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Ana Moriyón
Domingo, 12 de marzo 2017, 20:43
José Ángel Fernández Villa pagaba con cargo al sindicato minero SOMA prácticamente todos sus gastos del día a día. El café y su pastel carbayón de media mañana, sus comidas y, en ocasiones, también las de sus acompañantes, los libros, las películas y la música ... que adquiría frecuentemente, los perfumes que compraba en el aeropuerto cuando viajaba y hasta el último pacharán que se tomaba en la vinoteca que está situada justo en los bajos de su domicilio, en el barrio de La Florida. Incluso, cuando puntualmente le tocaba adquirir algún producto de la cesta de la compra o algún artículo de higiene personal en la parafarmacia, también guardaba el tiquet y lo llevaba al sindicato minero. No tenía límites. EL COMERCIO ha tenido acceso a las facturas que Villa cargó al SOMA. Este viernes, la abogada del exlíder sindical , Ana García Boto, presentó un escrito en el juzgado que instruye la causa solicitando estos justificantes.
Fernández Villa reconoció en su declaración ante la jueza Simonet Quelle que había unas normas en el sindicato para los gastos de representación, pero que él, en calidad de máximo dirigente, tenía mayor flexibilidad que el resto de sus compañeros y que nunca nadie le afeó estos dispendios. Sus excompañeros de sindicato cuentan una realidad bien distinta. Aseguran que nadie se atrevía a decirle nada porque su poder era tal, no solo en el ámbito sindical, sino también político, que era muy arriesgado llevarle la contraria. Mucho menos cuestionarle si sus gastos estaban justificados o sus procedimientos eran o no los más correctos. «Era el jefe, el amo», declaró en sede judicial su exsecretaria, Carmen Blanco, testigo en la instrucción.
El SOMA le reclama ahora a Villa 430.000 euros y a Castillejo otros 70.000. El grueso del dinero que presuntamente se apropió ilícitamente el exsindicalista, unos 250.000 euros, correspondería a los fondos con los que se habría quedado entre 1989 y 2001, al no ingresar los talones nominativos que le eran entregados en Hunosa en concepto de dietas de los delegados sindicales en el comité intercentros. El resto, unos 180.000 euros, se trata de dinero que supuestamente habría gastado entre 2009 y 2012 -marco temporal que abarca el informe económico que sustenta la querella- con cargo a las diversas tarjetas de crédito del sindicato u otros fondos del SOMA sin justificar.
De ellos, unos 60.000 corresponden a la compra y seguro de un vehículo particular y el resto a otra serie de desembolsos que el sindicato entiende ahora que son ajenos a la actividad que Villa desempeñaba en la organización. Un cajón de sastre en el que entraba prácticamente de todo y que se contabilizaba a través de hojas de gastos a nombre del exlíder que le elaboraban los responsables de la contabilidad cada cierto tiempo, con las «bolsas llenas de tiquets» -expresión utilizada por el excontable Juan Cigales en su interrogatorio- que el exsecretario general les entregaba. Hojas de gastos a su nombre que, en ocasiones, según se desprende de las diferentes declaraciones, ni siquiera firmaba él mismo -era habitual que le falsificaran la rúbrica- pero que iban desde los 250 euros hasta los más de 3.800 euros. En ellas incluía los gastos de kilometraje (a 0,19 euros) aunque, de forma paralela, pagaba el repostaje del vehículo con el que circulaba con la tarjeta de crédito del sindicato o entregaba las facturas de gasóleo como gasto. Según se desprende del informe económico, cargó gastos de carburante del orden de 2.500 euros anuales. El kilometraje, aparte.
Hasta yogures y películas del Oeste
El SOMA le pagó a José Ángel Fernández Villa artículos de higiene personal, el libro de la dieta Dukan, una docena de huevos, varios packs de yogures y hasta películas del Oeste. Las hojas de gastos correspondientes a los ejercicios 2009, 2010, 2011 y 2012 a las que ha tenido acceso EL COMERCIO, y que sustentan la querella interpuesta contra el exlíder minero por su antigua organización sindical, dejan al descubierto una serie de gastos que poco o nada tienen que ver con sus responsabilidades como líder sindical. Se trata de compras de claro carácter personal que se fueron asumiendo por parte del SOMA sin que nadie protestara ni dijera nada. Hasta ahora.
Fuera como fuese, José Ángel Fernández Villa no tenía reparos, a la vista de estas hojas de gastos y los tiquets que se adjuntaban, en pasar al sindicato recibos de gasóleo en los que, también, se incluía una docena de huevos que compró en la estación de servicio que hay junto a su vivienda, en el ovetense barrio de La Florida, donde cargó el vehículo de combustible y se llevó, además, un par de cajas de chicles. El total, 70,8 euros que finalmente pasaron a engrosar los gastos que cobró del sindicato en el ejercicio de 2010.
También entre los tiquets de aquel mismo año se encuentra un recibo de un supermercado cercano a su domicilio en el que aparecen galletas, yogures de diferentes marcas y una malla de limones, así como varios tiquets de una céntrica frutería ovetense. En plenas fiestas de Navidad de 2009 compró a cargo del sindicato una bandeja de pasteles en una conocida confitería y adquirió vinos y turrones por valor de 125,8 euros. Como todo lo demás, lo pagó el SOMA.
Productos dietéticos
También constan en la contabilidad del sindicato minero a la que ha tenido acceso este diario varios documentos de farmacias y parafarmacias que incluyen productos higiénicos y dietéticos, así como adquisiciones electrónicas como un Apple iPod que compró en el Aeropuerto de Madrid en mayo de 2011, y que le costó 219 euros.
José Ángel Fernández Villa utilizaba sus habituales esperas en Barajas para comprar frascos de perfume, tanto masculino como femenino, como uno de Chance Chanel que le costó 82,50 euros u otro de Eternity Men valorado en 58,59 euros. Igualmente, presentó un recibo con fecha de diciembre de 2010 de una conocida firma de cosméticos que alcanzó los 155 y que incluía varias colonias de marcas dispares, como Boss o Paco Rabanne.
Son numeross los resguardos que Villa entregó al sindicato por la compra de libros durante los cuatro años que abarca la querella, que cifra el gasto total en este tipo de artículos en unos 6.000 euros. La mayor parte, tal y como explicó el propio exdirigente sindical durante su comparencia judicial, de contenido político y sindical, pero llaman la atención algunos volúmenes como El método Dukan ilustrado, con un precio de 19,80 euros, o Una solución quiero, de Cristina Tárrega, donde se ofrecen consejos de tratamientos para cuidarse «por dentro y por fuera». En otras ocasiones había adquirido también libros sobre el trastorno de la ansiedad, la influencia del deporte en la vida -De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami- o el fútbol -Historia de los mundiales-. También algunos de tinte político, como No nos representan o Nosotros los indignados, dos de los libros de cabecera del movimiento del 15-M.
Fernández Villa, a tenor de la documentación que presentó el SOMA para interponer la querella por apropiación indebida, podía llegar a gastarse 572 euros de una sola tacada en películas de acción (destacan las de Clint Eastwood), de vaqueros, de miedo y música flamenca. Las pagaba al contado y el correspondiente recibo lo añadía su contable a la hoja de gasto. Nadie se atrevía a decirle nada ni a cuestionarle ni un solo euro. Entre sus gastos hay también mucho menudeo. Tal parece que el exsecretario general no le perdonaba al sindicato ninguna de sus consumiciones, por ínfimas que fueran, incluso aunque las hiciera al lado de su casa un domingo. Los cafés que consumía en su barrio, infusiones, botellines de agua, pinchos, bollerías y hasta el helado que se tomaba mientras esperaba el avión en Barajas (registró un gasto de 3,1 euros de un Magnum). Todo acababa en la contabilidad del sindicato que dirigió treinta años y en el que hacía y deshacía a su antojo. Pero ahora el SOMA le reclama hasta el último euro, especialmente aquel del que ni tan siquiera se molestó en presentar recibos.
Más información, con todos los detalles de las facturas, en la edición impresa de EL COMERCIO de este domingo y Kiosco y más
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