La familia Cañizares, con tres generaciones de mineros, celebra el día de Santa Bárbara, patrona de los mineros, en su 'casa', Ciñera de Gordón, recordando cómo el 'espíritu' de esta profesión fue entrando en sus vidas desde el hogar y ven con «pena» como las cuencas han sido «abocadas al olvido» con el cierre de la minería de interior
'Mi sangre es negra y mi herencia, minera'. Este era el lema que se leía en camisetas y pancartas y se escuchaba en proclamas durante las protestas de la minería en el año 2012, las últimas grandes movilizaciones de este sector.
Es un lema con sentido y con peso en las cuencas mineras de la provincia de León en las que, como si fuese un amuleto o una joya, el oficio ha pasado de generación en generación.
Así sucede en Ciñera, donde la familia Cañizares mantiene vivas tres generaciones de mineros. Pepe, Paco y Javi han sido mineros, en tres épocas distintas y con tres visiones diferentes de este peculiar y particular oficio. Paco, padre de Javi e hijo de Pepe, ha llegado, incluso, a coincidir con la generación anterior y la posterior en el tajo.
Los tres se han reunido, para honrar a la patrona Santa Bárbara, cuyo día es el 4 de diciembre. Es una jornada de orgullo, recuerdo y reivindicación y, en esta ocasión con leonoticias, alzarán la voz.
Barrenador de la llave y sutilador. 25 años en la mina
Pepe Cañizares
Picador y vigilante. 30 años en la mina
Paco Cañizares
Electricista y ayudante de minero. 23 años en la mina
Javi Cañizares
En la Plaza de la Iglesia de Ciñera, junto a la gran lampara minera que preside este emplazamiento, en honor a los 'seis de Vasco' y en homenaje a toda esta profesión, conversan sobre este trabajo, esta profesión, que dotó de vida y esplendor a esta comarca y que ahora, con su fin, está abocada al olvido.
«Es algo que ves en casa y poco a poco entra en ti»
«Siempre tienes algo que te empuja a meterte en la mina. Yo he sido hijo de minero y es algo que ves en casa, es tema de conversación, lo escuchas... y poco a poco entra en tu cuerpo. Al final, trabajas más a gusto», explica Paco Cañizares mientra que su padre, que llegó con 29 años a Ciñera de Gordón después de trabajar en las minas de Puertollano (Ciudad Real), la replica: «qué ibamos a hacer aquí, si no había otra cosa». De hecho, sus cinco hijos, incluido Paco, han sido mineros.
Diferente fue el caso de Javi, más joven e hijo de Paco. No tenía claro entrar al 'tajo' pero se presentó la oportunidad. «Estaba haciendo la mili y salieron exámentes para entrar como electricista. Ahora está mal el tema del trabajo, pero de aquellas no estaba mucho mejor. Era una oportunidad de tener trabajo fijo y estable... y en casa. Coincidió así y acabé como ayudante de minero durante un año para acabar siendo electricista, que era para lo que había estudiado, pero en la mina», recuerda.
Su padre Paco le recrimina, en tono de broma, que no le dijo nada. «Me enteré el día que entró en la mina, que vino conmigo. No me había dicho nada». Y es que, pese a ser un orgullo y ver con emoción cómo la sangre minera ha ido corriendo por las venas de varias generaciones, nadie quería que su hijo bajara al pozo.
«Nunca quieres que tu hijo entre en la mina. Por nada del mundo»
La 'herencia' minera
«He trabajado agusto en la mina, pero nunca quieres que tus hijos tengan que hacerlo», sostiene Paco mientras que su padre Pepe, que tuvo que jubilarse por enfermedad, recuerda lo duro que era «tener que quedarme en la cama, mientras mis hijos marchaban a la mina». «Pero no había más remedio, es lo que había y no quedaba otra que aguantar, aunque era doloroso y peligroso», recuerda.
El hijo de Javi no podrá entrar en la mina, ya que todas han echado el cierre. «No me gustaría que tuviera que bajar a trabajar. Por nada del mundo. Hay otras maneras de sacar tu vida adelante ahora», explica Javi que, pese a todo, sostiene que el cierre de las explotaciones es una «decisión política».
«Era raro el día que no salía alguien 'machacado' del tajo»
En el futuro de las comarcas se enfrascarán más adelante, porque primero Paco ensalza los valores de «compañerismo y solidaridad» que hay en este oficio. «Estuve un año trabajando en Barcelona antes de ser minero y lo que se vive ahí dentro, ese sentimiento de estar ayudando siempre al compañero, no lo hay en ningún lado. Solo por ello, volvería a entrar si naciera de nuevo», señala a la par que critica a aquellos que llaman 'privilegiados' a los mineros: «Antes de hablar, tendrían que entrar en la mina y saber lo que es. No tienen ni idea de lo que dicen».
En ese momento, Pepe, la primera generación de esta familia minera, recuerda cómo era este trabajo en su época. «Me tiré algún tiempo 'chuzando' ahí dentro», comenta Pepe, que recuerda que «raro era el día que no salía alguien del tajo 'machacado'».
«Nos jugábamos la vida en la mina por llenar un vagón más de carbón y ganarnos cuatro 'perras' más»
La mina hace medio siglo
«Por entonces, la mina era muy puta, putísima. No es ni comparable la mina que conocí cuando empecé a la que era cuando salí. Pero nosotros teníamos la culpa de que fuera así de puta. Nos matábamos solos porque sabíamos que nos daban algo de dinero extra por vagón que llenáramos de carbón. Y arriesgábamos a 'pinchar' para ver si salía más en algunas zonas para sacar cuatro 'perras' más. Es jodida la mina, pero quieras o no, te haces a ella», recuerda.
Pese a todo, reconocen que todo es acosumbrarse y que ha cambiado mucho desde los días en los que Pepe entró por primera vez hasta el día que salió su nieto, Javi, del tajo. Pero, el hecho de tenerlo tan interiorizado en la familia, en casa, en el día a día, hacía que «impresionara menos» al entrar por primera vez.
«Han dejado a las cuencas abandonadas a su suerte»
«Te podía asustar más o menos el agujero o la 'jaula', pero es como todo. Si empiezas joven, te acostumbras a las penurias como las que pueden tener en la construcción o los pescadores. Eso sí, los primeros días salía de trabajar, me tiraba en el sofá y no sabía de nada ni de nadie hasta que sonaba el despertador para volver a ir al tajo», afirma.
Llega el momento de hablar del futuro de la minería y de las cuencas. Un futuro que ven negro, como el carbón, porque nadie se ha acordado de ellas, aseguran. «Si antes de cerrar hubieran montado algo para que hubiera trabajo...», reflexiona en alto Pepe, a lo que su nieto Javi le replica: «Dinero para ello había, pero como todo en este puñetero país, se lo han gastado en otra cosa o se lo han quedado».
Todos ellos ven con desazón el cierre de las explotaciones de interior y de las térmicas, lo que se traduce en el fin de la vida en las cuencas. «Aquí es imposible tener un proyecto de vida y formar una familia. No hay más trabajo que los servicios que requieren los jubilados y prejubilados que viven en estas zonas. En cuanto eso se acabe, no quedará nadie», explica Javi.
«Había dinero para reindustrializar las cuencas, pero como todo en este país, se lo han gastado en otras cosas... o se lo han quedado»
EL FUTURO DE LAS CUENCAS
Insisten en la falta de alternativas pese a que, como apunta Javi, «todo estaba bien organizado desde Europa con los fondos Miner, que no han ido destinados a su fin principal». «Da pena ver así nuestros pueblos, nuestra comarca», apunta.
«España no es autosuficiente energéticamente sin el carbón»
Paco interviene para indicar que «no se puede consentir que un país dependa de otro en materia energética y España, con las minas cerradas y las cuencas arruinadas, no es independiente en este aspecto».
«Por mucho que nos vendan la moto, con energía eólica, hidráulica y solar no somos autosuficientes. Se sigue quemando carbón, pero comprado a Marruecos. ¿Ese no contamina? Es un contrasentido, pero hay intereses creados por detrás que mandan», lamenta Javi.
Recordando la dureza de la mina, los tiempos de esplendor de las cuencas y el inexistente futuro de estas comarcas, la familia Cañizares y otra tantas en las zonas mineras de León vuelve a celebrar Santa Bárbara. Lo viven, como siempre, con orgullo de pertenencia y de sentimiento, pero con la tristeza de ver como todo desaparece a la par que la minería ha echado el cierre.
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