Hoy día, no hay maquinaria en funcionamiento, no hay centenares de gordoneses subiendo cada mañana a las distintas explotaciones mineras de esta comarca. La minería en León ha muerto y sólo su recuerdo pervive. Y las heridas que ha dejado tanto en el corazón de ... las gentes de estos pueblos como en sus paisajes.
Publicidad
Uno de esos enclaves que rezuma olor a minería, a carbón, por sus cuatro costados es Santa Lucía. Es uno de los pueblos mineros por excelencia, una de esas localidades que ha crecido a la par que lo hizo la mina y la empresa que operó en esta zona, la Hullera Vasco-Leonesa.
De ser un pueblo con la ganadería como principal y única actividad económica, el carbón supuso una revolución total, llevando al máximo la expansión demográfica y territorial de la localidad y obligando a 'levantar' un pueblo a escasos kilómetros, Ciñera.
Su alcalde pedáneo es Victorino Lombas, que trabajó varios veranos en la Hullera Vasco-Leonesa para «ayudar en casa y pagarme los estudios» y entró en el 'tajo' como ayudante de barrenista durante varios años en el grupo Santa Lucía.
Recuerda esa expansión exponencial de su pueblo cuando era un niño, cuando «esto no daba más de sí». ¿Cuál era el gran atractivo de Santa Lucía? «Era un privilegio, porque tenías el trabajo al lado y, por entonces, no había transporte. Los mineros venían andando o en bicicleta, así que vivir cerca era un lujo. Más aún cuando nevaba, por ejemplo, que venían algunos andando desde Villar del Puerto o Buiza», explica.
Publicidad
La mina, décadas atrás
Con el paso de los años, se instalaron las conocidas como 'fuscas', autobuses que hacían parada en los distintos pueblos de la comarca para trasladar a los empleados de la Vasco hasta los pozos y que, incluso, partían desde León ciudad desde donde, recuerda Lombas, llegaron a trabajar en las minas gordonesas unas mil personas que, cada día, iban y volvían desde la capital hasta estas explotaciones.
Pero, ¿cómo era trabajar en la mina? «Era duro, estar todo el día ahí abajo... es complicado. En unas partes de la mina tenías calor, en otras frío y estabas mojado prácticamente todo el día», explica el ahora alcalde pedáneo de Santa Lucía que, pese a ello, está seguro de que «ningún minero cambiaría su trabajo por otro».
Publicidad
«Somos animales de costumbres y nadie te va a decir que es muy duro porque te acabas acostumbrando. Si le decías a un minero que si quería dejarlo y pasar, por ejemplo, a la construcción, se negaba», sostiene.
La vida en el 'tajo'
Esa dureza del trabajo, pese a no 'querer ser' reconocida de puertas hacia fuera, generaba fuertes vínculos entre los compañeros mineros, también por la diversa procedencia de los mismos: «Aquí había mucha gente de Galicia, Asturias, Andalucía, Extremadura...».
Publicidad
El compañerismo y la necesidad de «compartir esfuerzos o hacer bromas para hacer más llevadero el día a día» se trasladaba a la calle y, también, a las reivindicaciones laborales: «Estábamos todos muy unidos y nacía de eso, de ese compañerismo que se vivía en la mina».
Y también a la hora de las desgracias. Son varios los accidentes fatales que se han vivido en las explotaciones mineras de la provincia de León y, en concreto, de la cuenca gordonesa - el último el pasado mes de octubre de 2013 con seis fallecidos -. «Son momentos muy difíciles, conmociona a todo el mundo. Cuando se muere un minero, es como si se muriese un hermano. Suele ser gente joven, que conoces del día a día, aunque no sea de tu mismo pueblo y se siente mucho», explica.
Publicidad
Lo más complicado, recuerda, era comunicárselo a los familiares, una labor que era tremendamente dolorosa y que acababa haciendo «un compañero o uno de los amigos más cercanos al fallecido». «Era una labor de piscólogo que era muy difícil hacer bien», afirma.
Las tragedias
Mirando al presente, la época de bonanza ya pasó y ahora estas cuencas están y se sienten abandonadas. «De estar a tope de gente hemos pasado a ver cómo todos los días se va alguien. Aquí no hay trabajo, no hay futuro y sólo se quedan los prejubilados y jubiliados», indica.
Noticia Patrocinada
Victorino Lombas señala entonces a la 'Fábrica', un edificio anexo a la plaza del Pisón de Santa Lucía, el punto neurálgico de la vida social de la localidad, y que pertenecía a la Vasco. Ahora, ha sido adquirido por el Ayuntamiento de La Pola de Gordón y tiene la esperanza de que logre atraer a alguna empresa que genere empleo en la zona: «En el pueblo sólo hay dos panaderías, una bastante grande, como fuentes de trabajo».
El mejor indicativo para comprobar el declive de la zona, apunta, es el número de bares: «Llegamos a tener 16, ahora mismo sólo hay tres abiertos». Y es que el carbón lo era todo, pese a esa menor calidad de vida en cuestiones de salud que ocasionaba, con problemas de silicosis, enfermedades derivadas de la humedad o problemas en la espalda que eran y son muy habituales entre los habitantes de las cuencas mineras: «Todos esos esfuerzos se pagan».
Publicidad
Ahora llega Santa Bárbara, un día muy especial siempre en Gordón: «No venía marcado en ningún lugar que fuese festivo, pero se daba por hecho. Incluso la empresa. Era lo único que no se discutía en los convenios», bromea.
Los lugareños seguirán celebrando a su patrona, a la patrona de los mineros, pese a que la mina ha pasado a mejor vida. Porque quieren mantener sus tradiciones y porque la mejor manera de que la esencia y el espíritu que el carbón dio a esta comarca es no dejándola caer en el olvido. Es un Santa Bárbara sin actividad en los pozos, pero sigue siendo un día de recuerdo, orgullo y homenaje en todas estas localidades.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.