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Pasea y presenta su libro 'Relatos mineros', que ya va por la cuarta edición, por todos los pueblos de las cuencas leonesas. Juan Carlos Lorenzana, 'Zana' en los tajos, es una referencia para sus vecinos y colegas. Artillero vocacional y prejubilado de la Vasco, llevó la defensa del sector a los despachos tras ganar la alcaldía de Pola de Gordón en 2015. Dimitió al año cuando su partido, Izquierda Unida, no secundó la defensa de la actividad minera. «Lo hice por coherencia. Y porque, antes que alcalde, siempre seré minero».
Asus 55 años, a Zana le obsesiona que se pueda perder la memoria de las cuencas. «Nosotros somos las cenizas del pasado. Calentábamos al país pero ya no aportamos». Su casa la presiden su viejo casco, la lámpara Davy (seguro de vida que avisa del grisú) y una pila de libros y manuales, muchos sobre minería.
En sus relatos, todos basados en hechos reales, refleja la vida (y muerte) del «crisol de de culturas y familias llegadas de todas partes que alimentaron estos pueblos». El suyo es un caso excepcional: cuarta generación de mineros, todos de Gordón.
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Recuerda que la Vasco «era la empresa modelo. El Titanic de la minería». Pero más importante era el orgullo de clase. «El compañerismo fue la máquina que hizo funcionar a la mina durante 150 años. Nadie, nadie, te iba a dejar tirado». En su discurso vocacional insiste en que «bajo tierra no hay fronteras. Solo cuenta cuántas toneladas sacas».
Cuando empezó el declive, participó en todas las movilizaciones y achaca «la derrota final a que nos dividieron». Cuando la marcha minera llegó a Madrid y la gente corriente les hacía pasillos, «los sindicatos nos enviaron a casa en lugar de luchar».
Los que no continuarán su lucha son la generación que debería seguirle. «La entrevista que usted no podrá hacer aquí es a mi hijo, que se marchó fuera».
Sus textos hablan de entrega a la tierra (dentro y fuera de ella). Zana insiste en arrinconar uno de los tópicos que más les duele: el de que el minero gana mucho y se jubila pronto. «Al que diga lo bien que vivimos le reto a que venta a cualquier cementerio y se fije en las lápidas». No se olvida de las mujeres. Tantas viudas jóvenes que seguían adelante con casi nada. «Antes, el carbón que sepultaba al minero enterraba también a la viuda».
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