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En Salina Turda, en Rumanía, han reconvertido una mina de sal en un parque de atracciones. E. C.
Una segunda vida para las minas

Una segunda vida para las minas

Reconversión. Los yacimientos se han reiventado para albergar actividades relacionadas con la cultura, el deporte o la ciencia

SANDRA S. FERRERÍA

Domingo, 8 de noviembre 2020, 10:43

Un hotel, una fábrica de cerveza artesana, un centro de datos y hasta un parque de atracciones. No, no se trata de los espacios en los que se desarrolla una película de ciencia ficción, sino de minas y búnkeres que, en la actualidad, viven una segunda vida. Espacios reconvertidos a lo largo y ancho del planeta que se reinventaron, y trajeron consigo empleo y actividad económica. Algo que también se busca para las minas asturianas después de que echaran el cierre, las últimas en 2018, en cumplimiento de la directiva europea que obligaba a clausurar los yacimientos de carbón que no fueran competitivos. Únicamente continúa la actividad extractiva el pozo San Nicolás, en Mieres, propiedad de Hunosa.

Catedral de sal. En Polonia, a 300 metros de profundidad, existe una catedral hecha de sal.

Sin embargo, mientras en las cuencas del Nalón y el Caudal y el suroccidente asturiano esperan proyectos que reaviven la zona, el tejido industrial y la creación de empleo, en otros lugares del mundo avanzan a pasos agigantados en lo que a desarrollos bajo tierra se refiere. Iniciativas que podrían ser inimaginables en Asturias, pero que son una muestra de que existe un amplio abanico de posibilidades para dar una segunda vida a las minas. Precisamente, el consejero de Ciencia, Innovación y Universidades, Borja Sánchez, puso esta semana dos ejemplos sobre la mesa. Para el primero hay que viajar a una antigua mina de oro abandonada en Dakota del Sur, en Estados Unidos. Allí se encuentra el Centro de Investigación Subterránea de Sanford, en Black Hills. A 4.850 metros por debajo de la superficie de la Tierra, se desarrolló en 2014 el experimento LUX-Zeplin, cuyo objetivo era la búsqueda de materia oscura.

Mina Ojamo. Situada en Lohja, Finlandia, la explotación se convirtió hace décadas en un lugar donde practicar buceo.

El segundo se encuentra en Reino Unido. En este caso, no se trata de una mina, sino de un antiguo refugio antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial. En su interior, dos empresarios crearon Growing Underground, y lo reconvirtieron en el primer huerto subterráneo del mundo. Bajo las calles del barrio londinense de Clapham, se cultivan brotes de guisantes, rúcula, rábanos y berros. ¿La ventaja? La humedad en un pozo minero es constante, por lo que no se depende de las cuestiones meteorológicas para que estos alimentos prosperen.

Invernaderos en Reino Unido. Bajo las calles del londinense barrio de Clapham se cultivan distintas hortalizas

En Asturias, también hay iniciativas planteadas, aunque, por el momento, solo en el papel. Como las propuestas por el SOMA-Fitag-UGT: desde la creación de un espacio para el procesamiento de datos o un centro nacional de entrenamientos en rescates hasta la utilización de agua de mina para producir hidrógeno. Sin embargo, de la que más se ha hablado a raíz de la pandemia ha sido de la propuesta de crear un almacén sanitario en el pozo Santiago, que está en proceso de desmantelamiento.

El sindicato se basa en los búnkeres de Finlandia, donde llevan décadas, concretamente desde la Guerra Fría, haciendo un acopio suficiente de este tipo de material. Mientras que en España las mascarillas se convirtieron en un artículo de lujo muy difícil de conseguir en los inicios de la pandemia, en el país nórdico no hubo desabastecimiento. Los mineros, que son quienes mejor conocen el terreno, señalan que existen una gran cantidad de espacios dentro del pozo que podrían guardar, por ejemplo, cajas repletas de mascarillas, jeringuillas, vacunas y medicamentos.

Sin embargo, otros países han decidido aprovechar las minas como centros de ocio, deporte y actividades culturales, o incluso como viviendas. Uno de los ejemplos más llamativos es el de Coober Pedy, una ciudad minera en Australia. Allí la vida se desarrolla bajo tierra. Todo el pueblo está construido en la profundidad, desde casas hasta los bates, pasando por comercios. Incluso existe un hotel, el Desert Cave Hotel, donde los turistas pueden vivir la experiencia de dormir bajo tierra. La razón que llevó a este pueblo a vivir en esas condiciones fueron las altas temperaturas, que en verano alcanzan los 48 grados, a las que se suman las tormentas de arena.

Galería de pruebas de Hagerbach. Situada en Suiza, entre sus cavidades se desarrollan eventos y actividades experimentales.

La actividad minera en Ojamo (Lohja, Finlandia) comenzó en 1542 y cesó en 1960. El bombeo de agua se detuvo y el yacimiento se inundó. Pero los finlandeses vieron una oportunidad. En los años 70 se practicó el primer buceo. El agua llega a más de 200 metros de profundidad, y la mina Ojamo es considerada como una de las más importantes cuevas de buceo.

En Suiza, está la galería de pruebas de Hagerbach. Entre sus cavidades hay campos experimentales, laboratorios, salas de seminarios y hasta lugares para celebrar una boda, entre otras actividades. Fue precisamente en los años 70 cuando el ingeniero de minas Rudolf Amberg fundó está galería con el propósito de ofrecer un espacio para la investigación y desarrollo para la construcción de túneles. Primero, se centró en probar tecnologías de perforación y explosivos para, luego, dar paso al resto de usos.

Coober Pedy. Es una ciudad australiana bajo tierra, que cuenta incluso con el hotel subterráneo Desert Cave.

En la misma línea, en Burdeos, se encuentra un búnker que alberga el centro de arte digital más grande del mundo. Así, ha pasado de albergar flotas submarinas alemanas e italianas durante la Segunda Guerra Mundial a cobijar grandes obras de arte contemporáneo. El centro se llama Les Bassins de Lumières, que en castellano quiere decir 'Las piscinas de luz' y en él se pueden ver exposiciones inmersivas en sus 12.000 metros cuadrados. Las proyecciones se reflejan en el agua de las cuatro piscinas donde antes atracaban los submarinos.

Mientras que bajo los pies de los polacos existe una auténtica obra de arte. Se trata de una catedral subterránea hecha de sal en Wieliczka, construida a 300 metros de profundidad, que data de la Edad Media. Otro ejemplo extremo de hasta donde puede reutilizarse una mina se encuentra en Rumanía. La actividad de la Salina Turda -una mina de sal- cesó en 1932. Hace diez años se reabrió como parque de atracciones. Además de recorrer distintas zonas y de ver la maquinaria original, los visitantes pueden disfrutar de una noria, una bolera o un minigolf.

Centro de arte Digital. En Burdeos, este búnker acoge obras de arte contemporáneo.

Pero tampoco hace falta irse tan lejos de Asturias para encontrar proyectos interesantes. En León, concretamente en Villablino, el pozo Lumajo alberga una fábrica de cerveza artesanal donde se realizan visitas guiadas y degustaciones.

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