Nos vamos de ruta con el Porsche 911 Targa 4S: agarre y prestaciones

La combinación de carreteras rápidas -autovías- y trazados de montaña convierten esta zona en el circuito ideal para poner a prueba cualquier coche. En esta ocasión lo hacemos al volante de un Porsche 911 Targa 4S, un vehículo nacido para disfrutar. El Targa es la tercera variante de carrocería del Porsche 911 y tiene la peculiaridad de que la parte del techo puede guardarse en un compartimento encima del motor, lo que deja a este modelo prácticamente sin maletero.

El motor de tipo bóxer, de seis cilindros, 3,0 litros de cilindrada, va sobrealimentado por turbocompresores. El cambio de marchas es automático de doble embrague (PDK) y tiene ocho relaciones. Tienen suspensión de dureza variable (PASM) con regulación automática y constante de la amortiguación. El Targa 4S tiene de serie un diferencial autoblocante trasero controlado de forma electrónicamente (PTV Plus; Porsche Torque Vectoring), lo que se agradece a la hora de controlar un vehículo de gran potencia y aceleración.

Como en los 911 de la actual generación, hay un programa de conducción especialmente pensado para circular sobre superficies mojadas (Wet) que no pudimos probar porque disfrutamos de un día soleado y muy agradable, lo que nos permitió hacer el viaje descapotados. El Porsche InnoDrive también ha sido recientemente incluido en el resto de la gama y es un asistente de conducción predictiva que optimiza la velocidad de marcha con una antelación de hasta tres kilómetros. Utilizando los datos del navegador, calcula los valores de aceleración y deceleración óptimos para los siguientes tres kilómetros, y los va ajustando por medio del motor, la transmisión PDK y el sistema de frenos. El Porsche 911 Targa 4S tiene llantas de 20 pulgadas y cuatro discos de frenos de 350 mm, con pinzas fijas de seis pistones delante y cuatro detrás (pintadas en rojo).

El trayecto hasta Patones de Arriba, un pueblo encajado en medio de un desfiladero de la sierra Norte madrileña, pone de manifiesto todas las bondades del Targa, especialmente en la revirada subida por una carretera estrecha de montaña. Al llegar al pueblo, la vista de las casas de pizarra negra y sus calles empinadas, impresiona. La oferta gastronómica es muy variada, con un restaurante prácticamente en cada esquina. Tras la comida emprendemos camino hacia el valle del Lozoya, para disfrutar de un café en la plaza de España de Rascafría tras pasear hasta el Real Monasterio de Santa María del Paular, una joya que hay que visitar.