con una iniciativa aplastante. Sus primeros habitantes llegaron en régimen de colonos desde municipios cercanos y, desde entonces, han mantenido las tradiciones vivas, como son las fiestas en honor a su patrón, San Isidro Labrador.
Ubicado en plena comarca de los Montes Torozos, La Santa Espina es considerada como el oasis de la comarca, debido a su embalse del Río Bajoz, que fue construido por el Servicio de Concentración Parcelaria en la década de 1960 en el cauce del río por el que lleva su nombre junto con otras construcciones complementarias con el fin de regar las tierras de cultivo del valle. Con el tiempo ha tomado otras finalidades como zona recreativa para pescadores y senderistas, además de un lugar al que ir para disfrutar de la naturaleza.
Además, cuenta con un espacio verde de recreo conocido como 'La Pradera', donde los visitantes pueden disfrutar de una zona de ocio y disfrute habilitada para comer, entre otras actividades. Esta zona resulta perfecta para los peregrinos que pasan por la zona, ya que La Santa Espina es lugar de paso del Camino de Santiago en su ruta Madrid-Sahagún.
Asimismo, la localidad destaca por su tradición apícola, aquí se desarrolla miel propia de la zona y de una alta calidad. No hay ninguna tienda local de la capital que no tenga entre sus estantes algún producto de las abejas de La Santa Espina.
Pero esto no es todo. Lo primero que sorprende al visitante es su peculiar estructura urbana. Una línea longitudinal de casas blancas sobresale entre el verde del paisaje, ofreciendo una imagen singular y armoniosa. A lo largo de sus calles se pueden admirar diversos murales que narran la historia del pueblo. Destacándose el mural de Manuel Sierra y la escultura homenaje a los primeros pobladores, obra de Lorenzo Duque, ambas creadas para conmemorar el 50 aniversario de la fundación de La Santa Espina.
Hay que remontarse al año 1147 para fechar el Real Monasterio de Santa María de la Santa Espina. Actualmente, las dependencias monásticas albergan el CIFP San Rafael de La Santa Espina, la Escuela Agraria más antigua de España. Este centro, gestionado por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de la Junta de Castilla y León, imparte ciclos formativos de grado medio y superior, manteniendo viva la tradición agrícola de la zona y dando oportunidad de formarse a numerosos jóvenes llegados desde toda la región.
El trazado urbanístico del pueblo fue diseñado con sencillez y funcionalidad. Se construyeron dos calles principales paralelas, unidas por calles perpendiculares más pequeñas. En este tejido urbano se levantaron 50 viviendas destinadas tanto a agricultores como a obreros, además del Ayuntamiento, las escuelas y las viviendas del párroco y de Acción Católica. Con el tiempo, se realizaron mejoras en el abastecimiento de agua, la instalación eléctrica y la urbanización general del pueblo.
Asimismo, otra de las señas de identidad de la localidad es su Monasterio. A pocos metros del núcleo urbano se encuentra el Real Monasterio de Santa María de La Santa Espina, un majestuoso conjunto monástico fundado en 1147 por doña Sancha de Castilla. Su nombre proviene de una reliquia presente en el mismo, una parte de la corona de espinas de Cristo, que fue obtenida gracias a Luis VII de Francia. De su primera época aún se conserva la Sala Capitular, considerada una de las mejores muestras del arte cisterciense en España, así como la Sacristía.
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Su iglesia es el resultado de diversas ampliaciones a lo largo de los siglos y combina diferentes estilos arquitectónicos, destacando sus esbeltas torres gemelas del siglo XVIII. Además, el monasterio cuenta con dos claustros: el de la Hospedería, del siglo XVI, y el Regular, del siglo XVII.
Dentro de los muros del monasterio se encuentra también el Centro de Interpretación de la Vida Rural, promovido por la Asociación 'Aperos de Ayer' en colaboración con la Consejería de Agricultura y Ganadería. Esta exposición recrea el ciclo de la agricultura a través de las cuatro estaciones del año y permite conocer oficios tradicionales como la fragua, la panadería, la quesería y la Casa del Labrador, con una amplia colección de objetos etnográficos.
Cuando acepté el reto de concurrir a las elecciones municipales al cargo de alcalde pedáneo, hace ya unos veintidós años, posiblemente lo que más pesó en esta decisión fue la convicción de que quizá era el momento de hacer algo por mis vecinos, de coger el testigo de aquellas otras personas que con anterioridad venían haciendo esa labor. Desde entonces, día tras día, sigo con esa intención de ayudar a mis vecinos, de hacerles más fáciles las cosas y apostar por mejorar su calidad de vida, y después de todo este tiempo, creo haberlo conseguido. Aún hoy en día seguimos trabajando en esta labor, que cada vez se hace más complicada por las dificultades que se presentan para la mejora de los servicios públicos. El envejecimiento de la población y el despoblamiento exigen abordar una serie de nuevos retos a los que es muy difícil dar respuesta, básicamente debido a que las políticas de índole municipal no son suficientes, ya que son necesarias otras actuaciones transversales de carácter supramunicipal a las que las políticas autonómicas y estatales tampoco están sabiendo dar respuesta. La dinamización de los pequeños núcleos de población es una ardua labor que, sin embargo, no rehuimos en La Santa Espina, y que, gracias a la implicación y colaboración de los vecinos, vamos consiguiendo año tras año. La Santa Espina, un pueblo de orígenes eminentemente agrícolas y ganaderos, ha venido luchando por hacerse un hueco como referente turístico de la provincia y en mi opinión, el objetivo se ha logrado, con mucha dedicación y, por supuesto, con la ayuda de nuestro principal bastión, el Monasterio, y de nuestro privilegiado entorno. Por ello, es fundamental seguir apostando por iniciativas que fomenten el arraigo y el desarrollo local. La mejora de infraestructuras, el apoyo al comercio y la promoción de actividades culturales y turísticas son pilares esenciales para mantener vivo el espíritu de nuestra comunidad. La Santa Espina tiene mucho que ofrecer, y con el compromiso de todos, seguiremos avanzando en la dirección correcta. Quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer la continua disposición de los vecinos para todas aquellas tareas en las que se ha requerido su presencia, ya que gracias a ellos somos lo que somos, porque una cosa está clara, «un pueblo es lo que sus vecinos quieren que sea», si hay colaboración el pueblo avanza y si hay discordia ocurre todo lo contrario.
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María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
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