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Juan Roig Valor
Lunes, 24 de octubre 2022, 22:26
Cuesta creer que una empresa célebre por sus potentes motores, capaces de transformar el petróleo en ruido, velocidad, caucho quemado y humo, mucho humo, sea la responsable de recuperar la biodiversidad de su Emilia-Romaña originaria, pero si hiciera falta más evidencia de que el ... mundo está cambiando Ferrari ha lanzado un SUV y Rolls-Royce un coche eléctrico.
En el caso del Grupo Volkswagen, al que pertenece Lamborghini, la reducción de emisiones es una prioridad. Aunque la Comisión Europea ha considerado una excepción para que los fabricantes de bajo volumen no estén sujetos a la prohibición de vender motores térmicos a partir de 2035, la marca de exclusivos superdeportivos italianos puede acabar muriendo de éxito: sus ventas no paran de incrementarse trimestre a trimestre.
Por ello, los siguientes modelos del fabricante serán híbridos. En palabras de su CEO, Stephan Winkelmann, los 1.000 millones de inversión en este ámbito hablan por sí mismos. «Tenemos que mantener el equilibrio entre sostenibilidad y el rendimiento del coche, por lo que es una labor más compleja para nosotros». El primer eléctrico de la marca se estima que llegue en 2030.
«Tenemos el objetivo constante de crear soluciones que están fuera de lo común en el mundo del automóvil, y algunas iniciativas, como el proyecto de biomonitorización de las abejas o el bosque de 10.000 robles en 17 hectáreas para suplir las emisiones de nuestra fábrica son solo dos ejemplos», concluye.
Lamborghini se ha propuesto reducir las emisiones de su flota en un 50% de cara a 2025, tomando como referencia la cifra de CO2 de 2021. En 2030, estiman que este indicador sea un 80% menor.
En el Parque Lamborghini, a escasos kilómetros de la fábrica de Sant'Agata Bolognese, el fabricante lleva a cabo sus experimentos de sostenibilidad. Por ejemplo, ha construido lagunas que son un criadero de insectos y pequeños peces que, a su vez, sirven de alimento para los pájaros que habitan en los más de 10.000 robles que están plantados en las premisas.
El robledal está configurado de tal forma que los investigadores de Lamborghini pueden determinar cuál es la distribución óptima de árboles para captar el mayor dióxido de carbono posible. Si están demasiado juntos, entran en competencia y no sobreviven todos, y si están demasiado separados, podrían plantarse más árboles.
Pero, dentro de ese bosque se encuentra también el centro de biomonitorización de 600.000 abejas. Estas sirven para estudiar la situación de contaminación y pesticidas en un radio de cinco kilómetros, el que recorren diariamente para polinizar. Con 13 panales de alta tecnología, capaces de registrar las entradas, salidas, temperatura promedio y muertes del enjambre, la firma italiana sabe cuál es el estado del entorno de forma constante.
Que recolecten 500 kilos de miel al año simplemente es un dulce añadido para repartir entre sus empleados —no está a la venta y, aunque lo estuviera, supondría un impacto marginal en su cuenta de resultados—.
El mayor beneficio de estudiar a las abejas sin intención productiva es el de intentar volver a introducir especímenes sanos en el medioambiente. Son uno de los elementos más importantes como nexo entre el mundo vegetal y animal, y en todo el mundo están contaminadas con un ácaro que atrofia sus alas y acaba haciendo que sus colmenas no puedan sobrevivir, con el llamado problema de colapso de colonias (CCD).
Y, sin embargo, los apicólogos de Lamborghini se muestran optimistas: los científicos están desarrollando métodos para luchar contra ese ácaro y repoblar con abejas que hayan generado resistencia a la enfermedad que transmite, varroosis.
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