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Vida y muerte de la minería

Vida y muerte de la minería

Este 1 de enero de 2019 el sector minero 'se borra' del mapa industrial | Llegó a dar empleo a más de 40.000 personas por la actividad generada en sus 132 explotaciones en la provincia de León | Una pésima reconversión del sector, con inversiones superiores a los 27.000 millones, le lleva a un final abrupto | Sólo un empresario minero, Manuel Lamelas, estudia devolver las ayudas al cierre para mantener viva 'La Escondida'

J. Calvo

León

Lunes, 31 de diciembre 2018, 10:12

De la bocamina, oscura y polvorienta, ya solo brotan historias del pasado, leyendas. Las puertas que abrían el camino hacia las entrañas de la tierra se han cerrado para siempre. Con el pestillo pasado y el pasamanos huérfano, la memoria de la minería se reduce a todo lo vivido por quienes formaron parte de un singular ejército de héroes dispuestos a entregar su vida por arañar la tierra, ganarse el pan y vivir con dignidad.

Su profesión, la de minero, es pasado. Ahora solo forma parte de las fotografías porque, desde hoy, ya nadie baja a la mina. Este primero de año el sector, clave en el desarrollo industrial de la provincia de León, llega a su fin.

Lejos quedan los tiempos de mula y carro, cuando el carbón recorría la provincia como si fuera 'oro negro', cuando viajar al abismo, a las profundidades de la tierra, era una llamada la épica. Eran los años finales del siglo XIX y entonces rescatar el mineral resultaba una labor cien por cien manual en la que tras adentrarse en una galería había que mirar de frente a los ojos del mismo demonio.

Vídeo. Un minero camina hacia su última jornada en el tajo en Torre del Bierzo. César Sánchez

Todo ello ayudó a crear un halo de grandeza y misterio, de admiración y vértigo, hacia aquellos personajes que, armados con un zurrón, un pico y un casco, caminaban hacia el centro de la tierra. La lucha, que la hubo, siempre fue desigual.

La minería leonesa despertó tarde, quizá por su complejidad, por la dificultad para extraer mineral en zonas que en su momento llegaron a calificarse como de imposible rendimiento. Y fue así hasta que el tren y las necesidades de la Primera Guerra Mundial sirvieron como germen para el nacimiento de la Minero Siderúrgica de Ponferrada y la Hullera Vasco-Leonesa.

132 minas

Ambas empresas fueron la bandera del sector, pero a su lado, brotaron decenas de explotaciones. Una tras otra, hasta alcanzar las 132 minas que completaron el mapa industrial de la provincia. Y a la sombra de cada mina crecía la riqueza, y los cementerios.

En las cuencas leonesas se llegaron a generar hasta 41.000 empleos en los años 60. En realidad, todo giraba sobre el carbón en la zona norte de la provincia. El mineral generaba riqueza desde el mismo momento en el que el picador hacía su trabajo a cientos de metros de la superficie. El carbón daba rendimiento al minero, al transportista, a las térmicas y a la industria complementaria.

En los años 90 el sector tenía a 13.000 trabajadores registrados en el régimen especial de la minería en la provincia de León. Una década después, eran poco más de 2.000 mineros. Hoy, ni un puñado queda.

Día a día, mes a mes, año a año, la minería iba desmoronándose como un castillo de naipes. Era tan evidente su caída que nadie lo quería ver. Ni ahora, ni nunca. Los distintos gobiernos invirtieron más de 27.000 millones de euros en ayudas públicas para la reconversión del sector, pero en realidad nadie pensó en la reconversión. El dinero, en sí mismo, lo nublaba todo.

Empresarios pícaros y sin escrúpulos, políticos descentrados y una sociedad un tanto cómplice al creerse más fuerte de lo que en realidad era hicieron que tan millonaria inversión se dilapidara en gastos inútiles: piscinas en las que nunca nadie llegó a bañarse porque ni siquiera se llenaron de agua, polideportivos en los que nadie jugó, parques saludables a los que nadie paseó, carreteras que no llevaban a ningún lado, nuevos ayuntamientos a lo que pocos vecinos acudieron, polígonos industriales sembrados de zarzas y matojos. La lista de este dislate perpetuado en el tiempo se haría interminable. Hubo para todo y para todos, menos para lo que debería haber sido el objeto real de la multimillonaria inversión: crear empleo alternativo a un sector condenado por Europa y víctima de unas obligadas políticas 'verdes'.

Este primero de año, la guillotina cae sobre el sector. La ley obliga, y no hay indulto de última hora. Cuando el calendario muestre la primera hoja del 2019 quedarán los mismos mineros que dedos hay en ambas manos. Ni uno más, ni uno menos. Pertenecen a 'La Escondida', la última mina que se resiste a morir. Lo hace en Laciana, en un valle que tenía 15.000 personas censadas en su capital -Villablino- en los 90 y donde hoy a duras penas se llega a los 9.000, muchos de ellos prejubilados del sector.

Vagonetas abandonadas tras el cierre de una explotación minera.

'La Escondida'

'La Escondida' pertenece al empresario Manuel Lamelas, un tipo hecho a sí mismo que siempre ha defendido el mineral contra viento y marea. Sus diez mineros seguirán ahí, en labores de mantenimiento, hasta conocer si finalmente puede o no devolver las ayudas al cierre dadas en su día a las explotaciones.

En su conjunto se inyectaron 500 millones de euros al sector para planificar un cierre ordenado, pero en el cierre no hubo ni orden, ni concierto. En el caso de tratarse de explotaciones rentables habría que devolver las ayudas recibidas y, en ese punto, solo Manuel Lamelas se ha plantado: devolverá los 8,35 millones de euros recibidos si la fórmula matemática que sustente la operación incluye precio razonable para la tonelada de mineral y garantía de compra en térmica. Si no es así en 'La Escondida' las bombas de achique dejarán de funcionar y el agua llegará hasta el cuello de la explotación. Y ése será el epitafio para el sector.

Pero el fin de la minería no termina en las explotaciones. Ese círculo vicioso que supone la reconversión total del sector conlleva el cierre de las térmicas; en León, Anllares, Compostilla y La Robla. En ellas se quemaba el carbón que encendía la luz de cada vivienda, pero sus 'peligrosas' emisiones de CO2 y su dudosa rentabilidad también las condenan. Con ellas se irán otros 2.500 empleos.

Dos mineros abandonan la explotación tras la última jornada de trabajo. César Sánchez

Mineral de importación

Tan sólo quedarán las térmicas próximas a las costas, las de interior bajan la trapa. ¿El motivo? A las costas llegan los barcos con carbón de importación procedente de Colombia o Rusia y en la actualidad ese mineral supone el 90% del 'combustible' para la producción de energía. Es mejor comprar el mineral fuera que mantener la actividad dentro, se ha concluido por parte de los técnicos ministeriales. ¿Tiene lógica? Para Manuel Lamelas «ninguna porque no solo hay que mirar el precio sino las condiciones de explotación en las que se saca el carbón que aquí se va a comprar», ha reiterado hasta la saciedad. Su reflexión no parece exenta de lógica.

Este 1 de enero de 2019 quedará para la historia por ser el primer día sin minería. El día 'cero más uno' de un sector que llegó a ser determinante para el desarrollo industrial de la zona norte del país. Desde ese día la minería sólo formará parte de la hemeroteca y, si acaso, seguirá alimentando fantásticas historias de héroes, de personajes que nunca tuvieron miedo a nada y que se atrevieron a enfrentarse a la muerte por conseguir un poco de carbón.

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